Con la muerte en los talones

 

Todos los días, y desde hace años, me levanto pronto, voy a comprar el panfleto local y acudo al bar donde tomo café, en animada tertulia con otros compañeros.

El diario no lo compro para mí, sino para el bar, y así, de paso, consigo leerlo rápidamente, o más bien ojearlo.

Esta mañana me he quedado helado, y aún no me he repuesto, al leer un texto de don Mariano García, un gran periodista, hablando del fallecimiento de don José María Enguita Utrilla, catedrático jubilado de filología hispánica de la Universidad de Zaragoza, y compañero de habitación del hospital Miguel Servet.

Don José María sufrió un ictus cerebral fulminante, el segundo, pues anteriormente había sufrido un ictus hemorrágico, en 2021, mientras que el mío era sistémico, siendo compañeros de habitación durante largos meses, desde agosto a diciembre de 2021.

Y fue un lujo y un honor, compartir intimidad con un hombre bueno, en toda la extensión de la palabra, y un gran intelectual, uno de los mayores estudiosos de las hablas aragonesas, sino el primero.

Su hija Laura, a la sazón médica Mir en el hospital, y su esposa Marisa, también profesora universitaria, se desvivieron por él, al igual que todo el personal médico y sanitario del buque insignia de la sanidad aragonesa, el Miguel Servet.

Era mi primer ingreso hospitalario, con 64 años, y allí empecé a comprender y admirar el gran esfuerzo y trabajo de todo el personal, pese a la falta de medios, la excesiva presión asistencial, y la mala gestión de los políticos al mando de la nave.

José María se esforzó como un jabato en recuperarse y rehabilitar sus funciones físicas básicas y vitales, pues rondaba ya los 70 años, y como digo, su ictus era mucho más fuerte que el mío.

Dentro de la gravedad de nuestro estado, era la alegría de la planta, por su carácter humilde y sencillo, su buen humor, y la inteligencia de su conversación, comentarios y chascarrillos, muy aragoneses, aunque él era soriano de pura cepa.

Es posible que don José María hubiera podido pagar toda la asistencia sanitaria recibida, si fuera privada, pues era hombre de posibles, ahorrador, como buen soriano, pero yo tengo claro que no…

Por eso me duele tanto ver como ese café para todos de la sanidad pública, prestando asistencia sanitaria gratuita a los millones de personas que pululan por España, sin haber cotizado previamente, amenazan con quebrar el sistema, ante la imposibilidad de atender a todos, por no hablar de la posible asunción del millón y medio de asegurados de MUFACE.

¡Y estoy asustado y preocupado, como todas las personas que tenemos largas carreas de cotizaciones, y creemos tener derecho a ser atendidos con rapidez y eficacia, pues para ello hemos pagado más de cuarenta años, al menos en mi caso!

José María era agnóstico, pero estoy seguro de que en su postrer aliento, habrá encomendado su alma a la Virgen del Pilar.

Y yo, que soy católico y pecador, aunque no me encuentro con fuerzas de asistir al tanatorio, le tendré presente en mis oraciones, y pediré que Dios le acoja en el Cielo, pues era un hombre bueno, en todo el sentido de la palabra.

Mi más sentido pésame a Marisa y Laura, su esposa e hija, a todos sus familiares, compañeros y amigos, y muy especialmente a la Universidad de Zaragoza, que pierde a uno de sus catedráticos más sobresalientes.

Descanse en paz. Nunca te olvidaremos.

 

Ramiro Grau Morancho

Académico, jurista y escritor

https://www.ramirograumorancho.com

Ramiro Grau Morancho