Los españoles mantenemos con nuestro sudor e impuestos a 3.500.000 empleados públicos, siendo unos 500.000 políticos “profesionalizados”, que no profesionales.
Es una gigantesca bola de nieve que está destruyendo la economía, y para “justificar” su presencia imponen multitud de requisitos y trabas burocráticas a los empresarios, autónomos, etc.
Hay dos clases de trabajadores públicos: funcionarios y laborales. Y en ambas categorías de dos tipos: por oposición y por ocupación.
Los ingresados por oposición pueden serlo por oposición libre o por oposición restringida, es decir, con la ayuda de la valoración de los servicios previos prestados, y a cuyo empleo se ha accedido en muchísimas ocasiones por enchufe.
Los trabajadores por ocupación pueden serlo de varios tipos: por concurso-oposición, por concurso, o, simple y llanamente “a dedo”.
Por supuesto, existen también situaciones de enchufe asimiladas a trabajadores por ocupación:
- Cargos políticos que lo primero que hacen es darse de alta en seguridad social y en la nómina correspondiente, que normalmente se fijan ellos mismos unilateralmente, pues ya se sabe que la caridad bien entendida empieza por uno mismo. (Sobre todo si es de la PSOE o de Unidas Podemos, y carece de formación, de capacitación e incluso de ganas de trabajar).
- Asesores, que lo mismo asesoran sobre la energía nuclear como del calentamiento climático, total qué más les da, si en la mayoría de los casos no tienen ni idea de nada, y son unos meros “comisarios políticos” del partido que les nombra…
- Personal eventual, jefes de gabinete, secretarías particulares, escoltas, chóferes de libre designación. En este apartado hay numerosas amantes y novios, cuya principal habilidad es dar “satisfacción” al que manda. (No crean que exagero; hemos visto un caso reciente en la prensa).
- Bolsas de Trabajo, destinadas a cubrir necesidades temporales de trabajadores públicos, aunque hay millones de personas que han hecho de estas bolsas su medio de vida, sobre todo si tienen la “suerte” de contar con un buen enchufe.
Normalmente se nombra a los que figuran en los primeros lugares de la lista, con lo cual acaban convirtiéndose en una especie de funcionarios por ocupación, en claro detrimento de quienes se han incorporado con posterioridad.
Como el principal mérito que se valora –por no decir el único- son los servicios previos prestados, quienes llevan más tiempo en las bolsas tienen siempre preferencia sobre los recién incorporados, aunque estos tengan mejor expediente académico, mayor formación de posgrado, experiencia profesional en otras actividades similares u homologables, etc.
Algunos autores cifran en cerca de un millón de personas las integrantes de este colectivo, aunque el número de integrantes de las bolsas de empleo es el doble o el triple, pues muchos son los llamados, pero pocos los elegidos…
La rotación dentro de las bolsas permitiría vivir –o al menos subsistir- a sus integrantes, a la espera de tiempos mejores. ¿Por qué no se hace? ¿Qué interés hay de que siempre trabajen los mismos… funcionarios por ocupación? ¿Se trata de enchufados? Al fin y al cabo, llevar más tiempo en las listas, o haber trabajado más tiempo no creo que sea un mérito especialmente relevante, y más cuando la Constitución habla claramente de igualdad, mérito y capacidad…
En el septenio negro del zapaterismo las administraciones aumentaron su plantilla en más de cuatrocientas mil personas, que se dice pronto. ¿Realmente eran necesarios estos nuevos trabajadores públicos, u obedecían más bien al viejo grito de “Zapatero, colócanos a todos”?
Ahora con el “sanchismo” y el comunismo al timón de la nave, volvemos a las andadas, y el número de empleados públicos no para de crecer…
En resumen, que no todo el monte es orégano. Hace falta “mover” las listas, pasar al final de las mismas a quienes ya hayan prestado servicios, y, en definitiva, repartir el escaso empleo público entre los millones de españoles que no tienen la suerte de tener un empleo, público o privado.
Y urge empezar a echar enchufados, sobre todo aquellos ingresados por el carnet del partido correspondiente en la boca, y por designación a dedo, que los hay, y muchos.
Ramiro GRAU MORANCHO
Abogado y escritor