Hace medio siglo en 1974, quedé finalista del Premio Sender, que convocó durante varios años el diario Aragón/exprés, de grata memoria, el único vespertino de nuestra ciudad, Zaragoza.
El premio se creó en homenaje a la egregia figura del gran escritor, aragonés, español y universal, Ramón J. Sender, propuesto en varias ocasiones al Premio Nobel de Literatura, que nunca le dieron, pues su marcado anticomunista le hacían ser un escritor vetado.
Don Eduardo Fuembuena fundó sobre los años 70 del siglo pasado Aragón/exprés, y un semanario, Zaragoza Deportiva, que cantó las glorias del Real Zaragoza de entonces, con los cinco magníficos, etc.
Contactó, no sin dificultades, con Ramón J. Sender, y fue el comienzo de una gran amistad personal, de una vuelta provisional de Sender a España, que se había exiliado después de la guerra civil, supongo que huyendo de las posibles responsabilidades por su actuación como comisario político en el bando republicano, y que residía a la sazón en Estados Unido.
Allí vivía de y para la literatura, escribiendo mucho, tanto novelas como artículos, que se distribuían a través de una agencia, ALA (American Literary Agency), fundada por otro exiliado republicano, Joaquín Maurín.
También era profesor de literatura española en universidades USA e impartía conferencias.
Recientemente vi una reseña del libro “Turrones para Sender” de doña Marta Fuembuena Loscertales, nieta de don Eduardo, y que recoge el “Epistolario personal de Ramón J. Sender y Eduardo Fuembuena, publicado por Tropo Editores, y obviamente lo adquirí, pensando que habría amplia información sobre el premio SENDER citado, el secuestro del diario por mi artículo, etc., pero es muy escasa la información que da.
De cualquier forma, es un libro muy útil y necesario, para conocer la recia personalidad de Sender, y la no menos recia de don Eduardo Fuembuena, que fue la primera persona que me acogió y dio alas como escritor en ciernes, y colaborador en prensa.
La única información que publica es la siguiente:
“Querido amigo Fuembuena:
La denuncia de ese primer artículo del concurso es del todo absurda y sin base. Supongo que le habrá sido fácil demostrarlo. Todos queremos en España una comunidad de regiones fuertes, ricas de tradición y de futuro. Si España no es las regiones, ¿qué es? ¿Una entelequia?…”.
(Carta de Sender, pág. 61 del libro citado).
Desgraciadamente, no publica el escrito previo de Fuembuena, por lo que nos quedamos con las ganas de saber qué le explicaba…
Antes de que la memoria me falle, pues ya tengo 67 años, y he sufrido un ictus cerebral que me ha dejado tocado, pero no hundido, voy a explicar someramente el asunto.
En 1974 contaba el que suscribe con 17 años de edad, y me había trasladado a Zaragoza a estudiar la carrera de Graduado Social, con beca.
Escribía ya, y con abundancia, e iba colocando mis trabajos donde podía, normalmente sin cobrar nada, que a esas edades ya sabemos que todos andamos escasos de dinero…
Al ver la convocatoria del Premio SENDER, dotado con 25.000 pesetas (entonces, un capital), no lo pensé dos veces, y escribí un artículo titulado: “Mirando al futuro: el nacionalismo aragonés”, donde abogaba por la consideración futura de Aragón como nación, igual que ya empezaban a pedir desde Cataluña y el País Vasco, para ser primus inter pares, y diferenciarse de las simples regiones, pues entendía que habiendo sido Aragón un Reyno en siglos pasados, teníamos derecho a que se reconociera esa categoría histórica.
La participación era mediante seudónimo, pero al hacer el envío de los artículos, había que acompañar una plica, es decir un sobre cerrado, con los datos personales del concursante, como así hice.
A juzgar por la carta de Sender, transcrita anteriormente, debió de publicarse a finales de 1974, y ese mismo día fue denunciado por el entonces Fiscal Jefe de la Audiencia Territorial de Zaragoza, ordenándose el secuestro del diario, y elevando la causa al TOP, Tribunal de Orden Público, por entender que suponía un atentado contra la unidad nacional, y no sé qué cosas.
La Policía Nacional, por orden judicial, allanó la sede del diario, llevándose la plica, para poder localizar al autor, y varios cientos de ejemplares de Aragón/exprés, que estaban en los talleres, ya que tenían su propia imprenta, en los bajos de la redacción, en la calle Marcial, núm. 2, de Zaragoza.
(Ante ese ataque desaforado a la libertad de expresión, y las bases del concurso, que requerían el anonimato de los autores finalistas, el Jurado, formado por importantes personalidad aragonesas, no oficiales, pero si influyentes, optó por suspender el concurso, y no recuerdo si sólo ese año, o definitivamente).
No contentos con ello, y como había varios miles de diarios en los quioscos de toda la ciudad, furgones de la Policía Armada, las famosas lecheras, se desplazaron por los varios centenares de librerías, papelerías y lugares de venta de prensa, para requisar y secuestrar todos los ejemplares que estaban a la venta.
Posteriormente tuve que prestar declaración en el Juzgado de Instrucción de Barbastro, Huesca, ya que estaba empadronado en mi pueblo natal, Laguarres, siéndome notificado mi procesamiento por uno de los Juzgados Centrales de Instrucción del Tribunal de Orden Público.
A Dios gracias, mis padres, que sabían que no había cometido delito alguno, me apoyaron, como siempre, asumiendo los gastos correspondientes, abogado, procurador, etc. ¡Gracias, queridos y añorados padres, Joaquín y María!
Fuembuena me dijo, motu proprio, que iba a sufragar el cincuenta por ciento de todos los gastos, y debo decir, en honor a la verdad, que lo cumplió escrupulosamente.
Y no solo eso, sino que me incorporó a la “nómina” de colaboradores fijos del diario, pagándome quinientas pesetas por artículo, el equivalente a tres euros actuales, que liquidaban a final de mes, religiosamente. Aunque hoy en día puedan parecer calderilla, lo cierto es que quinientas pesetas, hace medio siglo, daban para mucho, sobre todo si uno era un mozalbete sin mayores vicios que comprarse libros, ir al cine o quedar con alguna chica a tomar algo.
Don Antonio Gala publicó un artículo en “Sábado Gráfico”, con su habitual maestría, diciendo que era absurdo pensar que en Zaragoza hubiera separatista alguno, y más siendo un chaval quien había parido el trabajo finalista del Premio Sender.
Como la judicatura española siempre ha sido de categoría, y tuve la suerte de encontrar un buen abogado en Madrid, experto en llevar casos ante el TOP, el asunto se sobreseyó provisionalmente, y no llegó a juicio.
Ahora, medio siglo después, me persigue en los tribunales un tal José Luis Ábalos Meco, quien dice que he atentado contra su “honor e intimidad”, por lo que veo que los tiempos no han cambiado tanto…
En definitiva, un cariñoso recuerdo a Sender, que me escribió personalmente, felicitándome por uno de mis artículos (envío la carta al diario, pues desconocía mi dirección), y otro para don Eduardo Fuembuena, que siempre me trató con cariñó, lealtad y nobleza aragonesa.
Ramiro Grau Morancho
Académico, jurista y escritor