La llamada memoria democrática le está jugando una mala pasada a sus promotores. La excavación de la fosa del Mas de Santa Magdalena, un hospital de campaña de la Guerra Civil en Mora del Ebro, en Tarragona, está revelando que un 30 % de los soldados enterrados eran miembros de la llamada «Quinta del Biberón», hoy silenciada, la de los niños reclutados por la Segunda República para morir en el frente cuando la guerra ya estaba perdida.

Actualmente, se han localizado 84 cuerpos, 69 de los cuales ya han sido exhumados y el director de la excavación, Sergi González, prevé como mínimo tres meses más de trabajo en los que esperan ir encontrando muchos más restos de soldados republicanos, «a un ritmo de entre 5 y 8 cuerpos nuevos a la semana», asegura.

¿Quienes eran estos chicos, encuadrados bajo la denominación de la «Quinta del Biberon»?

La derrota republicana ya se sabía inevitable. Desesperados por la marcha de la guerra, los dirigentes republicanos (Azaña, Negrín, Companys) decidieron en abril de 1938 reclutar a menores de edad (muchos de ellos de apenas 17 años) que jamás habían empuñado un fusil para engrosar las filas del Ejército Popular. «Resistir es vencer», proclamaba Negrín. El hecho es que la Segunda República sacrificó a miles de adolescentes en la Batalla del Ebro.

Solo les pidieron que llevasen de sus casas un plato, un cubierto, una cantimplora y una manta. El decreto fue enviado a 27.000 de ellos; en unos días estaban en el frente. Más de 5.000 chavales perdieron la vida en aquellos barrancos. Muchos cayeron heridos. Otros fueron hechos prisioneros. Los supervivientes tuvieron que hacer además el servicio militar durante 5 años en el ejército vencedor.

Niños imberbes, en alpargatas, sin instrucción militar alguna, con un viejo Mauser a la espalda, fueron enviados a las trincheras, a librar la más dura de las batallas de la guerra civil. Aquellos chicos murieron de España, como decía Unamuno.

Nadie habla de ellos. No existen. Sobre su historia no parece haber interés en desentrañar «memoria democrática» alguna, sencillamente porque no deja de ser un dedo acusador contra la intocable Segunda República, que anticipó, en aquella leva, la de las juventudes hitlerianas en el frente de Berlin. Como ellos, fueron carne de cañón. Companys y Negrin no dudaron en enviarles a una muerte más que probable, con el beneplácito del mismísimo Azaña, que en Julio desde mismo año de 1938 lanzaría su célebre y último discurso como Presidente de la República desde el Ayuntamiento de Barcelona…paz, piedad, perdón. Nadie sintió piedad por aquellos chicos enviados al frente del Ebro.

El periodista Víctor Amela publicó hace un años la historia de esos quintos en Nos robaron la juventud, un libro tan estremecedor como demoledor.

Contaba Soto Ivars, en un artículo del libro, que en el término municipal de Vilalba dels Arcs, en la Terra Altahabía un Vía Crucis con 59 mojones de piedra en los que aparecían grabados los nombres de otros tantos requetés caídos en el intento de tomar una posición. Las juventudes de Arrán los demolieron en 2015 a mazazos, borraron los nombres de los caídos, hicieron pintadas de odio y desperdigaron los cascotes por el lugar. Luego subieron la dudosa hazaña a las redes sociales. En fin, como dice el refrán, a moro muerto, gran lanzada. Probablemente esas mismas juventudes ya no tengan memoria de la «Quinta del Biberón», ni les importe.

Publicado en Rebelión en la Granja – 04/04/2021

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