La destrucción del templo de Serapis suele ser citada como ejemplo de la barbarie y el fundamentalismo de los cristianos de la antigüedad que provocó la desaparición de la cultura clásica y la llegada del “oscurantismo”. Gracias a Edward Gibbon también se tiene la errónea idea de que los cristianos al destruir el templo también destruyeron su biblioteca, que históricamente se la asoció como una de las bibliotecas subordinadas a la gran biblioteca de Alejandría. Esta asociación hace que automáticamente se identifique a los cristianos como los verdaderos responsables de la destrucción de la biblioteca de Alejandría. La idea se popularizó a lo largo de los años y fue tomada por el presentador de TV Carl Sagan para un segmento de su programa Cosmos. También es repetida en la película de Alejandro Amenábar, Ágora. Ambos asocian a la filósofa neoplatónica Hipatia con esta biblioteca y tanto Sagan como Amenábar son cuidadosos al dejar a un lado la mención del templo de Serapis, o el hecho de que no están hablando de la famosa biblioteca, sino de una biblioteca “hija” que de todas formas, no fue destruida por los cristianos y no tuvo nada que ver con Hipatia.

La realidad es que nunca hubo una biblioteca dentro del templo cuando este fue parcialmente destruido por cristianos en el año 391. En un momento de la historia albergó una biblioteca que se decía estaba asociada a la biblioteca del Mouseion, la famosa gran biblioteca. La biblioteca principal, la del templo de las Musas, fue probablemente destruida en el siglo III en una serie de asedios y desastres naturales en el que no se encuentra ningún cristiano involucrado. Sin embargo la biblioteca del Serapeum siguió funcionando por un tiempo. Probablemente esta haya desaparecido luego del saqueo perpetrado por el patriarca arriano Jorge de Capadocia al templo, en el que se relata que este lo despojó de sus ornamentos y otros objetos de gran valor, y seguramente también de los libros de su biblioteca. Esto se puede confirmar más tarde en el relato del historiador Amiano Marcelino en su Res Gestae, en el que describiendo al templo menciona en tiempo pasado que este albergó alguna vez una biblioteca, insinuando que esta ya no existía en su tiempo.

Otros indicios de que no hubo tal biblioteca se encuentra en el hecho de que ninguna de las cinco crónicas que relatan la destrucción del templo hacen mención a la destrucción de libros o de una biblioteca. Los relatos son preservados en los trabajos de Rufino de Aquilea, Sócrates Escolástico, Sozomeno, Teodoreto y el sofista pagano Eunapio de Sardes. Es extraño que si supuestamente hubo una biblioteca destruida por cristianos, Eunapio de Sardes, un notorio anticristiano, no haya mencionado nada sobre esto. En su “Vida de los Filósofos” describe detalladamente la destrucción perpetrada por “ignorantes monjes cristianos” que para él eran “hombres en apariencia que llevaban una vida de cerdos” “atando a la raza humana al culto de los esclavos”. La destruccion de una biblioteca hubiera fortalecido aún mas su narrativa anticristiana, sin embargo no menciona nada sobre este supuesto hecho.

El mito fue inventado y perpetrado por el autor inglés del siglo XVIII Edward Gibbon en su magnus opus “Historia de la decadencia y caída del Imperio romano”. Gibbon, influenciado por la narrativa anticlerical de filósofos franceses como Voltaire, en una clara muestra de distorsión de los hechos, narra cómo los cristianos “destruyeron la valiosa biblioteca de Alejandría” demostrando categóricamente que los cristianos no les gustaba nada que tuviera que ver con el conocimiento y la cultura. Cualquiera con una base de estudios de la historia, principalmente medieval, se dará cuenta enseguida que esto es completamente falso y el cristianismo de hecho a través de sus monjes preservó una gran cantidad de trabajos que de otra manera hubieran desaparecido junto con el imperio en occidente.

La narrativa de Gibbon fue tomada en seguida por otros autores y sobrevivió en el siglo XX, donde tuvo un ímpetu al ser tomada por el presentador del programa Cosmos Carl Sagan. Sagan distorsiona aún más la narrativa incluyendo a Hipatia en la historia como la directora de esta biblioteca ficticia y en una increíble demostración de disonancia cognitiva reporta que la biblioteca fue destruida después del asesinato de la filósofa, algo que claramente no es cierto en el hecho de que el templo de Serapis y la supuesta biblioteca fueron destruidos en el año 391 e Hipatia fue linchada y asesinada en el 415.

La cosa no termina y la narrativa neogibboneana de la destrucción de la biblioteca y su asociación con Hipatia es tomada por el director Alejandro Amenábar en su ridícula película Ágora, en el que relata groseras falsedades históricas como el hecho de Hipatia descubriendo las trayectorias elípticas mil años antes de que Tycho Brahe pasara 30 años catalogando la posición de las estrellas y los movimientos planetarios para luego ser recopiladas en las tablas rudolfinas de Johannes Kepler. En la película también se encuentra Hipatia siendo la directora de esta biblioteca y por supuesto, la biblioteca siendo destruida por sucios e ignorantes pueblerinos cristianos.

Por qué fue destruido el templo en realidad?

A pesar de la idílica narrativa que nos cuentan Sagan y la película de Amenábar hay mucho más que se evita decir por obvias razones. Sin duda decir que el templo fue ordenado destruirse luego de que este sirviera como refugio a un grupo de terroristas paganos liderados por prominentes filósofos neoplatónicos que secuestraban, torturaban y asesinaban cristianos ahí dentro hubiera socavado por completo la trágica historia de Sagan y Amenábar de que los cultos y pacíficos paganos fueron perseguidos y masacrados por violentos, oscurantistas y sucios cristianos.

De las crónicas que existen sobre esto la más consistente es la de Rufino de Aquilea. Sozomeno depende cronológicamente del relato de Rufino y Teodoreto recurre a la narración de Escolástico, que sufre algunas inconsistencias, entre ellas un supuesto edicto promulgado sobre la destrucción de templos. El relato de Sócrates fue escrito entre el 439 y 443 y comienza con un edicto de Teodosio I permitiendo la destrucción de templos en la ciudad de Alejandría. Este dato es problemático, ya que no se conoce ningún edicto promulgado por una legislación imperial sobre la destrucción de templos en el Codex Theodosianus, y no hubo una política oficial de destrucción de templos antes del año 435 ni tampoco existe un precedente de poderes especiales siendo otorgados a obispos locales para que perpetuaran la destrucción de estos templos. Lo que sí hubo fue un edicto promulgado en Alejandría el 16 de Junio del 391 en el que se prohibía los sacrificios y el acceso a templos. Esta ley no llamaba a la destrucción de templos y de hecho, parece que fue promulgado después de los eventos del Serapeum.

Sin embargo los relatos coinciden en una cosa. La violencia que derivó en la subsecuente orden de destruir el templo involucraba a un grupo de radicales paganos liderados por Olimpio, un filósofo neoplatónico de la corriente de Jámblico que secuestró el templo luego de un violento enfrentamiento contra los cristianos en las calles de la ciudad. Además el relato de Escolástico es significativo porque durante sus estudios en Constantinopla conoció y tuvo como maestros a dos de los paganos involucrados que se jactaban orgullosamente de haber matado determinado número de cristianos.

El relato de Rufino comienza con el proyecto del Patriarca Teófilo de renovar una Basílica abandonada donada por Constancio II, que anteriormente había servido como templo. Durante las renovaciones se encontraron habitaciones subterráneas y cuevas que servían propósitos religiosos, en el que se encontraron figuras de ídolos que después Teófilo ordenó desfilarlos a modo de burla por las calles. Esto enfadó a varios paganos provocando un enfrentamiento callejero entre estos y los cristianos. Luego los paganos, liderados por el filósofo Olimpio, tomaron refugio en el templo abandonado de Serapis, y con él estaban también otros neoplatónicos como Amonio, Heladio, Paladas y Claudiano. Sócrates menciona cómo sus maestros de gramática Heladio y Amonio se jactaban de sus crímenes con Amonio declarando haber matado a 9 cristianos. En el templo estos paganos comenzaron a capturar cristianos de las calles, obligándolos a realizar sacrificios y quienes no cumplían se les torturaba rompiendoles la tibia, pinchandolos con horquillas o cruficiandolos hasta que murieran. Una de las víctimas fue el célebre retórico cristiano Gesio.

Esto llamó la atención de las autoridades de la diocesis de Egipto, Evagrio el Praefectus Augustalis y el Comes Aegypti Romanus. Estos intentaron exigir explicaciones a los paganos de sus actos pero estos se resguardaron y levantaron barricadas en la entrada al templo lo que provocó que los romanos asediaran la fortificación por varios días. Las autoridades egipcias escribieron un reporte al emperador quien responde con un rescripto en el que se lee en voz alta que Teodosio declaraba que los cristianos asesinados sean considerados mártires y que los perpetradores sean perdonados, mientras que también ordena la destrucción directa del templo y de sus ídolos. Ante la orden de perdonar a los asesinos, muchos ciudadanos cristianos ofendidos asistieron a los soldados a asediar y destruir el templo, destruyendo la estatua de Serapis y desfilando cada fragmento por la ciudad para luego finalmente ser quemados. Rufino insinúa que el templo no fue enteramente destruido como indica varias narraciones del periodo árabe en el que describen la columnata del antiguo templo aún en pie insinuando que el templo fue gradualmente desmantelandose en lugar de ser inmediatamente destruido.

Es un hecho que, en el mundo del mediterráneo antiguo, se vivía mucha violencia. Los cristianos eran parte de esta cultura y al igual que los paganos eran propensos a hechos violentos desagradables. Esto no es excusa para querer inventar una narrativa ficticia donde los malos siempre serán los cristianos y los buenos el resto. Así no funciona la historia. Los hechos violentos perpetrados por cristianos no corresponden más que al tenso ambiente político y cultural en el que se vivía dentro de la región. Nadie menciona por ejemplo el linchamiento y asesinato del patriarca Jorge de Capadocia por un grupo de paganos molestos, los disturbios en Antioquía del 387 que dejaron varios muertos, la masacre de Tesalónica del 390, la golpiza que sufrió el estudiante cristiano Paralios por atreverse a criticar a su maestro pagano Horapolo en el 512 y las matanzas perpetradas en los disturbios de Niká en el 532. Antes de que hubiera cristianismo el regente de Ptolomeo V, Agatocles fue linchado y descuartizado junto con su hermana por una turba furiosa en Alejandría en el siglo III aC. Los romanos realizaban pogromos contra los judíos de Alejandría en el siglo I que dejaba cientos de muertos, masacraron druidas en Anglesey y los emperadores romanos periódicamente expulsaban astrólogos caldeos de las ciudades y algunas veces filósofos. El cristianismo era sino una faceta más de este mundo violento e injusto, y las legislaciones anti paganas que adoptó no son más que la continuación de los decretos paganos que se promulgaban contra otros grupos como los judíos, maniqueos, los bacanales o los caldeos. Culpar a los cristianos de todos los males de aquellos tiempos es desconocer completamente el contexto de aquella realidad. Distorsionar la historia para alimentar un resentimiento y un prejuicio contra los cristianos no hace más que despejar cualquier atisbo de razonamiento lógico.

Leo González

Publicado en www.myriobiblon.wordpress.com -23/01/2021

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