El gran filósofo Immanuel Kant dijo que el motivo por el que la mayoría de los hombres viven gustosos en la infancia, es la pereza y la cobardía.

Aclaremos, a pesar de las feministas resentidas contra los hombres, que las mujeres entran en ese diagnóstico.

¿En qué sentido es tan letal la pereza?

No es grave que, un día, se deje de hacer algo que se debería hacer. Lo letal es que millones de personas (pongamos que hablo de España) dejen de hacer lo que deben hacer, habitualmente, por pereza. O lo hagan a medias.

El profesor no prepara la clase, el estudiante no atiende a lo que dice el profesor, el funcionario retrasa las peticiones ciudadanas por pereza. Los ministros, por pereza, dejan de cumplir con sus obligaciones y los ciudadanos sufren las consecuencias. Por ejemplo, las averías de los trenes que, en los días calurosos de julio y agosto, han sufrido retrasos, bajo el ministerio del socialista Puente, el del ‘puto amo’. Un periodista que no se esfuerza en contrastar lo que escribe. Y un largo etcétera de incumplimientos, totales o parciales, por pereza. Este es el problema.

Imagine un país en que millones de personas no cumplen fielmente con sus obligaciones. Cuando esto sucede, el problema no es personal. Es un grave problema social.

Ahora, la cobardía. Cuando se habla de cobardía solemos imaginar alguna escena del ‘lejano Oeste’. Un habitante de Dallas no se atreve a enfrentarse a otro, cuando el contexto cultural, le ‘obliga’ al enfrentamiento. Incluso con riesgo de su vida. No me refiero a eso.

En España, desde hace décadas, ha habido un superávit de cobardía. ¿En qué sentido?

Pondré un ejemplo que servirá a medias, el País Vasco. Los españoles, en general, y los vascos, en particular, sufrieron los dramáticos ‘años de hierro’, de ETA (entre 1970 y 2010, aproximadamente) en los que la banda terrorista atentó, secuestró y asesinó intensamente.

En estas circunstancias tan especiales, la cobardía no puede valorarse como en una situación de normalidad. Los ciudadanos que no levantaban la voz contra ETA, no eran cobardes. En este tipo de circunstancias, enfrentarse a ETA (con el peligro de ser asesinado) es un acto ‘supererogatorio’, es decir, un acto no debido moralmente. Nadie puede ser obligado, ni recriminado, por no ser un héroe.

Afortunadamente, no toda España estaba en esta dramática situación. Es por eso que entra en juego ‘la cobardía’. Es decir, cuando no te juegas lo que se jugaban los héroes y heroínas del País Vasco, tienes ciertos deberes que ellos no tenían. ¿Cuáles?

El deber de no callar ante el abuso y la injusticia. Y aquí entra en juego la cobardía. Demasiados ciudadanos han sido cobardes, callando ante los abusos. Silencio. ¡Que no me llamen ‘facha’! ¡No quiero líos!

Con la desvergüenza del PSOE/PP, que cedían -y ceden- ante las exigencias de los separatistas, habitualmente perjudiciales para España.

Muchos ciudadanos callan si las infamias son de los suyos, y vociferan indignados si son de los otros. Kant no lo nombra, pero además de pereza y cobardía, añadiría el autoengaño, que es la antesala de la mentira. O sea, veo lo que me gusta ver. Cuando el autoengaño/mentira se adueña de la mayoría, la sociedad está podrida.

Si añadimos la sistemática corrupción, podemos entender que España camine hacia una pestilente pocilga, que nosotros hemos creado. Aunque, lamentablemente, no escandaliza a todos. ¡Y no hablo de la invasión inmigratoria descontrolada, que es el suicidio de Europa! ¡Estúpidos!

En momentos de hundimiento social y moral, es cuando los políticos sin escrúpulos, estimulan el ‘panem et circenses’. Como dice la activista de extrema izquierda y tertuliana de TVE, Sarah Santaolalla, dirigiéndose a las ‘niñes’: Haced lo que queráis y follad con quien queráis´.

‘Una dictadura perfecta… sería esencialmente un sistema de esclavitud, en el que, gracias al consumo y el entretenimiento, los esclavos amarían su servidumbre’ (Aldous Huxley).

¿Por qué nos hundimos?

Nos hundimos (política, cultural, moral y también económicamente, a pesar de la propaganda) porque nos gobierna un socialista traidor, corrupto y sin escrúpulos, con socios comunistas, separatistas, golpistas y Bildu etarras. Lea ‘Lo que nos cuestan las concesiones de Sánchez a Cataluña’, de Martin Varsavsky, y verá que cuando digo que Sánchez es un traidor a la Constitución y a España, me quedo corto.

Nos hundimos porque una plebe aborregada con derecho a voto, aplaude -puesta en pie- la corrupción de los suyos.

Nos hundimos porque tenemos una oposición acomplejada que, en vez de poner ‘pie en pared’, busca -cobarde y ridículamente- al ‘psoe bueno’, para repetir el fracasado bipartidismo. El que nos ha conducido al desastre actual.

¿Prefiere usted un vía crucis confederal de repúblicas islámicas (no es broma), identitarias y ecológico-feministas? ¿No sería mejor votar a Vox? ¡Socorro, la ultraderecha!

Afortunadamente, no todo el mundo está aborregado.

Meloni presidente de Italia.

 

Sebastián Urbina

Sebastián Urbina