Pero hay más. Se trata del caso de una comunidad de vecinos de Vera (Almería) que tiene piscina comunitaria. Concebida originalmente como nudista, se dio el caso de que, quebrada la empresa constructora, tuvo que alojar allí a otros clientes de otras promociones, no siendo avisados éstos, al menos la mayoría, de las peculiaridades de la comunidad que, en efecto, recoge en sus estatutos que por las zonas comunes se debe ir desnudo. La cosa llegó a tal punto que estos últimos no podían entrar a la piscina, cuyo acceso llegó a ser controlado por personal de seguridad. Tras años de problemas entre los vecinos el asunto llegó al Tribunal Supremo que, en este caso, falló a favor de los que no quieren andar ahí mostrando su cuerpo tan alegremente.

Aunque pueda parecer anecdótico, siempre tenemos una cuestión de fondo más importante, que es lo que vamos a tratar aquí. La cuestión principal es tratar de entender qué lleva a una persona a practicar el nudismo, o lo que ellos llaman naturismo. Para ello, vamos a remitirnos, en primer lugar, a la página web de la Federación Española de Naturismo. Esta asociación sostiene que «grupos políticos conservadores pretenden criminalizar incluso la más inocente exposición del cuerpo humano. A menudo esos grupos obtienen apoyo dando a entender que defienden los “valores de la familia” o la “moral Cristiana”». Siguen en el prefacio argumentando que estos grupos ganan en poder político, pero, en realidad, «representan solo una pequeña porción de nuestra población». Claro, una pequeña porción, ¡no como los nudistas, que son claramente el 90% de la misma! Eso sí, tras esto, no tienen el menor reparo en enseñar a los cristianos su propia Fe en un apartado titulado ‘La Cristiandad apoya al Naturismo’ con una serie de citas bíblicas que interpretan a su manera. No vamos a citarlas todas porque la lectura se haría pesada y por innecesario, pero sí es pertinente señalar que la interpretación que hacen de esas citas es tendenciosa e interesada. Para empezar, la Cristiandad no sería lo mismo que el cristianismo: una cosa sería la civilización fundada en la religión de Cristo y otra la propia religión, cuestión esta que no es baladí y que parecen ignorar. Pero bueno, vamos al grano, precisando antes que la asociación solo pone el libro y el versículo seguido de su interpretación, no el texto literal de la fuente. Cita la dichosa Federación, por ejemplo:

  1. Génesis 1:27, e interpreta que «el cuerpo humano desnudo, creado por Dios a su imagen y semejanza, es básicamente decente, no inherentemente impuro o pecaminoso. El cuerpo humano fue creado por Dios, y lo que Dios ha creado no es malo. Está hecho a imagen de Dios, y la imagen de Dios es enteramente pura y buena».

Bien; veamos ahora qué dice el Génesis 1:27: «Y creó dios a los hombres a su imagen; a imagen de Dios los creó; varón y hembra los creó». Y ya, ni desnudos, ni vestidos, ni nada.

  • Génesis 3:7, e interpretan: «Muchos estudiosos interpretan al vestirse con hojas de parra como una continuación y expansión del pecado original, no como una reacción moral positiva a este». A continuación, citan a un tal Hugh Kilmer que sostiene que «el hombre necesitaba poner su vida bajo su propio control, en lugar del de Dios, por lo tanto, primero tomo el poder de autodeterminación (conocimiento del bien y del mal), a continuación vio que su cuerpo no estaba bajo su control, entonces lo controló artificialmente ocultándolo, después fue expulsado del Paraíso, comenzó a cazar y comer animales, luego, para obtener completo control sobre las demás personas comenzó a matarlas (la historia de Caín y Abel)». Incapaces de encontrar esta obra, reconocemos que, al fin, llegamos al meollo de la cuestión, pero no nos anticipemos. ¿Qué dice el Génesis 3:7? Tras haber comido Eva y Adán del árbol prohibido «se les abrieron los ojos, se dieron cuenta de que estaban desnudos, entrelazaron hojas de higuera y se hicieron unos ceñidores». No nos negarán que es una interpretación muy libre e interesada la que hace la Federación Española de Naturismo.

Bien, la cosa sigue, insistimos, pero no es necesario. La cuestión es que, al parecer, además de naturismo dan lecciones de teología.

Vamos ahora al artículo de El Confidencial publicado con fecha de 26 de febrero del presente titulado ‘Las guerras nudistas llegan al Supremo’, en el que el presidente de la ya repetidamente citada federación pone el dedo en la llaga: «Por supuesto que el nudismo es una ideología, igual que llevar bañador a la playa».

Y acabamos, antes de entrar a fondo, con una sentencia (está en inglés) del Tribunal Europeo de Derechos humanos que, en el caso de un nudista escocés que pasó varios años en prisión por su obstinación en ir desnudo, sostiene que «el demandante ha optado por estar desnudo en público para expresar su opinión sobre el carácter inofensivo del cuerpo humano (véanse los párrafos 55 y 147 supra). Por lo tanto, el Tribunal está convencido de que la desnudez pública del demandante puede verse como una forma de expresión que cae dentro del ámbito del artículo 10 del Convenio y que su arresto, enjuiciamiento, condena y detención constituyeron medidas represivas tomadas en reacción a esa forma de expresión de sus opiniones por el solicitante. Por lo tanto, ha habido una interferencia en el ejercicio de su derecho a la libertad de expresión». O sea, que el naturismo es libertad de expresión, según el tribunal.

Bien, vamos a partir de tres elementos ya vistos:

  1. El nudismo es una ideología.
  2. La cita de Kilmer sobre la autodeterminación del hombre respecto de Dios y,
  3. El nudismo como derecho.

Ciertamente, no podemos estar más de acuerdo: el nudismo es una ideología, en tanto que es una elaboración teórica que, en este caso, defiende que ir en pelota picada es lo más normal y natural del mundo. Lo es también porque encierra, en el fondo, una concepción antropológica del hombre, que es la propia de la modernidad, es decir, la de la libertad sin restricciones, la libertad negativa, la libertad de la Revolución que equivale, en última instancia, a la mera voluntad, en tanto que no está sujeta a ninguna consideración moral. Este concepto de la libertad es el que, en definitiva, da sustento filosófico a que el TEDH considere que ir desnudo por la calle es ejercer el derecho a la libertad de expresión —ignoramos, eso sí, qué narices expresa uno yendo desnudo por la calle—. Y es que hemos llegado a este extremo, al de dar cobertura legal a hacer, prácticamente, cada uno lo que le venga en gana: si el aborto es un derecho, ¡cómo no va a serlo ir desnudo! Y «cambiarse» de sexo, y la secesión de Cataluña o de quien sea, y cualquier cosa que se les ocurra. A cualquier capricho se le da hoy carta de naturaleza, nada se somete a una moral superior. Así, tiene casi toda la razón Hugh Kilmer cuando interpreta que «el hombre necesitaba poner su vida bajo su propio control, en lugar del de Dios, por lo tanto, primero tomo el poder de autodeterminación (conocimiento del bien y del mal)». Y decimos casi porque, evidentemente, no necesitaba poner su vida bajo control, y menos aún sustraerla al control de Dios. Menos aún pretender que el hombre adquiriera, per se, un conocimiento íntegro del bien y del mal. La prueba está en nuestras mismas narices. El hombre, desde la Revolución francesa —en que inicia esa emancipación de Dios– no ha parado de buscar donde agarrarse en busca de la verdad, del bien y del mal, y por eso surgieron las ideologías; tuvo que buscarlos porque se privó, justamente, de aquello que le daba sustento. Y en ese intento de prescindir de Dios, y más aún, de endiosar al hombre, es en lo que estamos ahora, en la autorrealización del ser humano.

No se trata, no crean, de una cuestión de puritanismo, ni del simple hecho, escandaloso o no, de ver un cuerpo desnudo. Se trata, ya lo ven, de una cuestión antropológica y filosófica, como tantas otras de las que vemos hoy en día. Se trata de algo tan simple, en el fondo, como que no podemos hacer lo que nos dé la real gana y otorgarle a cualquier capricho categoría de derecho. No, al menos, si queremos vivir en sociedad. No, al menos, si esa sociedad pretende tender al bien común. El problema es que, tristemente, no parece el caso.

Y recuerden, sólo «la verdad os hará libres (Jn 8:31-32)».

 

Lo Rondinaire

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