Hemos podido leer recientemente noticias relacionadas con los rebrotes en la ciudad de Zaragoza, y más concretamente en el barrio de Las Delicias, uno de los más poblados de la capital. Vaya por descontado que este artículo no pretende de ninguna manera menospreciar la labor tan necesaria que realiza la población extranjera inmigrante desempeñando tareas laborales que la población de nuestro país en edad de trabajar no realiza por una u otra circunstancia.

Si bien hay que tener en cuenta que el origen de estos rebrotes se encuentra a varias de decenas de kilómetros de la ciudad de Zaragoza, en este barrio existe un importante número de trabajadores temporeros que entre semana se desplazan a trabajar en la recogida de fruta en las zonas agrícolas de Fraga y Caspe, pero que el fin de semana regresan a Zaragoza. Inicialmente transmitieron la enfermedad a las personas que viven bajo su mismo techo, y de ahí los casos se han ido extendiendo.

Según declaraciones del Presidente del Gobierno de Aragón, Javier Lambán: “desde el gobierno regional se ha hecho todo lo que está a su alcance para prevenir los casos del COVID-19 como exigir contratos o realizar inspecciones de trabajo, si bien la propia estructura del sector ha dificultado la labor de seguimiento”.

Bien es cierto que los trabajadores extranjeros de la recogida de la fruta no siempre trabajan en las mejores condiciones para prevenir los contagios, pero es fundamental en este sentido habilitar espacios para ello, como la intervención del ejército en Albalate de Cinca para instalar un campamento provisional que reuniera las condiciones socio-sanitarias adecuadas o la habilitación de un pabellón en Fraga para temporeros sin techo con los servicios básicos. Y es que los asentamientos ilegales son un riesgo añadido para la propagación del virus, ya que los contagios se producen habitualmente en el alojamiento.

El problema se encuentra principalmente en los asentamientos sin higiene en los que viven personas indocumentadas, formando una bolsa de población en situación irregular que se mueven por nuestro país en función del calendario de las cosechas.

Así mismo, en la ciudad de Zaragoza, y más concretamente en el barrio de Las Delicias, existen habitaciones realquiladas o pisos compartidos en los que viven un número elevado de personas, provocando directamente condiciones de aglomeración.

En definitiva, la “tormenta perfecta” junto con el ocio nocturno juvenil, que daría para otro artículo, para el desencadenamiento de los rebrotes de las últimas semanas en nuestra ciudad. No se puede culpar directamente a los empresarios del sector como cabeza de turco de esta situación, sino que las administraciones públicas deberían, en la medida de lo posible, posibilitar condiciones adecuadas para el desempeño del trabajo agrícola de temporada como ocurre en Francia, donde miles de temporeros españoles han viajado durante las últimas décadas para llevar a cabo las tareas de recogida de la fruta.

Al mismo tiempo, el Gobierno de España debería hacérselo mirar para asegurar unos convenios colectivos dignos en el sector de la agricultura, lo que ayudaría a que la población autóctona en situación de desempleo acceda de igual modo a estos puestos de trabajo. Otra guerra es el precio de los productos agrícolas en los supermercados y el precio en origen. Así nos va, y lo que nos queda.

Vicente Alba