El viernes pasado recibo la llamada de un ex alumno, graduado en Derecho y Graduado Social, profesión que ejerce, para ver si podemos tomar café, pues tiene cosas importantes que contarme.
Obviamente, quedamos, pues es uno de los pocos y buenos amigos que tengo, además de un gran profesional, uno de los mejores de Zaragoza.
Tomamos café, paseamos un rato y nos contamos nuestras desgracias…
Podríamos decir que soy su paño de lágrimas, y él el mío, y ahogamos nuestras lágrimas en la taza de café, aunque las mías ya no caben.
Me duele España, y los españoles, por su pasotismo.
Y estoy totalmente harto de la castuza política corrupta e inepta que nos hemos dado, o mejor que nos han impuesto los partidos políticos, con sus listas cerradas, ¡y el honrado se cae de la candidatura!
Cuenta que no le atienden en ningún sitio, pues la seguridad social no coge citas previas, y sin cita previa no solo no te atienden, sino que ni siquiera puedes entrar en las oficinas.
Idéntico problema tiene en hacienda, el Inem, el Inaem, etc., y tanto es así que el día anterior compareció ante un Asesor del Justicia de Aragón, y le manifestó su queja sobre el particular.
El asesor cumplimentó un formulario de queja, y le indicó verbalmente que, al tratarse de organismos nacionales, debía remitir la queja al Defensor del Pueblo, que es el único competente para atender y tramitar su queja, pedir informes a los organismos concernidos, etc.
Me habló de que nunca habían funcionado tan mal las administraciones públicas –lleva veintidós años de ejercicio profesional-, y que se estaba planteando dejar la profesión, y dedicarse a otra cosa…
Que los asuntos se quedaban empantanados, que no había forma de sacarlos adelante, que era imposible facturar honorarios por los servicios prestados, en estas condiciones, y que no le parecía ético pedir provisiones de fondos para poder subsistir, ante esa paralización de las administraciones públicas en general, pero, sobre todo, de la Seguridad Social.
Le vi tan desanimado y hundido, que intenté consolarle como pude, y en última instancia, para evitar que le diera un ictus cerebral, como al que suscribe, o un infarto, le “receté” no probar el café durante todo el fin de semana, a ver si así se tranquilizaba un poco, y desconectada de los problemas, propios y ajenos.
Es triste decirlo, pero todos los profesionales con los que coincido, abogados, procuradores, graduados sociales, asesores fiscales, etc., me dicen lo mismo.
¡España no funciona!
Y la culpa no es de los empleados públicos, que hacen lo que pueden, o les dejan hacer, sino de los ineptos políticos con mando en plaza, y que solo van a lo suyo: a generar comisiones o mordidas.
Muchos de ellos, y me refiero a altos cargos, ministros incluidos, son tan inútiles que serían incapaces de obtener una plaza de bedel o de subalterno, en oposición libre.
(Con todo mi respeto hacia esas profesionales muy dignas y útiles, por otra parte).
¿Qué nos está pasando…?
Realmente, ¿España no tiene solución?
Ramiro Grau Morancho
Académico, jurista y escritor