Aunque voy a comentar tres casos concretos, anecdóticos, este artículo no es un ataque personal a esas personas, que merecen mi respeto, aunque pienso que son, como mínimo, imprudentes.

Y tal vez gilipollas. O las dos cosas.

España no es un país rico. Vamos como una moto, como dice Sánchez, pero una moto gripada.

Hace varios años, creo recordar que en la égida destructiva de Zapatero, un pijo  progre, catalán, por más señas, perteneciente a una de esas organizaciones no gubernamentales que iban a expandir el   buenismo por todo el  mundo, fue secuestrado en uno de esos países africanos a los que nadie, en su sano juicio, iría.

Para evitar males mayores, su posible asesinato, ningún problema…. Como  el dinero público no es de nadie, según el binomio  Zapatero & Sánchez, siguiendo las acrisoladas tesis jurídicas de Carmen Calvo, se pagaron varios millones de euros de dinero público por su rescate, y a otra cosa, mariposa.

Segundo caso,  oído  por la radio, y leído en la prensa.

Un espeleólogo, no sé si profesional  o aficionado, se interna en una gruta o cueva en el Pirineo aragonés, a 450 metros bajo tierra, nada menos, y como  no sabe o puede salir, queda atrapado, o lo que sea, ¡ningún problema!

Setenta Guardias Civiles de los grupos de rescate en montaña van a buscarle, con riesgo  de su vida, y, posiblemente, dejando de prestar otros servicios necesarios: rescates en montaña, traslado de heridos con los helicópteros, etc.

¡Todo mi afecto y respeto para ellos, pues me  consta que están sobradamente preparados!

Y tercer y último caso, por ahora.

Un grupo de españoles, amantes de la aventura y, sobre todo del riesgo, dispuestos a epatar a sus amistades con el “yo más”, deciden viajar a Etiopía, otro de los países a los que nadie prudente viajaría, salvo por motivos de fuerza mayor, negocios, etc.

Resulta que, por circunstancias X, que desconozco, no pueden salir del  país, o tienen dificultades para ello, y claro, ahora se acuerdan de la Madre Patria, y España tiene que fletar un avión para traerles de vuelta, gastar lo que no está escrito para satisfacer su capricho de “niños” malcriados, y lo que haga falta.

¡Porque ellos lo valen!

De verdad, ¿nos hemos vuelto  tontos, o es que nos encanta malgastar  los escasos recursos públicos en atender a una colección de imprudentes y gilipollas…?

 

Ramiro Grau Morancho

Académico, jurista y escritor

https://www.ramirograumorancho.com

Ramiro Grau Morancho