Después de la Segunda Guerra Mundial, Hungría fue ocupada militarmente por el Ejército soviético. Las elecciones de noviembre de 1945 fueron ganadas por el Partido de los Propietarios con el 57% de los votos. El Partido Comunista, bajo el mando de Mátyás Rákosi y Ernö Gero, recibió el apoyo del 17 % de la población. El comandante soviético en Hungría, el mariscal Voroshilov, vetó la posibilidad de que un partido burgués formara gobierno. El mando soviético estableció un gobierno de coalición con los comunistas en los puestos claves. El líder de los propietarios, Zoltan Tildy, fue nombrado presidente y Ferenc Nagy, primer ministro, pero Mátyás Rákosi se convirtió en el primer ministro asistente. El también comunista László Rajk se convirtió en el ministro del Interior y fundó la Policía de Seguridad (ÁVH), tomando como modelo a la NKVD. En febrero de 1947, la Policía comenzó a detener a los líderes del Partido de Propietarios y del Partido Nacional de Campesinos. Más tarde, Mátyás Rákosi explicó cómo había eliminado la oposición, cortándola a rodajas, como un salchichón.
El Partido de los Trabajadores Húngaro (Magyar Dolgozók Pártja), formado por la unión del Partido Comunista y el Partido Social Demócrata, se convirtió en el partido hegemónico en las elecciones de 1947 y fue clave en el Frente de Independencia del Pueblo, que formó el nuevo gobierno. Los líderes de las otras formaciones políticas, como Béla Kovács, Anna Kéthly, Ferenc Nagy e István Szabó fueron encarcelados o enviados al exilio. El 18 de agosto de 1949, el Parlamento aceptó una nueva Constitución, modelada según la de la Unión Soviética. El país adoptó el nombre de República Popular de Hungría y el socialismo fue declarado como el objetivo principal de la nación. El nuevo régimen asesinó a 2.000 personas y encarceló a otras 100.000 personas. El hecho más relevante será el proceso llevado contra el cardenal Jozsef Mindszenty, Primado de la Iglesia católica, que fue detenido en diciembre de 1948 y acusado de traición. Durante las cinco semanas de detención, fue torturado, consiguiendo la aceptación de los cargos que se le imputaban y siendo condenado a cadena perpetua. Las iglesias protestantes también fueron purgadas y sus líderes fueron sustituidos por individuos más complacientes al gobierno de Rákosi. Incluso el mayor “as” de la aviación magiar, Lajos Toth, con 26 aviones derribados, fue detenido y ejecutado, acusado de “fascista”, el 11 de junio de 1951, siendo rehabilitado en 1991.
El gobierno comunista se hizo impopular por estas medidas, cuando llegó la noticia del fallecimiento de Josif Stalin en 1953. “El deshielo” propició la sustitución de Mátyás Rákosi por Imre Nagy. Sin embargo, Rakosi retuvo su puesto de secretario general del Partido de Trabajadores Húngaro y durante los próximos tres años se materializará una lucha por el poder entre los dos hombres. Imre Nagy alentó la discusión pública sobre una necesaria reforma política y económica, prometió aumentar la producción y la distribución de bienes de consumo y liberó a los presos políticos, prometiendo elecciones libres y la retirada de Hungría del Pacto de Varsovia.
El Comité Central del Partido de Trabajadores Húngaro condenó a Nagy por “desviación derechista”. Los periódicos húngaros se sumaron a los ataques y el 18 de abril fue relevado de, siendo sustituido por Rákosi. Sin embargo, el 18 de julio de 1956, Rákosi fue forzado a abandonar el poder a petición de la Unión Soviética, por su perfil estalinista. No obstante, logró asegurar el nombramiento de su amigo Ernö Gero. El 3 de octubre de 1956, el Comité Central del Partido de Trabajadores Húngaro anunció que había decidido que László Rajk, György Pálffy, Tibor Szönyi y András Szalai habían sido incorrectamente juzgados por traición en 1949 y se anunció la rehabilitación de Imre Nagy.
El 23 de octubre de 1956, en Budapest, 155.000 manifestantes quisieron hacer un homenaje a los militares húngaros ejecutados por los rusos en 1848, destruyendo una enorme estatua de Stalin. La respuesta inmediata de la AVH fue ametrallar a la gente. La Revolución Húngara iniciaba sus pasos. Las calles cayeron en manos de trabajadores y estudiantes, que formaron un Consejo Revolucionario que proclamó la huelga general. Los campesinos se repartieron la tierra en pequeñas propiedades y ayudaron a suministrar alimentos a las ciudades en rebeldía. Entretanto, tropas soviéticas entraron en Budapest, encontrando una furiosa resistencia por parte de los rebeldes, que estaban armados exclusivamente con armas ligeras y cócteles molotov. El 30 de octubre, siete días después del inicio de la revuelta, los tanques del Ejército soviético abandonaban Hungría. Pero fue una falsa alarma; Nikita Khrushchev, el nuevo déspota comunista, no podía dar imagen de debilidad. El 4 de noviembre, 15 divisiones acorazadas soviéticas entraron en el país, arrollando las débiles resistencias húngaras. La España de Franco fue el único país occidental que ofreció ayuda militar, pero necesitaba la infraestructura aérea estadounidense, que se negó a prestarla. El precio de la revuelta fue de 229 personas ejecutadas, 3.000 muertos en combate, 211.000 exiliados, 26.000 procesados, 26.621 condenados y 13.000 internados en campos de concentración.