Al cabo de una década de la desaparición del mayor estadis­ta contemporáneo puede intentarse un balance histórico de su personalidad y de su obra de gobierno. Esto es lo que, anticipa­damente y con singular éxito, ha logrado el ensayista francés Jacques Ploncard d’Assac con su excelente biografía traducida por Carlos Abascal para la editorial “Tradición” de México. Re­señarla, aunque sea someramente, es un ejercicio de recapitu­lación de todas las principales cuestiones que afectan a la vida política moderna ante el paradigma y la encarnadura de un hombre de Estado ejemplar.

Así es; el doctor Antonio de Oliveira Salazar es un modelo de príncipes, acrisolado en una dilatada tarea de conducción de una sociedad (1929-1970) salvada de los avatares trágicos de la crisis occidental, y reflejado en un pensamiento egregio na­cido y probado en esa amplia experiencia. El mayor interés que despierta tal ideario proviene justamente del hecho de que no se trata de una de tantas exposiciones académicas doctrinarias elaboradas en los gabinetes de los arbitristas, sino de las refle­xiones que consigna un protagonista estupendo del obrar político. Es un pensamiento plasmado en la acción, modelado en el empirismo organizador que fuera su norma, de una inteli­gencia “intus legere”, que lee en los hechos, por un sacerdote de la inteligencia prudencial. Estamos ante un hombre excep­cional a quien acompaña una circunstancia igualmente excep­cional. Se le brinda, sin él quererlo, el Poder de Portugal, y de ahí en adelante, tomándolo en sus finas y férreas manos, con­forma a una nación por más de cuatro décadas. Con profunda conciencia de su objetivo histórico, con clara visión de su in­tención personal, ya en 1937 se ve a sí mismo como el “frío eje­cutor del interés nacional, sin clientela ni partido, con calma trata de distinguir las causas y los efectos de la acción política, y compara sin pasión los resultados de las doctrinas con los procedimientos de gobierno”. Es el profesor, el científico, el sa­bio de la ciencia política, empeñado, con toda modestia, en ser el prudente gobernante. Conoce y repite la máxima del Aquinate: “Que Dios nos dé al sabio para que nos instruya, al santo para que nos edifique, al prudente para que nos gobierne”. Y Dios plugo en darle a Portugal todo, o casi todo eso, en una misma persona. Quizás, pensamos, porque se complació en ver a este hombre tan ricamente dotado por Él que desenvolvía los dones con perfecta modestia. Una modestia colindante con la timidez. Su primera apariencia, lo dice su ex compañero de Universidad, en Coimbra, el futuro Cardenal Patriarca de Lis­boa, Manuel Conςalves Cerejeira, “es la de un tímido”, y así si­guió siempre “un camino recto sin irse por atajos. Sigue siendo el hombre de las grandes cosas y de los pequeños detalles”.  Modestia, que para otros, como Eugenio d’Ors, se confunde con el pesimismo. Salazar es “fuerte y taciturno… porque siem­pre en la raíz de toda auténtica política de misión está el pesi­mismo”. Y que el visitante radica en la frase con que lo despiden: “El país se salvará, pero los salvadores no se salvarán”.

Modestia que se deduce por la ausencia completa de su contrafigura, la soberbia. El filósofo e historiador suizo Gonzague de Reynold hace notar que “está limpio de toda ambición personal y que lleva el poder como un cristiano lleva su cruz”. Añadiendo esta pintura del estadista: “Es alto con tendencia a encorvarse como bajo una carga constante y pesada. Tiene dos perfiles: uno grave, el otro irónico. Un bello rostro largo, característico de su raza… Un aire de juventud (1936) y de madurez, de independencia y de autoridad. Un tímido intimidante, que defiende su vida interior. Una impresión de razón, de calma, de confianza se desprende de él, de esa ‘voluntad rígida’. Se confesaría uno con Salazar, se le confiaría sin recibo toda una fortuna” Tres años después, el historiador Octavio Aubry lo describe en estos tér­minos: “El hombre es muy sencillo. Nada lo engríe ni lo infla. Después de diez años de poder -esta es una gran prueba-, permanece perfectamente humano. Sabe preguntar y escu­char”. Serstevens, periodista, lo cala hondo: “Se trata de un hombre que nunca tuvo ni el gusto, ni el deseo del poder… que no tiene la menor brizna de ambición o de vanidad política, que no encuentra ningún placer de ninguna naturaleza en la dominación de sus semejantes, que aun tiene, estoy seguro de ello, cierto desdén por su propio poder, en la medida en que no se hace ilusiones sobre el hombre, y que acepta todas las res­ponsabilidades, todos los peligros, toda la abrumadora fatiga del poder absoluto, sin compensación alguna ni de vanidad ni de dinero, ni siquiera del placer especial que se puede tener en manejar a las masas”. “Hago fríamente mi deber”… Asceta para Charles d’Ydewalle “es un verdadero doctor y que da consejos, médico y confesor, práctico y canonista”… Según Indro Montanelli “sirve al Estado como los sacerdotes cuando son buenos, sirven a la Iglesia”. “Como no me preocupan la riqueza y los honores, como no me gusta mandar, siempre he trabajado sin exaltación”, le dirá a Christine Garnier, autora de la afamada obra “Vacaciones con Salazar”. El filósofo Gustave Thibon, congenia con el gobernante campesino. Comenta: “Un campesino es esto: el hombre paciente y recogido que trabaja en colaboración con las fuerzas eternas de la naturaleza y de la vida, el hombre que, en medio de las tormentas artificiales que sacuden al mundo, vela sobre las raíces y sobre la realidad interior, sobre el alma de una nación”. En fin, el autor de esa recopilación de impresiones personales, Ploncard d’Assac, indica que esa labor de empirismo organizador, de política evolutiva, “exige una gran modestia en el hombre que la conduce, o, si se quiere, el supremo orgullo de atenerse más a la verdad que a sus propias ideas”. Y eso que sus ideas no eran concepciones baladíes o triviales. “Yo era —dirá— un muchacho con una idea seria”. Solo en la vida, sin padres, sin hijos, sin fortuna, sin ambiciones, su idea seria, será el bien de su Patria por la vía del orden sereno.

Un ejemplo de su firmeza lo brindó el 8-09-1936, cuando dos naves de la flota portuguesa de maniobras en el Atlántico, el aviso ‘Albuquerque’ y el torpedero ‘Dào’, se amotinaron para unirse con los rojos de España (cf. Fr. M. de la Sainte Trinité, Toute la Verité sur Fatima, Saint-Parres-les-Vaudes: CRC, t. II, 1984, p. 268); Salazar ni dialogó ni pactó, ordenó rendirlos, bombardearlos o hundirlos, porque la marina lusitana no puede enarbolar otra bandera que no sea la de Portugal. Los amotinados entraron en razón y la nación se salvó de entrar en la tempestad española, como también, pocos años después, por su neutralidad, se guardó de los horrores de la II guerra mundial. Este hecho ejemplifica su convicción de que “los gobiernos deben ser tan fuertes que no necesiten ser violentos”.

Muy importante es la relación de sor Lucía dos Santos con el primer ministro debida a la injerencia de N.Sra. de Fátima en la historia del s. XX y en lo que va del XXI y específicamente en la de Portugal (referencia extraída del libro de Fr. F. Ma. des Anges, Soeur Lucie. Confidente du Coeur Immaculé de Marie, Saint-Parres-les Vaudes: CRC, 2014, pp. 359-370). Al concluir la II guerra mundial, los aliados le exigieron a Oliveira Salazar el cambio del régimen por él implantado en 1932 en una democracia liberal. Muy fatigado,  además porque se le abría un frente interno civil, militar y religioso,  entonces se manifestó más directamente la Divina Providencia por mediación de sor Lucía de Fátima, que le hizo llegar, salvadas las debidas jerarquías de su obispo y del Cnal. Patriarca, la voluntad del Buen Dios que lo ha elegido para que continúe rigiendo Portugal. Lo cierto es que ganó las elecciones y siguió gobernando el país para “hacerlo vivir como es su hábito”.

De paso para Vimieiro, donde había nacido y conservaba una modesta casa de campo, aprovechaba para visitarla en el convento, consultarla o hablar largamente con ella por teléfono y suplicarle sus plegarias para resolver asuntos muy complejos y delicados tomando decisiones justas, aunque duras.

Conocido el personaje pasemos, pues, brevísima revista a lo más saliente de su pensamiento, el cual, por su valor clásico, merece ordenarse como aforismos, sin parafraseos.

Política

Represento allí (en el ministerio de Finanzas, 1928) un principio: el de una política de verdad y de sinceridad, opuesta a una política de embuste y de secreto”.

El pueblo es serio. La vida es seria. El trabajo es cosa seria” (1934).

“Mantendremos nuestras posiciones y emplearemos la misma táctica: tener siempre razón; disponer de la fuerza; conservar la iniciativa política. Pienso que en estas condiciones, siempre estará asegurada la victoria” (1936).

“Estudiar en la duda, realizar en la fe” (prefacio al libro de Antonio Ferro).

“No nos guiamos por la idea de la perfección, sino por la más modesta de lo esencial y lo posible” (1933, constitución la Unión Nacional).

“La política se hace mucho con el sentimiento, y muy poco con la razón… No hay regímenes eternos, no hay regímenes perfectos; no hay regímenes universales… hay regímenes estables e inestables… hay unos que sirven y otros que perjudican a las naciones” (1949).

“¿No corremos ningún riesgo? No más riesgos que los que son inherentes a toda empresa humana” (1951).

Pesimismo político

“No se gobierna a ángeles en el espacio, sino a hombres sobre la tierra, que son como son y no como algunos quisieran que fueran” (1958).

“En las razas, en las nacionalidades, hay dos clases de defec­tos: los defectos naturales que pueden ser combatidos pero jamás extirpados violentamente… y los defectos incrustados, los vicios adquiridos que son sobre todo vicios de educación, de mentalidad” (diálogo con Antonio Ferro).

“¿A dónde va? No lo sabe a ciencia cierta. Sólo le preocupa el presente, éste es el fundamento del porvenir” (Serstevens).

“El concepto que tenemos de la vida seria, no implica un gesto huraño, un humor fúnebre, un espíritu en actitud de tra­gedia. Aunque la vida sea dura, y lo es para todos en esta hora, lo único que se quiere es ver que las cosas serias se traten con gravedad, nada más. Es necesario el reposo, por otra parte tan sagrado como el trabajo, el buen humor y si es posible la ale­gría y la risa, para la salud física y moral, para un rendimiento completo de la máquina humana… el optimismo es necesario en la acción… puede multiplicar la energía de los hombres si no está desprovisto de buen sentido— pues de lo contrario toma otro nombre” (1940).

“Mi único dolor es no haber aprendido más para equivocar­me menos” (1941).

“Hay un factor de imperfección en toda organización huma­na, y sobre todo en una organización que afecta los intereses más cuantiosos: el egoísmo. —Ciertamente, hay hombres san­tos, pero los hombres no son santos… La manera más sencilla y más hábil de resolver un problema humano, es encontrarle una solución que tenga en cuenta los egoísmos. Pero esto no es siempre posible, desgraciadamente, y es necesario entonces hacerles frente e intentar dirigirlos o dominarlos con la mayor energía” (1942).

“No soy de los que creen que hay una verdad política, pero creo firmemente que hay unas verdades políticas (1943, Discursos).

“La ingenuidad de los hombres parece no tener límites y la experiencia de los demás no sirve para nada en la vida, porque cada quien pretende hacer su propia experiencia” (1965).

“Comprendí entonces que Salazar quería para su pueblo ese ideal de vida sencilla y dichosa. Otros habían sonado con gran­diosas y sangrantes epopeyas, él simplemente quería asegurar en toda la medida de lo posible, la dicha de este mundo para su pueblo. Por eso era al mismo tiempo prudente, flexible, valeroso, liberal y autoritario” (conclusión de Ploncard d’Assac)

Providencia. Iglesia y Estado

“Yo no creo en el destino Yo creo en la Providencia. Es Ella la que desde hace tantos años me ha encomendado un trabajo contrario a mis gustos” (a Christine Garnier).

“La política de la Iglesia no es la política de la nación. Conviene distinguir la política de los católicos, cuando hacen la política de la Iglesia, de la política de los católicos, cuando hacen la política de la nación. La primera la hacen en colabo­ración con la Iglesia; la segunda, independientemente de ella (aunque subordinada a los principios de la moral); en todo caso, como miembros de la sociedad política a la que pertene­cen” (1922).

La Constitución de 1933 “permitió atribuirle a la Iglesia, en la constitución de los hogares y en la formación de la juventud, la parcela de misterio y de infinito que exige la conciencia cris­tiana y que no podríamos reemplazar sino con despreciables falsificaciones”… “la Iglesia se rige a sí misma mejor de lo que lo haría el Estado a través de su burocracia… El Estado se abs­tendrá de hacer política con la Iglesia, seguro de que la Iglesia se abstiene de hacer política con el Estado. Puede y debe ser así… porque la política corrompe a la Iglesia… Estimo que es peligroso para el Estado llegar a tener la noción de un poder tal que le permita violentar al cielo; e igualmente pienso que es irracional que la Iglesia, basándose en la superioridad de los in­tereses espirituales, busque extender su acción hasta influir en que el mismo Evangelio quiso confiar al César” (1940, discurso por el Concordato).

Régimen constitucional

“El problema del régimen (monárquico o republicano) obstruye y envenena la marcha del gobierno de Portugal. Es necesario hacerlo a un lado, pero sin subterfugios… hay problemas esenciales para la vida de la Nación que exceden, disminuyen, que casi ridiculizan el problema del régimen. Trabajemos, por tanto, dentro de las instituciones actuales sin romanticismo ni fantasía La Unión Nacional se hizo precisamente para destruir el espíritu de partido o de facción en donde lo haya” (diálogo con Antonio Ferro).

Función del Estado

“Considerar el Estado como el ministerio de Dios para el bien común (1924).

“La tempestad revolucionaria que agita al mundo y amena­za los fundamentos del orden social, impone como la primera de todas las necesidades, la de apoderarse del poder público, conquistar el Estado y defender con intransigencia las posicio­nes del orden” (Prólogo al libro de Ferro).

Libertad. Censura. Liberalismo

“El Estado debe ser tan fuerte que no necesite ser violento” (Discursos).

“Gobernar, es proteger a las gentes contra sí mismas” (declaración a Max Fischer, 1937).

“La autoridad absoluta puede existir, la libertad absoluta no existe nunca. La libertad garantizada por el Estado, reglamen­tada por la autoridad, es la única posible” (Diálogo con Antonio Ferro).

“La autoridad no existe nunca para sí misma, sino para los demás; no es la propiedad, es una carga… Su acción debe ser justipreciada porque el error es posible, pero hay menos perjui­cio en no dejarse criticar que en no hacerse obedecer” (1936).

“Si la democracia consiste en el nivelamiento por la base, en la negación a admitir las desigualdades naturales; si la demo­cracia consiste en creer que el poder tiene su origen en la masa y que el Gobierno debe ser obra de la masa y no de la élite, entonces, efectivamente, pienso que la democracia es una fic­ción — No creo en el sufragio universal, porque el voto indivi­dual no toma en cuenta las diferencias humanas. No creo en la igualdad sino en la jerarquía… El liberalismo es una mentira. No creo en la libertad sino en las libertades. La libertad que no cede ante el interés nacional es una libertad que se llama anar­quía y que destruirá a la nación. —Asimismo, un Estado cuya soberanía no está limitada por la moral y el derecho, es totali­tario y nosotros no lo admitimos” (declaración a Serge Groussard, 1958).

Fascismo

“Quisieran, dice, hablando de los jóvenes nacionalistas por­tugueses, quisieran vivir una vida intensa, frenética. Las demos­traciones grandiosas y tumultuosas de la vida alemana o italia­na, el estilo de Hitler y de Mussolini fascinan su imaginación. ¡Ansían que yo los inflame en una especie de rencor sagrado, que los dirija bravamente contra sus enemigos! Ese no es mi objetivo: Quiero normalizar a la nación… Porque el nacionalis­mo no es una voluntad desordenada de poder, sino todo lo contrario: es la voluntad de mantener y desarrollar en una na­ción lo que es necesario para la vida normal, para la vida co­mún… No somos una fuerza destinada únicamente a batirse; ¡somos una fuerza destinada a vencer y a mantener intacta la victoria!” (1938, a Henri Massis).

El fascismo es “una corrupción de la política realista — la política del hecho consumado, la política de la fuerza… no basta la fuerza… también la razón tiene su fuerza” (1938).

Guerra. Paz. Neutralidad

“Creemos que la guerra es un mal, hasta cuando es una necesidad, pero sabemos que hay peores males para los pueblos porque los hay que van más allá de la muerte y la miseria: tales son el deshonor y la postración”. “Saludo a los soldados a aquellos para quienes el honor es servir, y para quienes el deber también se llama muerte… palabra tremenda y gloriosa (1940).

“Nosotros no tenemos ningún interés propio y directo que defender en él (el conflicto mundial)… debemos ser todos como uno solo frente al mundo” (1939,1940).

“Cuando la nación se borra del espíritu, como el valor primordial que defender, ya no hay soldados, ya no hay ejército, sino simplemente bandas armadas. La unidad nacional es la condición de la unidad del ejército; por su parte, el ejército es el último cuadro que defiende los destinos y la conciencia de la nación en las más graves crisis. Estos conceptos explican muchas cosas de la historia de nuestro tiempo. —Como se ha llegado a la conclusión de la imposibilidad de conducir en Europa una guerra de fronteras, las dos más grandes potencias de la tierra proclaman que están de acuerdo para proponer a las demás la lucha contra la guerra, contra la propaganda belicista, contra el armamento convencional o no. Comprendamos bien los términos de la combinación, se prohíben las guerras que no tendrán lugar, pero se estimularán las guerras que se seguirán desarrollando. Se reclamará el derecho de intervenir en los asuntos de los demás en el plano ideológico, el de la ayuda
financiera y política, el del suministro de armas el de la preparación de núcleos subversivos en territorios extranjeros en las guerras de religión de nuestro tiempo” (1962)

Comunismo. Sovietismo

“El comunismo penetra por conducto de los medios intelectuales, es profesado por snobismo por los detentadores de la fortuna, y no tiene que ver gran cosa con la historia o la pobreza. Se presenta y se extiende como una filosofía integral del hombre y de la vida y gana sus adeptos independientemente de sus medios de existencia” (1959).

Lo que intenta realizar es la desintegración de los valores eficientes de una civilización este género de guerras que se llaman psicológicas reemplazan ahora a las luchas armadas, pero no pueden alcanzar los mismos objetivos sino en el caso de que la nación no conserve los nervios bien templados, como es necesario. No digo que las armas no sean también necesarias, pero hay que comenzar por poseer un alma fuerte, segura de su verdad, es decir, una doctrina, una conciencia y la decisión de no dejarse derrotar” (1959).

“Batir al comunismo en el interior de las fronteras y coexistir con él en el plano internacional” (1953). “La fuerza del proselitismo que lo anima, exige y nos ordena que se emprenda de inmediato una acción interior, quiero decir, una acción capaz de reunir los espíritus alrededor de un sistema de ideas que los inmunice y los proteja porque la represión es por sí misma incapaz de resolver todas las dificultades” (1952).

“El mundo está profundamente minado por las fuerzas subversivas. Poco importa valuar su mayor o menor afinidad con la doctrina comunista; Rusia misma no mide siempre con tal afinidad la protección que les da” (1948).

“El comunismo no ha muerto ni ha sido desarmado, proseguirá la lucha a la luz del día o a la sombra de las sociedades secretas, siempre presto a revivir y a infiltrarse en la medida en que se lo permitan la debilidad de las naciones y la locura dé los hombres” (1939).

“Tenemos por ideal rechazar el materialismo de nuestro tiempo… Por el espiritualismo —fuente, alma y vida de nuestra historia— estamos separados sin remedio de una civilización que retorna científicamente a la jungla. Nos rehusamos a alimentar de ilusiones a los pobres, pero queremos, a todo precio, preservar de la ola que invade al mundo, la sencillez de la vida, la pureza de sus costumbres, la dulzura de sentimientos, el equilibrio de las relaciones sociales, el aire familiar, modesto pero digno, que es el propio de la vida portuguesa. Y más allá de estas conquistas o reconquistas de nuestras tradiciones, está la paz social que pretendemos salvar… Estamos contra todas ‘as grandes herejías de nuestro tiempo Pensamos que las naciones están a punto de malbaratar su patrimonio moral. Si el mundo no conoce un largo período de espiritualismo, de virtudes cívicas y morales, no creo que vaya a ser posible vencer las dificultades de nuestro tiempo (1937).

Capitalismo. Técnica. Desarrollo

“La libertad no sabe limitarse o disciplinarse a sí misma. Cualesquiera que sean las ventajas que implique la competencia, no hay duda de que no constituye una fuerza económica permanente, porque tiende a su autodestrucción, y tampoco la colectividad se beneficia con sus ventajas sin perjuicios notables la plutocracia es esa especie híbrida, intermediaria entre la economía y la finanza, flor del mal del peor capitalismo, los regímenes democráticos se prestan, más que ningún otro, a las componendas, a los entendimientos, a las complicidades confesadas o inconscientes con la plutocracia. La manera más fácil de mantener al Estado al abrigo de la corrupción plutocrática, es no ponerlo en la necesidad de ser corrompido… Cuando los grandes y los pequeños productores discutan frente a frente los intereses de la producción, y cuando la masa obrera organizada pueda hacer oír su voz, entonces se verá que no hay ya lugar para el plutócrata ni para sus negocios… La organización, en sus diferentes aspectos, habrá librado al trabajo
del despotismo del dinero y habrá llevado al dinero a servir modestamente al trabajo” (1932, Discurso de las Corporaciones).

“La técnica no puede situarse por encima de la política por la sencilla razón de que sin política aquélla no existiría o no podría trabajar” (1958).

“Entramos en una época en que la política está dirigida por la economía… Pero es un error creer que todas las sociedades humanas pueden comenzar su desarrollo económico por la industrialización y de que todos los pueblos pueden alcanzar el mismo grado de industrialización, o más aún, que la economía puede estar fundada, no sobre el trabajo propio, no sobre la técnica propia o importada, sino sobre la generosidad de los demás… Hemos trabajado mucho, y en una época en la que se habla tanto y en la que todo parece depender de subvenciones y de ayudas técnicas, podemos decir que hemos trabajado solos. No debemos nuestro progreso a subsidios o a favores especiales de ningún país. El capital y la técnica no se inventan: se les importa o se les crea. En cuanto a mí, preferiría ir un poco más lentamente, en el marco de una vida modesta, antes que exponer al país a sujetarse a nuevas formas de colonización extranjera”(1965, 1966, 1968).

Nacionalismo

“Las instituciones y las leyes deben funcionar de tal manera, que obliguen a ser patriota por necesidad a cualquiera que no lo sea por disciplina o por virtud” (1936).

“Soy partidario del nacionalismo económico… es imprudente abandonar en manos extranjeras algunas posiciones claves de la economía de un país… Un país que aprecia su independencia, debe guardarse de crear puntos vulnerables, tanto en sus finanzas como en su economía. El Estado ha podido formar, por el contacto con sus propias realizaciones, a los técnicos de que tenía necesidad; y el capital portugués, agregándose a los excedentes de las cuentas públicas, ha permitido hacer frente a todas las necesidades” (1945).

“Política es la acción que tiende a crear la conciencia nacional de los problemas… Se diría que algunos países están cansados de su existencia como naciones independientes” (1956).

“Soy nacionalista. Creo que una antigua nación es semejante a un ser humano. Puede fraternizar con los demás, pero su alma y su cuerpo permanecen intangibles, y no hay ser humano que no conozca, al filo del tiempo, necesidades de soledad, de originalidad en la acción o en el pensamiento” (1958).

“Las Naciones Unidas son inútiles, debo añadir que son nocivas. El gobierno no puede pedir perdón por considerar la existencia de la Patria como una cosa fuera de discusión” (1961).

Tal la médula conceptual de este orden sereno y sólido con el que Oliveira Salazar configuró a su país. Lo elaboró desde la soledad invulnerable e incorruptible de su estilo personal. En 1949 exponía este ‘Testimonio”: “Soy un hombre independien­te. Jamás busqué clientelas políticas. Soy, en la medida de lo posible, un hombre libre. He sido humano. He podido ins­truirme. No tengo ambiciones. No deseo ascender más alto, con la clara serenidad de un espíritu en busca de la verdad, y de una conciencia que busca el camino de la justicia, conside­ro que puedo dar testimonio”. Ninguno de sus sucesores estuvo a la altura de las circunstancias y el sencillo Portugal se normalizó conforme a los modelos en boga en la Europa de la De­cadencia Con las armas de los soldados desertores, con la rebelión de las masas, se trató de injuriar a la Dictadura “más ho­nesta, más juiciosa y más mesurada de Europa” (Bainville). Su nombre y su obra aparecen, por esos motivos, un tanto olvida­dos hoy. Pero son ataques y amnesias estériles y pasajeras. “La razón no depende del número, y la justicia no varía con el va­lor material de las causas”, había afirmado Salazar en 1954, añadiendo que “a fin de cuentas nunca se sabe hasta dónde pueden repercutir los ecos de una voz, aunque se tenga la im­presión de predicar en el desierto”. Portugal, Europa, Occiden­te en general, tienen todavía mucho que aprender de la lección dejada por este profesor cristiano, patriota, modesto y pruden­te. Los ecos de su serena voz persistirán por sobre el bullicio inútil y negativo de las “naciones cansadas”.

ENRIQUE DÍAZ ARAUJO

 

Fuente: Enrique Díaz Araujo, “Salazar: el orden sereno” en Verbo 220, Buenos Aires 1982, 74-86 (el artículo se reproduce como fue publicado con dos agregados posteriores).

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