La prolongación de su uso
Tras publicar las dos primeras partes de este artículo, nos han llegado varios testimonios de veteranos carlistas vascos que fueron testigos de ciertos hechos y conversaciones que demuestran -contra la tesis oficialista- que la gamada siguió siendo utilizada por el nacionalismo vasco, tras la llegada de Hitler al poder y, más importante, acabada la Guerra Civil y la II Guerra Mundial. Por la importancia de estos testimonios, recogemos lo que nos han trasladado.
Testimonio 1: “Todavía en la década de los cincuenta, usaban los nacionalistas unas chaquetas de punto de lana azul oscuro, ribeteadas de encarnado, con borlas del mismo color. Las llamaban gerrikoak. Los bordes delanteros y los de la cintura estaban adornados con cruces gamadas rojas, de unos 5 cms. Seguían empleando las cruces gamadas, sin redondear. En la actualidad, los nacionalistas en sus esquelas mortuorias, sustituyen la Cruz normal por el lauburu redondeado. Y los párrocos lo consienten”.
Testimonio 2: “Mi experiencia personal al respecto es la siguiente: en San Sebastián, estudiaba yo en el Colegio de los Marianistas en la cuesta de Aldapeta y volvía del Colegio pasando por la Plaza del Buen Pastor, donde está la Catedral. Todos los muros de los soportales tenían pintadas con pintura negra (entonces no había sprays) Cruces Gamadas, como las de los Nazis. Y es que el día anterior había muerto José Antonio Aguirre Lecube. Fue un a modo de valiente manifestación de luto de los nazis del PNV por quien fue su jefe (Así luchaban mientras chupaban con sus fabricas y negocios de la teta del Régimen de Franco). Creo que esa tarde hubo en la Plaza una ridícula manifestación, ignorada por los ciudadanos”. Recordemos que José Antonio Aguirre falleció en 1960.
El testimonio 3, es especialmente interesante porque resalta la figura de uno de los dirigentes del PNV. Juan Manuel Epalza, que tras La Guerra Civil estuvo en el sur de Francia exiliado y en contacto con las autoridades nazis en Francia. Era de los que tenía más esperanzas en que Hitler reconocería al País Vasco como una nacionalidad racial y por tanto de llegar a acuerdos con los nazis. Desde 1940 mantenía contactos regulares con los kaskagorris (pelirrojos) nazis, junto a otros dirigentes del PNV como Agustín Alberro, Javier Landáburu o Doroteo de Ciaurriz.
El testimonio que nos llega, reza así: “Juan Manuel Epalza, que durante la guerra perteneció al Estado Mayor de los Gudaris, acudía, años después, a la misma tertulia que yo en el Café Iruña. Como también era Ingeniero Industrial, nos tratábamos con mucha familiaridad. Me contó que, estando exiliado en la Francia ocupada, fue requerido por el Estado Mayor alemán, con sede en París, invitado a una cena. Acudió acompañado de Javier Landáburu. La cena estaba preparada con lo mejor de la cocina francesa y los mejores vinos. El objeto de la misma era comprobar qué colaboración podía esperar el Reich alemán de los vascos en la construcción futura de Europa. Según Epalza, les contestaron diciendo que ellos no eran partidarios de los sistemas totalitarios, pero que salvado este inconveniente colaborarían con cualquier sistema que reconocería su personalidad a los vascos. No le convenía ser más explícito. Pero me dijo que mantuvieron las relaciones y consiguieron, en algún caso, salvar de la muerte a un republicano exiliado. En algunos nacionalistas se dio la esperanza de un entendimiento con los nazis en base a la pureza de la raza vasca. Un nacionalista de Orduña, cuando yo era adolescente, me dijo que el Mein Kampf de Hitler decía que había que contar con los vascos porque eran una raza pura. Luego he podido comprobar que ello no era cierto. Pero la mentira se la habían contado en el penal de Puerto de Santa María otros nacionalistas. Él no había leído la obra de Hitler. Se ve que los que le contaron la mentira, se imaginaron esa simpatía de Hitler, por su racismo y la admitieron como una realidad”.
Si nos permiten las obligaciones y si disponemos de tiempo, dedicaremos algún otro articulo al tema del exilio del PNV tras la Guerra Civil y la relación con los nazis, especialmente en la Francia ocupada. En esta historia personajes como Epalza cobran especial importancia, pues representaban un nacionalismo vasco racialista que no veía con malos ojos al nazismo y depositaban en él sus esperanzas. Mientras, otro sector del nacionalismo vasco se inclinaba por los aliados. Por el medio, la posición de José Antonio Aguirre con respecto al nazismo fue ambigua y nunca aclarada del todo, a pesar de que acabó a sueldo de los servicios secretos de Estados Unidos. Pero este tema lo dejaremos para otra ocasión.
Antes de continuar el excurso, revisando documentos, hemos encontrado en una ilustración las cruces gamadas que aparecen en las vidrieras de la parroquia de Arcanges (Arrangoitze, municipio de Bayona), a las que nos referimos en la primera parte de este artículo. Decíamos en esa primera parte que las cruces gamadas, falsamente identificadas con el lauburu, y representadas antes de la década de los 20 no tenían relación de imitación con la gamada nazi. La cruz gamada apenas se usaba en pequeños círculos como la sociedad Thule y hasta 1920 no aparece en el partido nazi. Pero ciertos autores proponen que en cuanto el nacionalismo vasco “descubrió” las “maldades” del nazismo allá por 1933, sus dirigentes desaconsejaron el uso de la esvástica.
Pero ello no cuadra con el uso cotidiano que realizó el nacionalismo vasco de la esvástica durante la II república. El profesor Santiago de Pablo, de la Universidad del País Vasco, destaca que la “Acción Nacionalista Vasca (ANV), el primer partido nacionalista de izquierdas, surgido en 1930, incluyó la esvástica en su bandera, aprobada en junio de 1932. Esta enseña, de fondo rojo, tenía una esvástica blanca dentro de una estrella de seis puntas verde. Al utilizar no sólo la esvástica sino los colores de la ikurriña, ANV enlazaba con la tradición simbólica del PNV, aun tratando de marcar la diferencia, por medio de una bandera propia. Al no haber interpretación oficial de ANV sobre el simbolismo de su bandera, en abril de 1933 hubo una polémica entre sus afiliados en torno a su significado, incluyendo el de la esvástica. Así, según Justo Gárate, el fondo rojo era la tradición, la historia vasca estatal representada por Navarra; la estrella verde significaba esperanza y soberanía, con sus seis puntas indicando los demás territorios vascos, y la esvástica significaba el euskera, el `fondo racial y espiritual de nuestra patria´”. Tras su desaparición, este minúsculo partido volvió a surgir en la Transición y se acabó integrando en Herri batasuna
Andoni Esparza Leibar propone que la fecha de inflexión de abandonar la cruz gamada rectilínea, por la cruz curvilínea (el lauburu) se produciría claramente en 1935. Para ello argumenta que el periódico Euzkadi, de 29 de junio de 1935, dedica su portada al Aberri Eguna que se celebraría en Pamplona, fuera de su fecha habitual, debido a problemas con la autorización gubernativa. En el diario se reproduce un cartel que anuncia la fiesta que muestra a un abanderado con la indumentaria propia del valle del Roncal, sobre un gran lauburu que ocupa casi todo su fondo. Una nota advierte que “…varios grupos de bellas y simpáticas emakumes…» (mujeres) se encargarán de la distribución de ikurriñas “…para lo cual irán provistas dichas emakumes de un distintivo especial demostrativo de que pertenecen a la organización”. El símbolo era un lauburu acompañado de las siglas JEL (Jaungoikoa eta Lege zarra – Dios y ley vieja).
Pero por esos años, son múltiples las esvásticas que siguen luciendo en los escritos, lemas y membretes. Veamos unos ejemplos que nos trae a colación el propio Andoni Esparza. Por ejemplo, la Euzko Ikastola Batza (Federación de Escuelas Vascas), a mediados de los años 30 usaba este membrete coronado por la esvástica.
También se puede encontrar cómo se juega con la esvástica y el anagrama del lema del PNV, el famoso JEL ((Jaungoikoa eta lege zarra)
O en la prensa nacionalista no era infrecuente encontrar, a modo de separado de noticias, una serie de cruces gamadas.
Poco antes de la Guerra civil, ya en 1936 y durante la misma, algunos guraris usaban la esvástica como escarapela para sus txapelas. O en algunos de sus jerseys, en fotos de unidades de gudaris durante la guerra se pueden ver bordadas esvásticas.
En los testimonios que hemos ofrecido al inicio de esta parte del artículo, se puede comprobar que décadas después de la Guerra Civil, en pleno franquismo, todavía había nacionalistas que preferían usar la esvástica al lauburu.
Santiago de Pablo, sostiene que: “En efecto, en la práctica el PNV empezó a usar con menos frecuencia la esvástica a partir de 1934, cuando se dio cuenta de que este emblema era casi idéntico al nazi”. Pero parece extraño, por no decir inverosímil, que sólo en 1934 se dieran cuenta del parecido entre ambas gamadas usadas. Philippe Veyrin en su artículo La Croix à virgules dite croix basque, del Bulletin du Musée Basque, (11, 1936), se refería a que en ese año: “Hoy, esta fiebre está un poco decaída”, pero en ningún momento fue suprimida o prohibida la gamada por las autoridades del PNV. Simplemente se venía desaconsejando su uso. El argumento más usado era que la gamada representaba un símbolo pagano y nada católico. Este argumento no dejaba de ser extraño, pues se fomentaba por el contrario el uso del lauburu que de cristiano tampoco tenía mucho precisamente.
Mucho tiempo después, en 1968, en plena debacle del catolicismo en el seno de los ambientes cristianos y nacionalistas (tanto vascos como catalanes), Imanol Múgica impartió una sorprendente conferencia en el Centro vasco de Bogotá. Múgica era autor de varias obras de lingüística vasca. Sus estrafalarias teorías pasaban por afirmar que en el hombre había “cuatro componentes básicos, que corresponden a los cuatro elementos de la ciencia: sólido, líquido, gaseoso y radiante. Que corresponden también a María como madre universal o naturaleza densa, al Espíritu, al Hijo o Cristo y al Padre”. Partiendo de este delirante axioma, afirmó que el lauburu era “la expresión simbólica de los cuatro componentes del hombre”.
Sin cortarse, Múgica sostenía que el pueblo vasco era “uno de los grupos predilectos de la naturaleza”, que había conservado la sabiduría del lauburu “a través de sus genes hereditarios”. Asociaba la herencia vasca al “dios nazi [que] se define como la convergencia todopoderosa de las distintas leyes naturales que activan el mecanismo del universo”. Y para él los arios eran el pueblo elegido por ese Dios-naturaleza. Ello demostraba que los vascos eran un pueblo “de estirpe divina”. Con personajes como este, podemos demostrar que el abandono de la catolicidad intrínseca al PNV fue llevando de nuevo a desvaríos racialistas, esotéricos y supremacistas, en los que poco importaba retomar la esvástica (o su disfraz en forma de lauburu).