Aragón quedó partido el 18 de julio de 1936. Su parte oriental quedó en manos de comités revolucionarios y la occidental bajo el control de los militares sublevados con apoyo de las derechas. La llegada de las columnas milicianas anarquistas y del POUM acrecienta el poder revolucionario en su parte oriental. El 6 de octubre, en Bujaraloz se formó el Consejo Regional de Defensa de Aragón, como una entidad de gobierno propia que se organizó bajo los valores del anarcosindicalismo en 450 colectividades rurales, en su mayor parte en manos de la CNT y un puñado bajo la UGT, donde se colectivizará la tierra y se abolirá el dinero y la propiedad. El consejo estará presidido por Joaquín Ascaso, primo de los famosos anarcosindicalistas que habían asesinado al cardenal Soldevila en 1923. La ciudad de Caspe será la que ejerza de capitalidad del Aragón revolucionario. Allí ya habían asesinado a 91 personas, entre las que destacaba Teodoro Albareda Mángue, quien había ocupado cargos de responsabilidad en el Círculo Católico de Caspe y era fundador del sindicato católico agrario. Su tercer hijo será uno de los fundadores del CSIC y de los primeros científicos del país, José María Albareda, perseguido en Madrid, quien pudo huir a zona nacional a través del Pirineo. El CRDA estará activo hasta agosto de 1937 cuando el gobierno de Negrín lo mande eliminar por fuerzas comunistas, deteniendo a su presidente por tráfico ilegal de joyas.

El frente aragonés será un lugar de importantes batallas para intentar evitar la conquista del norte republicano, como la batalla de Huesca, Belchite y Teruel. En la primera participaron unidades de las Brigadas Internacionales, entre cuyos componentes hubo gente de relevancia posterior como la filósofa Simone Weil, el escritor George Orwell y el futuro canciller Willy Brandt, todos ellos simpatizantes del anarquismo o del marxismo heterodoxo del POUM. Sin embargo, la realización de la revolución y la destrucción del “fascismo” era prioritario para los anarquistas, antes que luchar en el frente. Una de sus consecuencias fue la represión revolucionaria que se cobró 3.915 asesinatos en Aragón, de los que 549 fueron sacerdotes y religiosos.

Una de las ciudades que sufrió el vendaval anarquista fue Barbastro, sede episcopal, cuya diócesis sufrió la pérdida del 88% de su clero. El padre José Beruete Murugarren, director del Museo de los Mártires Escolapios, y el historiador Martín Ibarra, presidente de la Comisión Histórica de los Mártires de la diócesis de Barbastro-Monzón, han realizado un trabajo de investigación preciso donde aclaran el martirio sufrido a manos de los anarquistas, quienes tenían uno de sus principales centros militares en la villa oscense. Buenaventura Durruti comandaba la columna de su nombre, con 2.500 milicianos, que llegó a reunir unos 6.000 hombres, que se dedicaron a extender la revolución por la región del Somontano.

El Colegio San Lorenzo de las Escuelas Pías fue usado de cárcel, en sus paredes los futuros mártires escribieron frases de perdón a sus asesinos y expresiones de alabanza a Cristo Rey y a su madre, pero fueron encalados por sus asesinos para no dejar testimonio de la pureza de sus sentimientos. Entre las cartas y testimonios que se custodian en el Museo de los Mártires Claretianos, se puede encontrar el siguiente testimonio:

“¡Viva Cristo Rey! Adiós queridos padres y hermanos, no lloréis; me voy al cielo; no lloréis, muero mártir… ¡Jesús mío, os ofrezco mi vida por la remisión de mis pecados, por los que me persiguen, por la Congregación… ¡ Jesús mío, Madre mía, dadme constancia, resignación, perseverancia… Mis queridos padres y hermanos, alegraos, no lloréis… tenéis un hijo, un hermano mártir que rogará por vosotros en el cielo… Y otras frases que ahora no me acuerdo. Aún me parece que estoy allí en un rincón del salón, escribiendo estas palabras de eterna despedida apoyado en el piano, con los ojos arrasados en lágrimas y el corazón palpitando de emoción. Luego entregué el papel a un muchacho (amigo nuestro y cocinero de los escolapios), llamado José, encargándole que una vez que me fusilasen y España ya estuviera en paz se lo enviase a Uds”.

La casa de la Comunidad Claretiana de Barbastro fue asaltada por miembros de la CNT el 20 de julio de 1936. La comunidad la componían 60 personas: nueve sacerdotes, doce hermanos y 39 estudiantes. En ese momento reunía a los estudiantes de Teología, jóvenes de 14 a 18 años. Los tres padres superiores fueron arrestados mientras que el resto fue encerrado en el salón de actos del colegio de los Padres Escolapios. Se conservan los testimonios de los estudiantes claretianos extranjeros, dos argentinos y uno italiano, que se llevaron las cartas de sus compañeros y sobrevivieron por su condición de no nacionales para evitar problemas con sus países. Según sus historias:

“El día 2 de agosto fusilaron a 3 de nuestros padres; el 12 del mismo mes, de repente, se presentó en el salón un buen grupo de gente armada, a media noche; nos levantamos sobresaltados; uno de los rojos llamó a los seis más viejos, total cuatro padres, un estudiante y un hermano; el más joven de los seis tenía 26 años. Allí mismo, en nuestra presencia los ataron, primero los brazos atrás y luego de dos en dos; los sacaron del salón en medio de fusiles; los subieron a un camión, y al cementerio; allí los colocaron de espaldas a la fosa; luego una descarga cerrada de fusilería, y los seis claretianos coronan en el cielo sus frentes con la palma del martirio. ¡Honor a ellos! Nosotros nos quedamos en el salón terriblemente impresionados, sin poder conciliar el sueño; yo rezaba con otros en un rincón del escenario; nos preparábamos para el sacrificio inminente de nuestras vidas.

Ese mismo día, a las 7 de la mañana, se presentó en el salón uno del Comité, con varios pistoleros; nos coloca en dos filas y va tomando los nombres de todos. ¡Era la lista negra! A los dos extranjeros nos tomó otros datos; todo el día fue de preparación inmediata para la muerte. Como he dicho, es el día 13. A las 3 de la mañana se presentan en el salón muchos comunistas; nos mandan levantar, encienden todas las luces, se distribuyen por todos los rincones y uno de ellos va llamando en voz alta a las víctimas, según la lista hecha; son 20: 1 padre y 19 estudiantes; ninguno pasaba de los 25 años”.

La Iglesia tendrá en Barbastro uno de sus principales epicentros martiriales. A nivel regular el martirio de 51 claretianos, pero también de los 18 benedictinos de la Congregación de Solesmes del monasterio de El Pueyo, a 5 km de la ciudad, y los 10 escolapios del Colegio San Lorenzo. En el plano diocesano se sumarán los 13 canónigos de la catedral, 5 seminaristas y 114 sacerdotes de la diócesis. En cuanto al obispo de Barbastro, Florentino Asensio Barroso, por su condición episcopal se le reservó un trato especial. La noche del 8 de agosto de 1936, un grupo formado por Santiago Ferrando, Héctor Martínez, Alfonso Gaya, Torrente el de la tienda de licores y otros milicianos fueron a la cárcel, lo ataron bien y Alfonso Gaya le cortó con su navaja los genitales, exclamando. ¡Qué buena ocasión para comer cojones de obispo! según quedó atestiguado en la Causa General (legajo 1409, expediente 1, folio 575).

Después se lo llevaron desangrándose al cementerio junto a otros doce presos, donde le dispararon, pero sin matarlo para que se desangrase lentamente, sería otro grupo de anarquistas, que al no poder dormir, subieron a las tapias del cementerio y lo remataron.

Publicado en el diario La Razón el 21/01/2021

 

 

 

 

 

 

 

 

José Luis Orella