La infantilización de la sociedad está vinculada, entre otras cosas, a la cobardía y al intervencionismo estatal. A pesar de que el intervencionismo, no es un fenómeno de nuestros días, sí es un fenómeno aceptado por buena parte de políticos y ciudadanos de las sociedades democráticas.
Una idea defendida por mucha gente, es que el mercado, fuente de desigualdad, tiene que ser controlado/intervenido por el Estado. ¿Para qué? Para evitar que las desigualdades inherentes al capitalismo, a la economía de mercado, vayan demasiado lejos. ¿Quién decide que las desigualdades han ido demasiado lejos? La izquierda, que por algo es moralmente superior. Pero también, como diría F. Hayek, los socialistas de todos los partidos. O sea, que todos quieren ser socialdemócratas. Que se lo pregunten a Núñez Feijoó, o a su amigo Mariano, dos socialdemócratas.
Una fuente importante de la infantilización de nuestras sociedades, es la de tratar de conseguir la igualdad a través del Estado. No la igualdad entendida como ‘igualdad de oportunidades’, sino la igualdad entendida como igualitarismo. Igualdad en los resultados finales. Esto implica una permanente y sistemática intervención estatal para conseguir ‘la justicia’. La ‘justicia’ entendida al modo izquierdista. O sea, una inalcanzable igualdad real. Que sería un infierno si se consiguiera, pero esa es otra.
Pongamos un ejemplo. Dos futbolistas de un equipo de 2ªB, dijeron: “Los futbolistas son mercancía; si vales, vales y si no fuera’’. Es decir, lo fetén es que los dirigentes de los equipos de fútbol fichen a jugadores, aunque sean unas patatas. De este modo se evita la desigualdad y la competitividad. Lo bueno es que se mantenga en el equipo a jugadores que ‘no valen’. Así se mostraría que no son ‘mercancías’.
Esta idiotez nos muestra la inviabilidad práctica del igualitarismo. Si lo aplicamos al ámbito educativo, nos encontramos con otro absurdo. Igualdad en los resultados. ¿Qué quiere decir esto? Que lo importante no es lo que hayas estudiado y lo que sabes de las materias que tienes que examinarte. Lo realmente importante es que, al final, todos seamos iguales. O casi. Con independencia de los méritos de cada uno.
Claro que los izquierdistas hilan muy fino. Resulta que los hijos de las familias ricas tienen ventajas inmerecidas sobre los hijos de las familias pobres. Solución. Se hace la revolución, para eliminar (falsamente) las desigualdades, con los resultados catastróficos conocidos, o bien, sin hacer la revolución, igualamos las notas de ricos y pobres.
Por tanto, para compensar la injusticia (desigualdad) creada por la sociedad capitalista, igualemos los resultados. Siempre a la baja. Ya saben cómo nos califican los informes PISA. En el pelotón de cola de Europa en calidad educativa.En este contexto, en el que no se permite ‘sufrir’ a nadie, porque el sufrimiento es de derechas, hay que intervenir para que todos seamos felices. Ni notas bajas, ni fracaso, ni nada. ¡Que nadie destaque! ¡Podrían humillarles!
¿Existen remedios mágicos para evitar esta desgraciada situación de infantilización? No los hay, pero las políticas que fomenten la libertad, la responsabilidad, el esfuerzo y el mérito, irán por el buen camino. Es decir, el camino contrario a la infantilización. Aunque no debemos olvidar que, en la metafórica carrera de la vida, hay gente que se queda rezagada por circunstancias ajenas a su voluntad, y hay que ayudarles. No dándoles una paguita sino ayudándoles a que sigan su camino. Una sociedad que no protege a los débiles, es una sociedad indecente.
M. Rojas, en ‘Reinventar el Estado del bienestar’, nos dice que Suecia tuvo que pasar del ‘Estado benefactor’ (por quiebra) al ‘Estado posibilitador’. Lo que supone la participación del sector privado en la satisfacción de las llamadas ‘necesidades básicas’ de las personas.
¿Por qué hay tanto infantiloide en nuestras sociedades? Porque la libertad (aunque maravillosa) es una pesada carga, como decía E. Fromm, en ‘El miedo a la libertad’.
Dos palabras finales para la cobardía. En el libro ‘La religión woke’, tomo una cita- 1978- de A. Solzhenitsyn, Premio Nobel de Literatura, (en una conferencia en Harvard): ‘la merma de coraje es quizá la característica más sobresaliente que un observador imparcial nota en Occidente’.
Y termino con una frase de Kant: ‘La pereza y la cobardía son las causas de que una gran parte de los hombres permanezca, gustosamente, en minoría de edad a lo largo de la vida.’
Resumiendo, el agobiante intervencionismo estatal (creador de apesebrados de paguita) y la cobardía, representan un serio peligro para una sociedad democrática, porque fomentan la infantilización. Con la colaboración de las criadas mediáticas subvencionadas. Infantilización, es- por ejemplo- resignarse (perezosamente) a la traición/corrupción del autócrata socialista Sánchez y su banda de maleantes. Esto sería un ejemplo de cobardía, estupidez e inmadurez ciudadana, que conduciría al suicidio de la democracia y de España. Alberto, ser centro/centrado, cuando la casa democrática está en llamas, sería de tontos, cobardes, o cómplices.
Ahora (14/3/2024) más infamia. El Congreso (devenido un establo pestilente) aprueba la amnistía para delitos de terrorismo y alta traición a los socios golpistas de Sánchez. ‘Somos la izquierda sin principios’. ¡Votadnos, borregos progresistas!
PD. Recuerde: la criminal Agenda 2030, diviniza al Estado todopoderoso, igual que este socialismo envilecido.
Sebastián Urbina