Por el Prof. Javier Barraycoa
El eco-terrorismo
Dave Foreman, uno de los fundadores del grupo radical Earth First! (¡La Tierra primero!), se opuso tenazmente a la ayuda internacional para Etiopía cuando las sequías azotaron el país africano. Foreman proponía dejar que: “la naturaleza busque su propio equilibrio”. Lo más ecológico era dejar morir a millones de personas. Este personaje es conocido en el mundo de la ecología radical por su obra Confessions of an Eco-warrior (Confesiones de un Eco-guerrero) en la que reivindica una especie de eco-terrorismo, esto sí de baja intensidad. Otro fundador de Earth First!, Michael Roselle, aunque está actualmente en la nómina de Greenpeace, sobre él recae una orden de búsqueda de la Interpol a petición del gobierno noruego. Se le acusa de minar un ballenero anclado en puerto.
Earth First! se hizo famosa en los países madereros por introducir gruesas púas de acero en los troncos de los árboles. Las púas saltaban como metralla cuando los troncos eran introducidos en los aserraderos, causando así innumerables heridas entre los trabajadores. El investigador Barry Clausen, infiltrado en el grupo eco-terrorista, pudo publicar en 1994 su obra Walking on the Edge (Caminando por el precipicio). En este libro se desvelan las conexiones del eco-terrorismo con Greenpeace. En Estados Unidos apareció una filial eco-terrorista autodenominada Keep it Wild! (¡Mantenlo salvaje!). Sus dirigentes, Michael y Daniel Carter, están condenados en una cárcel de Montana por introducir pernos de acero en los árboles. La finalidad era la misma: conseguir reventar los troncos en los aserraderos con grave peligro para la vida de los operarios.
Otros han seguido el ejemplo. En la década de los 90 aparecía en Gran Bretaña el Animal Liberation Front (Frente para la Liberación Animal). El grupo se ha hecho famoso por sus atentados con bombas contra laboratorios o empresas que experimentan con animales. Actualmente el ALF está en la lista del FBI de las diez organizaciones terroristas más peligrosas. En documentos internos del Frente de Liberación Animal se suele acusar al “hombre” de ser una especie depredadora y peligrosa digna de ser exterminada. Aunque con poca resonancia mediática el eco-terrorismo ha ido extendiéndose. En 1995 moría un funcionario de la Asociación Forestal de Sacramento (California) al explotarle una carta bomba enviada por eco-terroristas. Grupos cada vez más radicales han atentado contra científicos o incluso contra periodistas que los han investigado. En España, el eco-terrorismo hizo una breve aparición, aunque rápidamente fue abortado. En 1978 la policía detenía a nueve integrantes del Grupo Acción Directa Ecologista (GADE). Planeaban secuestrar a cazadores ricos y con el dinero de los rescates financiar campañas ecologistas. Entre el “ecológico” material incautado se hallaban panes de nitroglicerina, pistolas y granadas de mano.
En Estados Unidos ha surgido un curioso grupo autodenominado Movimiento para la Extinción Voluntaria de la Humanidad. El nombre no deja lugar a dudas. Sus propuestas se centran en todo tipo de iniciativas que van desde la esterilización voluntaria hasta el aborto sistemático. En la órbita de estos grupos encontramos la publicación Earth First Letter donde se pueden leer frases sabrosas como: «Si quieres a tu madre, no seas madre», «los auténticos ecologistas no tienen hijos». Las propuestas antinatalistas son, quizá, de las más radicales que se pueden encontrar: primas fiscales por esterilización voluntaria, expulsión de inmigrantes que tengan más de dos hijos o vasectomías generalizadas. El objetivo para esta publicación es alcanzar una humanidad de tan sólo 100 millones de habitantes. Habría que liquidar a unos 6.000 millones.