El 16 de octubre de 1978 el mundo se sorprendía con la proclamación de un Papa no italiano, desde el neerlandés Adriano de Utrecht, preceptor de nuestro Carlos V, ningún otro había llegado a sentarse en la silla de Pedro. Karol Wojtyła (1920-2005) adoptaba el nombre de Juan Pablo II, para terminar con el trabajo inconcluso del papa Luciani.
La elección del Papa Juan Pablo II dio voz a una Iglesia del Silencio que descubría el telón comunista, y dejaba ver martirios, persecuciones, degradaciones y traiciones. El cardenal Wyszynski invitó al Papa a su patria y recibió la visita en 1979. Fue la primera visita de un Papa a un país del orbe comunista. Su visita unificó a la nación en torno a unos principios ligados con la dignidad humana y el amor a la patria. Juan Pablo II les habló en su homilía de Varsovia, de historia y cultura, de cómo en 1944 fueron abandonados por los aliados y aplastados por los nazis que devastaron la ciudad, pero en aquellas ruinas quedó la estatura de Cristo llevando la cruz. Polonia descubría a través de sus palabras su identidad y aquella visita tendría consecuencias. Su libro Memoria e Identidad tiene un fuerte calado metapolítico, para entender el pensamiento de Karol Wojtyla, nacido en el momento en que Polonia recuperó su soberanía.
Frente a los dos bloques, el papa polaco vio que el comunismo tuvo preocupación por lo social, pero a cambio eliminó la libertad de las personas y las sometió a un estado totalitario, violando sus derechos como personas. Sus principales defectos fueron la violación de los derechos del trabajador, la ineficiencia de su sistema económico y el vacío espiritual causado por el ateísmo comunista.
A su vez, frente al capitalismo triunfante, el Papa Juan Pablo II respondió con la encíclica, Centesimus Annus, conmemorativa de la Rerum Novarum. En ella atacaba los defectos del capitalismo salvaje, que por demostrar poder saciar a la sociedad de sus satisfacciones a través del mercado libre, excluía de ésta los valores espirituales. La sociedad de consumo entregada al placer de las adicciones producidas por las drogas, o la degradación del sexo sin amor. El utilitarismo como garante de la vida, donde el ser carente de utilidad como el no nacido, el enfermo crónico o el anciano pueden ser arrancados de la de forma legal. La defensa de los jóvenes países, explotados sus recursos naturales causando desastres ecológicos sin visión de futuro. Dos sistemas que fueron criticados por el papa santo porque reducían a la persona a la esfera utilitarista de lo económico y la satisfacción de su consumo, olvidando lo que le hace humano.
El pontífice polaco llegará a visitar 127 países y duplicará las relaciones diplomáticas existentes, llegando a 173 países.Su perfil lingüístico, llegará hablar diez idiomas, entender cuatro más y con conocimiento de otras cuatro lenguas, le permitirá una gran cercanía con los fieles. Su carisma con los jóvenes le pondrá en contacto con los problemas reales de aquella generación, desde la concepción de la persona humana, el amor y el sexo y la relación del trabajo con la dignidad humana.
Su experiencia vital como obrero manual, actor del teatro clandestino, sacerdote, y docente en la Universidad Católica de Lublin, le servirá para conectar con gran parte de la humanidad, excepto con los más intolerantes. Desde su encuentro en Marruecos con 50.000 jóvenes, hasta Manila, donde fue recibido por 7.000.000 de jóvenes, Juan Pablo II se convirtió en uno de los hombres más mediáticos, con autoridad moral y que fundamentó una verdadera geopolítica católica.
Ahora Polonia lo quiere como el gran restaurador de su país, el polaco más internacional de los tiempos, y los creyentes como el Papa que a través de su entrega y sus viajes, permitió la reevangelización del nuevo Milenio y restaurar los cimientos de una Cristiandad atacada en sus bases más firmes, la familia, la juventud, la vida y el trabajo, sencillamente llamando a los jóvenes a levantarse del sofá.