El pasado 15 de marzo, nuestro flamante vicepresidente del Gobierno anunció que dejaba ese cargo para presentarse a las elecciones de la comunidad de Madrid, proponiendo como sucesora suya en el cargo a Yolanda Díaz. Recordemos que la presidenta de Madrid Isabel Díaz Ayuso había firmado el decreto de disolución de las cortes madrileñas el pasado día 10 de marzo hacia las 12:00 horas, por lo que las elecciones serían el día 4 de mayo.
Este anuncio de dimisión nos provocó a muchos españoles una gran sorpresa y una indisimulada satisfacción, simplemente por no ver representando a nuestro país en ámbitos oficiales, incluso internacionales, a un individuo de aspecto tan vulgar y apariencia contraria a la higiene oficialmente requerida en la actual pandemia.
Es necesario preguntarse las razones que pueden haber llevado a Pablo Iglesias a darnos una noticia tan grata, pero que puede llevar escondido un regalo inesperado. Y todo ello debemos analizarlo en clave electoral.
En primer lugar, hay que recordar que en los últimos procesos electorales españoles hay dos partidos cuyos resultados van en caída libre, que son Podemos y Ciudadanos. Todas las encuestas sitúan al partido de extrema izquierda en una posición cercana a recibir el 5% de los votos. Si tenemos en cuenta que precisamente ese 5% es el porcentaje mínimo de votos para tener representación en Madrid, una simple décima de más o de memos puede suponer para el partido morado la diferencia entre quedarse sin representación en la comunidad madrileña o disponer de 7 escaños. Este es uno de los motivos por los que el líder podemita, convencido de que un posible “efecto Iglesias” puede movilizar a los votantes de izquierdas, ha anunciado su candidatura.
Otra forma en la que Iglesias tenía pensado superar esa temida barrera del 5% consistía en su alianza con Más Madrid, el partido de su viejo camarada Iñigo Errejón. Pero esta organización se negó porque suponía reemplazar a su candidata Mónica García por Pablo Iglesias, un cambio difícil de aceptar por la candidata relegada, embarazoso de “vender” a sus votantes cuando el partido presume de feminismo y complicado de imponer por quienes presumen de una democracia interna participativa. Además, quizá me equivoque, pero creo que nunca hay que despreciar la capacidad de hacer la pascua de una ex como Tania Sánchez, actualmente en la Asamblea de Madrid por Mas Madrid.
El Partido Socialista esta fagocitando en su base electoral a Unidas Podemos, por lo que éste último partido necesita marcar distancias y diferenciarse del PSOE para aparentar ofrecer “otra cosa”. También ahí encontramos otra razón para la deserción vicepresidencial, entendida como forma de alejamiento y apuntalada por aparentes discrepancias, como la que se ha producido en la regulación de los alquileres ¿o es que de verdad alguien cree que el Sr. Iglesias, que tiene 5 inmuebles en alquiler, desea que se regulen y reduzcan las rentas?
La moción de censura en Murcia, que pretendía hacerse extensiva a Madrid y Castilla La Mancha ha sido una chapuza. Bien es cierto que la culpa de los fracasos ha sido de la escasa cohesión interna de Ciudadanos y de la rápida reacción de Díaz Ayuso, pero también es cierto que se trataba de una oleada de conspiraciones por parte de todos los partidos de izquierdas, incluido Unidas Podemos, que también participaba y que podía salir perjudicado de tan chapucero complot político. En este sentido la maniobra de Iglesias ha supuesto un golpe de efecto que ha hecho desaparecer toda referencia a esto y le ha permitido presentarse ante sus bases como un líder decidido capaz de disputar la presidencia al Partido Popular.
Resulta curioso que un vicepresidente dimita y deja ya nombrado quién ha de sucederle. Normalmente es el presidente del Gobierno quien toma, al menos formalmente, esa decisión. Sin embargo, Yolanda Díaz ya ha sido nombrada para tal cargo por el vicepresidente saliente. Esto redunda en lo mencionado sobre la apariencia de decisión de Iglesias y la necesidad de demostrar la autoridad de su partido respecto al PSOE. Además, en caso de fracaso electoral, deja perfectamente marcado el nombre de su sucesora.
Así pues, no quiero privar a nadie de la alegría de disfrutar de la ausencia gubernamental de Pablo Iglesias, pero hay que tener claro que se trata de una decisión perfectamente calculada en la que no existe altruismo alguno.
C.R. Gómez