También la Francia moderna
Aunque se ha argumentado que con la Ilustración empezó a triunfar el espíritu igualitario universalista en Francia, ello no fue exactamente así. Voltaire, mito de la Ilustración, no pudo sustraerse a un “ambiente racial” que dominó la cultura francesa y llegó a afirmar que: “Observamos a los judíos con la misma mirada con la que miramos a los negros, o sea, como una raza inferior”. Tras la Revolución francesa el ideal de “igualdad” parecía dominar definitivamente la política francesa. Pero ello no quita que frecuentemente aparecieran intelectuales que defendieran una “República aristocrática”. Las constantes sacudidas revolucionarias desprestigiaron poco a poco la idea de “igualdad”. Como reacción a la experiencia de 1848, Joseph Arthur de Gobineau escribió el Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1853). De Gobineau proponía que la desintegración política que estaba sufriendo Francia se debía a una crisis racial. Las razas eran, para él, la clave para entender la evolución de la historia. Más aún, el declinar de Europa se debía a que la raza “aria” había perdido su posición de dominio. De Gobineau pretendía que restaurando a los arios (los aristócratas) en Francia se podría reconstruir la República.
Otro intelectual francés del siglo XIX que alcanzó gran fama fue Georges Vacher de Lapouge. Escribió tres obras a finales del siglo XIX para intentar demostrar que existían tres razas en Europa: la raza aria (Homo europaeus), compuesta por individuos altos y rubios; la raza alpina (Homo alpinus), de estatura media y pigmentación ligeramente morena; y la raza mediterránea (Homo contractus), de estatura baja, color oscuro y cabeza pequeña. Este autor francés proponía que en la especie humana la selección natural de la que hablaba Darwin era sustituida por una selección social. Pero que este principio de selección estaba operando al revés ya que la raza aria se estaba extinguiendo rápidamente. Proponía, por tanto, impulsar una “aristocracia aria” que permitiera la preservación de sus cualidades innatas como único remedio para la regeneración de Europa.
En el ambiente intelectual francés, a lo largo del siglo XIX, surgieron otros muchos pensadores que mezclaron el darwinismo social, el racismo y el nacionalismo. Alfred Fouillée intentó conciliar el contrato social con el bioorganicismo, proponiendo que la sociedad era un “organismo contractual”. Alfred Binet desarrolló en 1905 los test de Inteligencia para intentar demostrar que las razas poseían diferentes coeficientes de Inteligencia, aunque todo sea dicho de paso, Binet otorgaba gran importancia también a las cuestiones ambientales. Gustave Le Bon en su famosa Psicología de las masas utilizó el concepto “raza” como factor explicativo o Pierre Proudhom, en 1847, escribía sobre los judíos: “Esta raza lo envenena todo al entrometerse por doquier. Exigid su expulsión de Francia … El judío es el enemigo de la raza humana”.
Aunque en la Francia moderna no llegó a generarse un movimiento político racista consolidado, sí que estuvo latente en el ámbito cultural y científico. Además, fue parte de la cultura política, tanto en las derechas como en las izquierdas, el uso de los términos “civilizados” y “bárbaros” para establecer las distinciones oportunas entre el ciudadano francés y el indígena de las colonias. A inicios del siglo XX el famoso Premio Nobel de medicina (en 1912), Alexis Carrel, antes de su conversión al cristianismo, escribió L´Homme, cet inconnu. Fue un éxito de ventas en toda Francia y en ella defendía la eugenesia. Otro Premio Nobel francés (1913), Charles Richet, escribió La Sélection humaine, en la que propone “la supresión de los anormales”. Otro conocido médico francés, Charles Binet-Sanglé, en su ensayo Le Haras humain, animaba a que “los malos progenitores se suiciden”.