Recientemente, el diario La Voz de Galicia informaba en su edición digital que en España está sobre la mesa suprimir la Educación Física: ”Dando ya por perdido este curso, el objetivo es ahora poner los medios para que no vuelva a pasar algo parecido en el próximo curso. Y la solución que se le ha ocurrido a la ministra Isabel Celaá es la misma que el gobierno aplica a las empresas para tratar de evitar los contagios: que las aulas abran al 50% con severas restricciones de aforo, horarias y de movimiento. Se habla de que los alumnos tengan que permanecer sentados en los descansos entre clases, que no puedan intercambiarse libros o apuntes, de suprimir la Educación Física y, en general, de reducir en todo lo posible la enseñanza presencial”.

Así mismo, el diario digital La Vanguardia publicaba hace pocos días en relación con el mismo tema que la distancia interpersonal mínima de dos metros también debe mantenerse en los juegos del patio y, en la clase de educación física debería ampliarse puesto que cuando una persona practica ejercicio se amplía el radio de contagio. Si eso no es posible, se recomienda el uso de la mascarilla.

Ante esta situación, cabe la siguiente pregunta: ¿Cómo será la asignatura de Educación Física hasta que dispongamos de una vacuna contra el COVID-19?

Vamos a ver a continuación algunos ejemplos:

  • Alemania ha iniciado esta semana las clases con una Educación Física muy mermada, basada en un programa de acondicionamiento físico en grupos reducidos.
  • En China dos estudiantes han fallecido durante una clase de Educación Física realizando un test de 1000 metros. El uso de la mascarilla parece ser la principal hipótesis para explicar esta desgracia.

¿Es posible entonces una Educación Física presencial en la fase pre-vacuna? ¿Qué cambios deberían realizarse en el ámbito curricular?

Cuando se piensa en cómo será la escuela en la “nueva normalidad”, las palabras que nos vienen a la mente son inseguridad, inquietud y desasosiego. Es cierto que un área tan específica como la Educación Física verá mermada su didáctica de forma importante durante un tiempo, pero introduciendo  algunas adaptaciones basadas en metodologías individualizadoras y tradicionales para asegurar el distanciamiento y evitar el contacto corporal entre el alumnado, se podrá superar con éxito esta situación temporal.

Y es que junto a la desastrosa gestión sanitaria, la educación ha sido el otro gran fracaso evidenciado a raíz de la pandemia provocada por el coronavirus. Al margen de lo ridículas que resultan las medidas citadas al inicio de este artículo, imponiendo limitaciones que atentan contra los principios básicos de la educación como la relación profesor-alumno, la socialización o el trabajo en grupo, la conclusión a la que podemos llegar es que para este lamentable gobierno la educación no es un “servicio esencial”. Y es que, desde luego, la enseñanza no es un juego de realidad virtual.

Vicente Alba