Pasados varios días del desastre natural ocurrido en tan florecida tierra como es el Reino de Valencia, y habiendo asentado mis sentimientos encontrados, me dispongo a escribir este modesto artículo en memoria de los que sufrieron la riada, y rezando por los fallecidos para que Dios los acoja pronto en la patria celestial.

Considero principalmente, que se puede escribir mucho al respecto, pero para no pecar contra la caridad, opto por la brevedad. Hablaba anteriormente de los sentimientos encontrados, y en base a ellos procuraré dar las pinceladas necesarias.

El sentimiento de ira y el sentimiento de alegría. Son dos sentimientos que doy por supuesto, compartiré con la gran mayoría de los españoles, o por lo menos, con los que aún tienen sentido común. La ira surge al ver la incompetencia administrativa, se mire por donde se mire, pues a mi modo de ver, no considero en nada positivo, la gestión pública. Y la alegría que me desborda del alma es ver la reacción del pueblo valenciano, y por supuesto de muchísimas otras partes de España, en dos momentos: con la visita de las autoridades (que no tienen ese poder), y con el inmenso trabajo que se ha hecho por ayudar a todos los damnificados.

Mi reflexión principal con este artículo, la considero muy cribada por muchas horas de reflexión, lectura, experiencias y conversaciones, y con la siguiente pregunta quiere hacer pensar al lector con una mente clara y sin ningún miedo o prejuicio: ¿Realmente funciona este sistema político?

El año próximo que ya llega, será el que cumpla medio siglo de esta democracia en la que vivimos. En estos cincuenta años, lo poco que quedaba de la mejor España -¡Que es la única!-, se ha reducido a un número mínimo, y en todos estos años, han ido trascurriendo lentamente, una tras otra, leyes y gestiones políticas, que han ido mermando la muy sana población que heredamos de nuestros mayores. Una constitución atea, divorcio, perversión de la juventud, reducción del número de hijos por matrimonio, inflación de impuestos, mayor carga burocrática, lentitud funcionarial, ecologismo, corrupción, vandalismo, aborto, eutanasia, cambios de sexo, estrangulación a los emprendedores, y muchas otras cosas que usted, querido lector, seguro será capaz de añadir, no sin enfadarse. Y a la vez que el desmoronamiento civil, la democratización de la estructura jerárquica en esencia y por deber: la Iglesia católica. Y todo esto en aras de una libertad, completamente falsa, por supuesto.

En definitiva, pareciera como si los que ven la verdad, la aman y la siguen, se hubieran quedado solos, y motivado por todo lo anterior explicado, obtenemos un resultado claro: la tristeza de la gente ¡Las personas de ataño era mucho más divertidas, cordiales y naturales, que los nosotros!

Considero, desde un punto de vista técnico, que de buena tinta puedo decirlo, la gestión realizada en los cauces y arroyos en las vertientes levantinas, al igual que en la totalidad del territorio, es nefasta. Se antepone el cuidado de tal o cual animalito o plantita a la salud o comodidad del hombre, unido esto a la lentitud burocrática anteriormente mencionada, y a la falta de formación en tales acciones, hace de la limpieza de cauces, que debería ser de interés nacional para la circulación limpia y conservación del agua (que para quien no lo sepa es un bien imprescindible en el desarrollo de la vida), algo casi inexistente. Por otra parte está el almacenaje del agua, que es una actuación prudentísima para evitar años de sequía como los anteriores que hemos pasado, o para repartirlo entre las distintas cuencas que forman nuestra bella piel de toro, pero parece ser que, como se hizo en el periodo franquista, ellos no querrán hacerlo. Recuerden, donde hay agua, hay vida, y cuando la agricultura se transforma a regadío, la explosión económica en la zona es evidente, y si lo siguen dudando, visiten todas aquellas zonas donde se hayan hecho trasvases o comunidades de regantes coherentemente gestionadas.

En cuanto al sentimiento de alegría, rápido me viene a la mente nuestro paisano El Palleter, de Paiporta por cierto, el tamborilero del Bruch, o Agustina de Aragón, ejemplos claves de sana insurrección ante los invasores. Entonces me surge otra  vez la misma reflexión interesante, querido lector: si el sistema circula por un lado, y el sentir popular en otro, habiéndose demostrado que aún hay pueblo sano con ganas de dar trono a la justicia, orden y libertad ¿Realmente funciona este sistema político?

Dios de un mal saca un bien, y el bien que se obtiene de la riada, por lo que a mí me da mi corto entendimiento es la demostración que aún hay pueblo, aún hay Valencia, aún hay Palleter, y por supuesto aún queda España.

Mi objetivo no es generar una revuelta popular desorganizada, ni mucho menos, mi objetivo es inspirar a los hombres de buena voluntad que lean este artículo, para que propongan nuevas opciones políticas coherentes, gestionadas para el pueblo, reorganizándose de nuevo en los estamentos naturales que toda sociedad tuvo, tiene y tendrá aunque deseen romperlos como son las cooperaciones laborales, las familias, municipios o regiones y con la cabeza gobernante legitimada por el único que puede hacerlo, Dios.

 

El nieto del Palleter

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