Soy una persona clara, directa y transparente, sin dobleces ni medias verdades, como corresponde al carácter aragonés.
Y duro y constante como una mula o un burro viejo.
Precisamente por eso, cojo siempre el teléfono fijo, cuando estoy en casa, o el móvil, cuando lo tengo encendido, y contesto y atiendo a todo el mundo, incluidos muchos pesados, o personas que no tienen otra cosa que hacer que molestar a los demás.
Contesto a todos los correos electrónicos que recibo, a excepción de los que me insultan, por mis artículos u opiniones políticas, o aquellos que me amenazan, que los llevo directamente a la Comisaría de Policía, para formular la denuncia correspondiente.
Ya conté en un artículo anterior como, tras cerrar un plazo fijo que tenía en el Banco Sabadell, sucursal del Paseo de Sagasta, 50, de Zaragoza, no paro de recibir llamadas y mensajes de la citada entidad, ¡diciendo que les debo 17 euros!, pero sin especificar el motivo, o la razón de dicha deuda, puesto que si no tengo saldo alguno con ellos, y la cuenta está cerrada, mediante la extracción de todo el dinero, incluidos los céntimos de euro, ¿qué coño les voy a deber nada…?
Debido a la discapacidad que me ha producido el ictus cerebral que sufrí hace casi cuatro años, necesito llevar una vida tranquila, dormir todos los días la siesta, por prescripción facultativa, andar todo lo posible, no engordar, etc., en fin, lo que podríamos llamar las generales de la ley. De la ley médica.
Y los citados usureros (los judíos, a su lado, son unos simples aficionados), no paran de bombardearme a llamadas, a razón de media docena al día, y eso como mínimo, a horas intempestivas, punto de la mañana, a la hora de almorzar, sobre las catorce horas, cuando estoy durmiendo la siesta, a las diez de la noche, etc., molestando una barbaridad.
En ocasiones, incluso, llaman simultáneamente a los dos teléfonos, el fijo y el móvil, o no dicen nada, pero veo por los números de teléfono, que es el Banco Sabadell, pues tengo ya registrados alrededor de una docena de teléfonos, todos móviles, que utilizan para esa coacción, que entiendo es delictiva (vid. art. 172 del Código Penal, el delito de acoso telefónico).
En otras palabras, y con independencia de la denuncia que voy a interponer contra ellos, ruego mediten sobre si es conveniente abrir una cuenta con semejantes negreros, digo usureros…, que se inventan comisiones para sangrar a sus ex clientes.
Y, lo que es peor, que son más pesados que una mosca cojonera.
Ramiro Grau Morancho
Académico, jurista y escritor