Entre las muchas interpretaciones aliviadas de las elecciones, elegiré una de un profesor cualquiera cuyo nombre no importa porque sus argumentos son similares a los aparecidos en todo tipo de medios. Fundamentalmente se trata de que los españoles pueden dormir tranquilos porque la ultraderecha se aleja del poder gracias a unas elecciones que, en vez de centradas en decidir la continuidad o no del PSOE en el Gobierno, en realidad giraban en torno a la incompatibilidad de Vox con la democracia constitucional. Han pasado ya dos semanas y toda la hueste opinante, salvo contadas excepciones, sigue repitiendo los mismos argumentos. Y a ello hay que añadir el supuesto interés de decenas de enemigos de Vox por que este partido haga autocrítica de sus errores, como si a alguno de ellos les importase un comino.
Pero echemos un vistazo a los dos grandes partidos, esas columnas de la democracia constitucional que, al parecer, Vox pretende derribar sobre los españoles cual Sanson sobre los filisteos. Empecemos por el PSOE, ese “partido de Estado” al que tanto admiran los dirigentes del PP. Porque se trata del partido más corrupto de la historia, cuyos latrocinios nacionales, regionales y municipales son incontables. Además, desde su fundación, el PSOE no ha dejado delito ni crimen sin cometer: ha propuesto asesinar al presidente del Gobierno (1910); ha colaborado con dictaduras militares (1924); ha apelado en las Cortes a la guerra civil como única forma fecunda de hacer política (1931); ha dado golpes de Estado dejando cientos de muertos por el camino (1934); ha dado pucherazos masivos (febrero de 1936); ha asesinado a jefes de la oposición (julio de 1936); ha propuesto, clamado y provocado una guerra civil (1931-1936); ha saqueado el Estado y los ahorros de los ciudadanos para garantizar a sus dirigentes un exilio dorado; ha organizado checas para torturar y asesinar a miles de españoles por sus opiniones políticas, clase social o creencias religiosas; ha brindado con champán durante décadas cada vez que ETA asesinaba militares, policías y guardias civiles; ha organizado una red de terrorismo de Estado (1983), etc. Pero el partido antidemocrático e incompatible con la Constitución, el peligro que quita el sueño a los españoles, es Vox.
La lista de vulneraciones de la Carta Magna por parte del PSOE, empezando por los estados de alarma declarados inconstitucionales por el Tribunal Constitucional, es muy nutrida. Esta vulneración desacomplejada e impune de la Constitución ¿da miedo a los ciudadanos conscientes del valor del imperio de la ley? No, porque el incompatible con la democracia constitucional, el partido que asusta es el que presentó y ganó dichos recursos: Vox.
El partido que “mató a Montesquieu” y acabó con la división de poderes, gravísimo problema siempre denunciado y nunca resuelto por el PP, fue un PSOE que ha presionado al Tribunal Constitucional para que se pliegue a sus intereses; por ejemplo, en el caso de la Ley de Violencia de Género (2004), como reconoció Alfonso Guerra. Y el PP ha hecho lo mismo, como cuando Aznar, para poder gobernar con el apoyo de Pujol, presionó al Defensor del Pueblo para que no presentase el recurso, ya redactado, contra la Ley de Política Lingüística. Durante décadas, las sentencias condenatorias contra los gobernantes separatistas no se han ejecutado por inacción de los gobiernos del PSOE y el PP. Pero el peligro para el Estado de derecho es Vox.
El PP y el PSOE, en estrecha colaboración con los separatistas, han construido un Estado autonómico mastodóntico, con miles de legisladores, gobernantes, altos cargos, asesores e inútiles enchufados. Esto, sumado al despilfarro en bobadas de nulo interés social pero de gran poder ideológico, ha convertido España en un país asfixiado a impuestos y de soberanía condicionada por la deuda exterior. Pero el partido que propugna la corrección de este derroche superfluo para reducir impuestos y evitar el aumento de la deuda es un peligro para el orden constitucional.
Los partidos que han permitido la discriminación de los hispanohablantes en las regiones gobernadas por separatistas, y que incluso la han instituido en las gobernadas por ellos, han sido el PP y el PSOE. Pero la amenaza contra los derechos de las personas es el partido que pretende acabar con esta discriminación: Vox.
Atribuyendo a las mujeres la presunción de inocencia y a los varones la de culpabilidad, el PSOE ha hecho pedazos el principio de igualdad ante la ley, con su tremendo reguero de disparates, injusticias y dolores. Pero Vox, que pretende recuperar la igualdad de los españoles sin discriminación por sexo, se demuestra incompatible con los valores constitucionales.
El partido que ha puesto en la calle a cientos de violadores, para grave dolor de sus víctimas pasadas y grave peligro para las futuras, ha sido el PSOE en colaboración con sus socios comunistas. ¿Qué partido se opuso a ello y propone endurecer las penas para este tipo de crímenes? Sí, ése, el partido enemigo de las mujeres.
Quienes han permitido desde la Moncloa, durante décadas, que cientos de miles de vascos y catalanes hayan tenido que abandonar su tierra para escapar del terrorismo, el ahogamiento lingüístico, el adoctrinamiento infantil y la asfixia social, han sido el PP y el PSOE. Pero el peligro para la convivencia democrática es Vox.
Los partidos que, durante cuatro décadas, han negociado y pactado con ETA, esa banda criminal cuya legitimidad para ser interlocutor de un gobierno no es la cantidad de sus votos sino la de sus asesinatos, han sido el PP y el PSOE. Pero la amenaza contra España y la democracia es Vox.
El entramado totalitario –medios de comunicación, educación, cultura, policía, etc.– a las órdenes de los gobernantes separatistas, que ha envenenado a la sociedad catalana desde Pujol hasta Puigdemont, sigue intacto. Pero el peligro para la democracia, por lamentar la suspensión del artículo 155, es Vox.
El partido que sentó ante los jueces a los golpistas catalanistas fue Vox, porque si hubiese que esperar a los entonces gobernantes Rajoy y Sáenz de Santamaría, la eternidad no sería suficiente. Pero el peligro para el orden constitucional es Vox.
El partido que indulta delincuentes, cambia leyes y elimina delitos según sus intereses políticos es el PSOE. Pero el que amenaza el Estado de derecho es Vox.
El PSOE ha tenido como socios en la pasada legislatura a golpistas y terroristas, aliados en su común objetivo de destruir España. Y todo parece indicar que los va a volver a tener previa negociación con un delincuente prófugo. Juanma Moreno acaba de confirmar una vez más la coincidencia del PP con el PSOE al declarar que “el partido de Abascal da más miedo al electorado que Bildu y Esquerra Republicana”. Lógico, ya que el partido golpista y terrorista es Vox.
A los terroristas se les hacen homenajes al salir de la cárcel –con la aprobación expresa del PSOE manifestada en el Parlamento vasco–, y su brazo político gobierna en todos los niveles municipales y autonómicos, además de ser socios del gobierno de la nación. ¿Cuál es el partido cuyo presidente lleva toda la vida con escolta para evitar que dichos asesinos le asesinen, que se opone a este cruel insulto a las víctimas y que propone la ilegalización de los terroristas? Sí, ése, el peligroso para el orden constitucional.
El PP y el PSOE han abierto las puertas a la inmigración masiva e ilegal, con las graves consecuencias económicas, sociales, delictivas y penitenciarias por todos conocidas. Pero el partido que propugna acabar con ella es el peligroso para la paz social.
La labor de los parlamentarios de Vox y periodistas afines es despreciada por virtuosos demócratas que se niegan a responderles. Políticos que se dicen democráticos se niegan a debatir con los de Vox, responden a sus argumentos con insultos e incluso les dan la espalda en los debates para así demostrar su mayestática superioridad moral. Bildu, PNV, Podemos y PSOE no participan en los debates que lleva Vox al Parlamento vasco. En Asturias, el presidente Barbón se ha reunido con todos los grupos parlamentarios salvo con Vox, tercer partido más votado en la región. En Barcelona, el PP ha pactado con la izquierda y los separatistas para crear un cordón sanitario contra Vox con el fin de que no tenga participación en el ayuntamiento. En Aragón, el presidente socialista en funciones, Javier Lambán, ha propuesto “prescindir” de los siete diputados de Vox y “jugar la batalla de la configuración del gobierno regional” entre los sesenta restantes. Tan democrática lista podría continuar, pero el asunto queda claro: los parlamentarios de Vox no existen y sus millones de votantes carecen del derecho a ser representados. Pero recuerden: el peligro para la democracia es Vox.
Vox ha sido ridiculizado, injuriado y calumniado en un linchamiento mediático atronador. Y de los incontables casandros antifascistas, probablemente ni uno de ellos haya tenido la honradez de leer el programa de Vox para comprobar los horrores que promueve. Hasta RTVE, el ente neutral pagado por todos los españoles, ha sido amonestado por la Junta Electoral por difundir “mensajes sesgados y engañosos” sobre Vox.
Vox es el único partido cuyas sedes y mítines son atacados, cuyos puestos de propaganda son agredidos, cuyos representantes son insultados, golpeados y apedreados, cuyo derecho a difundir sus propuestas es considerado una provocación. Pero el partido peligroso para los valores constitucionales es Vox.
Vayamos concluyendo con el partido inútilmente ganador de las elecciones. Porque tiene la firme convicción, demostrada durante décadas, de que para combatir eficazmente al PSOE hay que hacer lo mismo que el PSOE, cambiando tan solo las personas que hayan de cobrar los sueldos gubernamentales. Y así les da gato por liebre una vez más a sus votantes. Pero el partido que tiene que hacer autocrítica es Vox.
El PP ha proclamado que, por el bien de España, hay que desalojar al PSOE –al sanchismo, dicen ellos, porque el PSOE es sagrado e inviolable– pero rogando al PSOE, entre carcajadas del PSOE, que le evite pactar con Vox. Porque el verdadero peligro que hay que desalojar es Vox.
Todo esto se lo han creído los votantes de la izquierda, religiosamente ciegos a la evidencia, pero también buena parte de los de la derecha. Aquí se incluyen unos cuantos cientos de miles asustados de su propia maldad por haber votado antes a Abascal, hombre de palabra sincera al que se le entiende perfectamente todo lo que dice, frente a un Feijóo de palabra esquiva al que se le supone a duras penas todo lo que calla. Pero este último representa el bien y Abascal es la personificación del mal.
Si todo lo arriba descrito es ese régimen del 78 cuya pervivencia, según parece, amenaza Vox, habrá que deducir que, desde su Constitución teórica hasta su aplicación práctica, el régimen del 78 es una farsa. Pero, según dicen casi todos, esa farsa ha salido fortalecida gracias al retroceso electoral de Vox. Podemos dormir tranquilos.
Jesús Laínz