De este simpático compositor inglés, tan alejado de los círculos académicos, se pueden decir muchas cosas desfavorables, pero lo que nadie podrá negar es que era un artesano muy concienzudo.
Addinsell realizó sus estudios musicales, de manera bastante incompleta, en el Royal College of Music. Dedicó sus esfuerzos mayormente a la música cinematográfica, escribiendo una enorme masa de músicas para cine por lo general descoloridas y olvidadas.
Debe su fama a una sola obra, el muy peculiar Concierto de Varsovia, escrito para la columna sonora del film Dangerous Moonlight (1941), de Brian Desmond Hurst.
Se trata de un concierto para piano y orquesta en un único movimiento, que remeda superficialmente a Rachmaninov en su vertiente menos creativa. Plagado de defectos estructurales, estereotipado en grado sumo, el concierto, a causa de ello, ha logrado un éxito popular sin precedentes en una composición de su naturaleza: más de un centenar de grabaciones y tres millones de copias vendidas. Pero, pese a sus muchos defectos, el Concierto sigue vivo: su música logra animar unos temas y desarrollos neorrománticos análogos a los de Henri Herz un siglo antes.
Las restantes composiciones de Addinsell no se aproximan, ni de lejos, a este golpe maestro donde audacia comercial y sensiblería emocional se aúnan perfectamente.
Del resto de su producción, se puede mencionar asimismo el poemita sinfónico Southern Rhapsody, así como su música para las películas Adios, Mr. Chips (Sam Wood, 1939), Amigos apasionados (David Lean, 1949) y El Príncipe y la Corista (Laurence Olivier, 1957), entre otras.
Richard Addinsell falleció en 1977 tras una carrera errante y desengañada.
José Antonio Bielsa Arbiol