El aislamiento de España con su exclusión del Plan Marshall había supuesto un grave quebranto al país. Sin embargo, el clima creciente de guerra fría entre el bloque comunista y el occidental favorecía la supervivencia del régimen español, cada vez más necesario como “retaguardia estratégica” en el control de las comunicaciones del Mediterráneo.
Con una situación diplomática tan difícil, el régimen debía aprovechar toda oportunidad de presencia internacional para contactar con posibles benefactores de su política. La Sección de Relaciones Culturales del Ministerio de Asuntos Exteriores procuró reconstruir la infraestructura cultural en el extranjero, al tiempo que el nuevo régimen imperante en España acomodó la política cultural exterior a sus cambiantes expectativas internacionales.
Bajo el tutelaje del ministro de Asuntos Exteriores, Alberto Martín Artajo, Joaquín Ruíz Giménez y Alfredo Sánchez Bella empezaron a constituir un nuevo organismo que bebía del concepto de Hispanidad que había destilado Ramiro de Maeztu y Manuel García Morente. El primer fruto del proyecto cultural de aquellos hombres será el Instituto de Cultura Hispánica. El nuevo ICH tuvo autonomía jurídica y entre sus objetivos estaba estrechar relaciones con los países hispanoamericanos a través múltiples actividades culturales.
Los instrumentos concretos fueron la actividad editorial de libros y revistas especializadas, la cátedra “Ramiro de Maeztu” en la Universidad Central de Madrid, el Colegio Mayor “Hernán Cortés” en Salamanca, la entrega de premios a libros, revistas y películas de temática hispánica, y un programa de becas de viajes, para traer a España a intelectuales de prestigio, de línea hispanista, con preferencia profesores de universidad y miembros conocidos de la prensa escrita.
Aquellos intelectuales hispanoamericanos pertenecían al mundo de las letras, en su mayor parte procedían de asociaciones católicas estudiantiles, donde los jesuitas principalmente habían incentivado un hispanismo confesional que había calado en el espíritu nacionalista y anti-anglosajón de muchos de ellos. Unos pocos tenían antecedentes de haber colaborado en las iniciativas a favor del bando nacional durante la Guerra Civil. Entre 1947, año de su apertura, y 1981, la institución alojó a más de 3.700 estudiantes. Un buen número de ellos fueron a la vuelta a sus patrias, ministros, diplomáticos, rectores universitarios, artistas y escritores de Hispanoamérica. Los países que más aportaron alumnos hasta 1981, fueron Argentina y Chile, con más de 300, y Perú, Ecuador, México y Bolivia, con 200. En su mayor parte, estudiaron Medicina y Derecho, estas dos carreras reunían casi la mitad de los becarios.
Entre los más representativos estuvieron el peruano Víctor Andrés Belaunde, el argentino Juan Carlos Goyeneche, los chilenos Jaime Eyzaguirre y P. Osvaldo Lira, los nicaragüenses Pablo Antonio Cuadra y Ernesto Cardenal, los bolivianos Luis Adolfo Siles y Carlos Mesa. Su visión hispánica se oponía al naciente populismo indigenista surgido en Perú o en México, pero también al racismo criollo, semejante al colonialismo británico de raíz biopolítica. Aquellos jóvenes intelectuales estaban orgullosos de representar una cultura alternativa a la predominante de los USA en el continente.
Las relaciones comerciales entre una España desarrollada y América fueron en progreso. A nivel político, España fue modelo de modernización y asunción de un mejor nivel de vida, después lo fue por su transición democrática, en la oleada de democratización que puso fin a las juntas militares que aparecieron durante la Guerra fría. La intensidad de las actividades desarrolladas por el ICH y después por su relevo el AECID, junto a las actividades desarrolladas por las universidades, principalmente UNED, Universidad Complutense, Universidad de Salamanca, Universidad Autónoma de Madrid, Universidad de Valladolid, Universidad de Sevilla y Universidad de Navarra, han prolongado la formación y la relación de profundos vínculos de Hispanidad a pesar de las labores contrarias incentivadas por movimientos políticos radicales, vinculados a movimientos de la izquierda radical, transformados en laboratorios de ideas del indigenismo marxista.