Las acusaciones del presidente del gobierno vasco, Iñigo Urkullu, contra la presidenta de Madrid han favorecido muchas preguntas sobre el peculiar sistema de tributación vasco, mediante el concierto económico. Esta figura es un instrumento jurídico que regula las relaciones tributarias y financieras entre la Administración General del Estado y la comunidad autónoma del País Vasco. Las haciendas forales, de cada provincia, son las que recaudan, inspeccionan y gestionan los impuestos. El Concierto atribuye esa función a las diputaciones provinciales que, a cambio, deben pagar al Estado un Cupo para ayudar a sus gastos. Esa cifra equivale a la que el ejecutivo nacional calcula que podría obtener por los tributos que deja en manos de las tres provincias vascas.
Al dinero recaudado se le deduce el importe del Cupo que el País Vasco ha de pagar cada año al Estado. De la suma que queda para repartir, el 70,04% va destinado al Gobierno vasco, que paga con ese dinero los servicios que presta. Las diputaciones forales se quedan con el resto. Habitualmente se reservan la mitad, y la otra se distribuye entre los ayuntamientos de su provincia.
La regulación de los tributos es competencia de las Juntas Generales (parlamentos provinciales) de las tres provincias. Cada una de ellas tiene autonomía para aprobar sus propias normas sobre el IRPF y los impuestos de Patrimonio, Sociedades (los que gravan los beneficios de las empresas), Sucesiones y Donaciones, entre otros. Fijan los tipos de gravamen, las deducciones que se pueden aplicar los contribuyentes, los colectivos o rentas que quedan exentos… El nivel de presión suele mantenerse correspondiente con el de la Hacienda central, para evitar la transformación de la región en un paraíso fiscal. Aunque la relación informativa entre las diferentes haciendas suele ser bastante opaca.
Una situación única en Europa
El origen de esta situación peculiar, única en Europa, viene de nuestro sistema foral, que está basado en normas basadas en usos, costumbres y ordenanzas propias, que se hicieron compatibles con las disposiciones de la Monarquía. Los fueros fueron protegidos por la corona, incluso reformados por los Reyes Católicos, como el Fuero Nuevo de Vizcaya de 1526, para proteger un modo de vida especializado que proporcionaba a través de las ferrerías y los astilleros, barcos y armas de fuego para el imperio, en una zona muy pobre por sus condiciones climatológicas. En aquel momento su concurso era fundamental en la relación con Flandes y el abastecimiento de nuestros tercios.
Ese modelo social tradicional se mantuvo hasta el siglo XIX, cuando la instauración de la uniformidad del Estado liberal provocó violentas protestas que se canalizaron a través de lasguerras carlistas. Las consecuencias de las reformas agrarias liberales a través de las desamortizaciones eclesiásticas y civiles, empobrecieron el campo, creando enormes latifundios y eliminando una importante clase de pequeños propietarios. La derrota militar de los carlistas trajo la abolición de los fueros en la ley del 21 julio de 1876, cuyas consecuencias fue la instauración del concierto económico, como un modo de mantener una cierta pervivencia mínima del sistema foral, y evitar más revueltas armadas, pero acopladas a un sistema constitucional liberal, que servía como marco jurídico del desarrollo del capitalismo industrializador. El fin de los fueros trajo la desaparición de un mundo rural y su relevo por una Vizcaya industrial, a través de su industria siderúrgica, minera y naval. La aparición de las grandes familias de la oligarquía financiera española, tiene uno de sus principales pilares en las tierras del norte. Al mismo tiempo surgió la fuerza del socialismo obrero con sus reivindicaciones y de un nacionalismo vasco de carácter etnicista y antiforal.
Los años del franquismo elevaron a las provincias costeras vascas a su nivel de máxima renta, aunque Álava y el vecino viejo reino de Navarra fueron los únicas que mantuvieron su competencia foral. La llegada de la democracia devolvió a las provincias vascas de la costa sus conciertos económicos dentro del sistema autonómico. La aparición del terrorismo de ETA con su casi millar de asesinatos, imposibilitó la formación del campo de la derecha vasca, de lo cual se benefició el nacionalismo vasco hegemonizando el mundo rural y haciéndose con el discurso foral, que anteriormente criticaba. La crisis económica desertizó las amplias áreas industriales convirtiendo la región en un área de servicios, cuyas consecuencias sociales fueron la disminución de trabajadores manuales y el retroceso del voto socialista ligado a ellos. Un nacionalismo vasco hegemónico y sin rivales que pudiesen amenazarle el liderazgo de un gobierno con amplia autonomía financiera, le ayudaba a exhibir una línea moderada para evitar perjudicar su buena fama en la gestión económica.
El motor de Petronor
Sin embargo, la economía vasca depende del motor de Petronor, principal entidad que sostiene la hacienda foral con el pago de sus impuestos, y que impulsa gran parte del tejido de cientos de pymes, pequeñas y medianas empresa, que se evalúan en unos 1.150 proveedores de bienes y servicios. Claramente representativo por la figura de Josu Jon Imaz, actual consejero delegado de Repsol y antiguo presidente del PNV 2004-2008, cuya presencia ayudó a eliminar la imagen agresiva y radical instaurada por sus antecesores, presentando la imagen de un partido gestor y moderado, alejado de veleidades soberanistas. Petronor fue importante incluso para el Athletic Club, que le patrocinó de 2008 al 2015 con dos millones de euros anuales.
Sin embargo, el nacionalismo vasco siempre fue muy ayuno del mundo cultural. En el mundo intelectual, su divorcio siempre fue absoluto de las grandes figuras como Miguel de Unamuno, Pio Baroja, Ramiro de Maeztu y Ramón de Basterra, de los inicios del siglo veinte, pero también del momento actual con Gabriel Celaya, Agustín Ibarrola, Jorge de Oteiza, Eduardo Chillida, Fernando García de Cortázar y tantos otros, representativos de múltiples campos ideológicos, excepto del nacionalismo vasco.
El liderazgo de la mujer
No obstante, el PNV supo identificarse con la imagen simbólica de los fueros y el concierto económico, como garantes de la identidad vasca. Algunos partidos como Ciudadanos o Vox, han intentado tener presencia esgrimiendo un discurso antiforal, perdiendo simpatizantes, por no entender la realidad social vasca. Especialmente, porque el tema foral no es sólo un tema económico que afecta a empresarios, sino a la sociedad, a nivel de derecho privado, cuando hacer un testamento por la variante foral, beneficia de forma clara a la esposa, la cual en una sociedad donde siempre la mujer ha tenido un papel de fuerte liderazgo, ir en contra de los fueros, por tanto, de su heredad, significa no tener ningún respaldo de la mujer común y sus allegados.