Hoy olvidado, Adolfo Aznar fue uno de los cineastas españoles con mayor talento plástico de su tiempo.
Nacido en La Almunia de Doña Godina (Zaragoza), Aznar despuntó como escultor antes de dedicarse al cine, siendo discípulo predilecto de Mateo Inurria; trabajaría sobre el mármol, el bronce y la madera, alcanzando cierta notoriedad.
Este prestigio le permitirá enfrentarse a la producción de la que será su primera película como director, Colorín (1928), haciéndose cargo también de la escritura del guión y protagonizándola; realizada sin tener previos conocimientos técnicos sobre el medio cinematográfico, la cinta obtendría un éxito crítico que ratificará a su autor entre los más prometedores cineastas de la industria española, cuyos valores serían confirmados en su siguiente empeño, Gloria (1929).
Durante la década de 1930 realizó dos significativos cortometrajes destinados al público infantil, Pupín y sus amigos (1931), y especialmente Pipo y Pipa en busca de Cocolín (1936), notable incursión en el cine de dibujos animados. Entre medias se sitúa Miguelón o el último contrabandista (1933), con el protagonismo del tenor Miguel Fleta, codirigida junto a Hans Behrendt y malograda por problemas de infraestructura.
Su último trabajo destacable, y el más descollante de su carrera, es El milagro del Cristo de la Vega (1940), la mejor y más elaborada de sus obras, basada en la leyenda de José Zorrilla. Quizá en esta película quedé resumido el legado del cineasta, su capacidad para crear atmósferas, su caligrafía narrativa, ese gusto por el misterio cinematográfico que aquí es Misterio Católico.
Del resto de su obra no subsiste gran cosa. Concluirá la década de 1940 realizando cuatro anodinos largometrajes, amén del documental Suburbios (1947), antes de desaparecer de la escena cinematográfica para siempre.
Manuel Rotellar, nuestro más querido crítico cinematográfico de Zaragoza, q.e.p.d., describió así al cineasta:
“Gran individualista, como buen aragonés, se movía mejor en aquellos temas que le eran gratos y donde podía rendir plenamente como artista plástico. El mejor cine de Aznar es, esencialmente, visual. Mal conocido en su tiempo, es totalmente desconocido para las nuevas generaciones. Su obra, hecha con inteligente mesura, con una gran inspiración cinematográfica, está pidiendo una revisión” (Aragoneses en el cine, 3, 1972, p. 41).
Adolfo Aznar falleció en Madrid, el 15 de junio de 1975.
José Antonio Bielsa Arbiol