Repsol es una compañía multienergética y ha defendido en más de una ocasión la neutralidad tecnológica. Todo ello frente al discurso imperante de la vicepresidenta cuarta y ministra de Transición Ecológica, Teresa Ribera, que se reduce a las energías renovables y la electrificación (incluyendo el coche eléctrico). Y es que en 2040 el petróleo seguirá siendo la fuente energética más consumida y la clave en el transporte.

Según la publicación ‘Perspectiva energética mundial’ (World Energy Outlook -WEO-) de la Agencia Internacional de la Energía (AIE), el petróleo representaría el 28,3% de la matriz mundial de energía primaria en 2040, manteniendo el liderazgo con 3,1 puntos menos que en 2019. Le seguiría el gas natural, con un 25,3%, subiendo 3,3 puntos; por lo que parece que los hidrocarburos tienen una larga vida por delante, pese al impulso ‘verde’. Tras estos, se colocaría el carbón (19,4%), que bajaría 6,8 puntos; la biomasa (10,6%); otras renovables (eólica y solar, entre ellas), con un 8,2%; nuclear (5,2%); e hidroeléctrica (3%).

Estos porcentajes reflejan como ante el gran reto de la descarbonización se necesita un amplio abanico de tecnologías que compitan entre sí en igualdad de condiciones, desde la neutralidad tecnológica. Un concepto por el que no ha apostado Ribera como saben y un buen ejemplo se puede ver en la gran presión fiscal que soporta la nuclear y en el calendario de cierres de los reactores, pese que produce energía libre de CO2, sigue siendo la primera fuente de generación eléctrica en España y garantiza el suministro. Además, a la vicepresidenta tampoco le entusiasma el gas natural, pese a que es una energía clave en la transición energética.

En la descarbonización se necesitarán todas las tecnologías, porque las energías renovables y la eficiencia energética no van a bastar para lograr los objetivos. De hecho, actualmente, la generación eléctrica renovable no puede dar solución a todas las necesidades de las necesidades energéticas en movilidad: por ejemplo, no hay soluciones eléctricas para los aviones (Repsol ya ha producido el primer lote de biocombustible para aviación –biojet– del mercado español y Airbus planea lanzar el primer avión propulsado totalmente con hidrógeno en 2035) ni para los barcos ni para el transporte pesado de largo recorrido por carretera. Asimismo, para lograr la misma energía que se concentra en un litro de combustible se necesita una batería de 36 kilos. Por tanto, el coche eléctrico seguirá siendo un 30% más caro que uno de combustión y necesitará subvenciones.

Al hilo de esto no hay que olvidar el tema de los denominados “metales raros” (lutecio, galio, cobalto, germanio, tungsteno, vanadio, antimonio, berilio, tántalo, niobio…), con los que se hacen baterías eléctricas de coches y de teléfonos móviles, aerogeneradores, supercomputadores, paneles solares, portátiles, pantallas de plasma, etc. Y ojo, porque China está concentrando el monopolio de estos metales, controlando la producción de explotaciones, sobre todo, en África, en condiciones infrahumanas y usando materiales ácidos altamente tóxicos para su extracción.

El refino de petróleo va mucho más allá de los combustibles para automóviles, elaborando productos que están presentes en nuestras casas, en la ropa, en la tecnología, en los quirófanos, en los materiales de protección sanitarios, etc. Asimismo, en el año 2050, la mitad del petróleo que se produzca y se refine no va a tener emisiones de CO2 en su uso. Además, el sector petroquímico seguirá siendo el principal vector de la demanda de oro negro y representaría el 60% de su crecimiento en 2030 y del 75% en 2040, pues la AIE estima que crezca en 3 millones de barriles/día (mb/d) y en otros 1,5 mb/d, respectivamente, hasta alcanzar los 17 mb/d. Una perspectiva que se ha revisado al alza, debido, en parte, al fuerte auge por el comercio electrónico, que ha supuesto una mayor demanda de materiales de embalaje.

 

Cristina Martín

Publicado en Hispanidad – 12/03/2021

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