Nuestro “amado líder”, visto que los jueces están dispuestos a investigar, y hasta a juzgar, sus turbios negocios familiares, y hasta el fango de corrupción delictiva que sale de la Moncloa, quiere nombrar a los jueces a dedo, para que todo salga según sus órdenes.

Cada día me recuerda más a “Yo el Supremo”, de don Augusto Roa Bastos, retrato inmisericorde de un tirano hispanoamericano…, modelo al que aspira Pedro Sánchez.

Veamos cómo se nombra ahora los jueces:

Tres cuartas partes mediante oposición libre.

Una cuarta parte mediante concurso de méritos, en el que priman los enchufes, las relaciones familiares y las simpatías políticas.

(Como tengo algunos amigos ingresados por ese turno, diré, para que no me retiren el saludo, que algunos también entran por méritos propios…, pero son los menos).

En los tribunales superiores de justicia, salas de lo civil y penal, uno de cada tres accede de la mano de los políticos a los que puede juzgar, parlamento regional, etc.

El presidente de esa sala es el propio presidente del TSJ, también nombrado con criterios políticos, y por lo tanto, no es de extrañar que se produzcan tan pocas sentencias condenatorias en ese ámbito autonómico.

En el tribunal supremo, hay un quinto turno, al que acceden juristas de categoría, normalmente catedráticos de universidad, etc., generalmente a edades ya avanzadas.

Luego están los jueces sustitutos (yo mismo lo he sido), y magistrados suplentes, en órganos colegiados, que desempeñan las mismas funciones que los magistrados y jueces de carrera, pero sin estabilidad laboral, pues los nombramientos se hacen por años judiciales, y de una forma discrecional…, por no decir arbitraria, que también.

(A pesar de reunir todos los méritos exigibles, tuve que acudir al Tribunal Supremo, para que se reconociera mi derecho a ser nombrado).

Estos sustitutos y suplentes, solo actúan cuando son necesarios, hay plazas vacantes, jueces de baja por enfermedad, comisión de servicios, o lo que sea, es decir que nadie te garantiza que vayas a trabajar durante la totalidad del año judicial.

Pues bien, la reforma presentada por el régimen totalitario-comunista sanchista, pretende lo siguiente:

Hacer fijos, y por tanto inamovibles, a todos los jueces sustitutos y magistrados suplentes, que cumplan determinados requisitos, y, por supuesto, de forma discrecional. (En España, la discrecionalidad y la arbitrariedad, son palabras sinónimas; o deberían serlo).

Al parecer, el régimen sanchista todavía no se ha enterado de que un “juez”, aunque sea nombrado a dedo, sin juzgado no es nada, y que hacer fijos a todas estas personas, exigiría la creación de unos mil juzgados más, con los correspondientes locales y medios materiales, 8 ó 10 funcionarios por juzgado, otros mil letrados de la administración de justicia, varios cientos de forenses, etc.

“Resucitar” el tercer turno, de forma que uno de cada tres jueces de nuevo ingreso, acceda a dedo, por sus méritos, o más bien por la falta de ellos, como ya hizo Felipe González, cuando llenó la judicatura de abogados laboralistas (él mismo lo era), con bastante mal resultado, por cierto.

Posteriormente se suprimió el tercer turno, pero se mantuvo el cuarto turno, para el acceso directo a magistrado, y hubo varias “modas”:

La moda de seleccionar a profesores universitarios, con bastante mal resultado, pues la mayoría eran excesivamente teóricos, sin experiencia práctica jurídica alguna, o muy escasa, y les resultaba difícil “descender” al terreno práctico: una sentencia no es una tesis doctoral… Hay muchos expedientes que resolver, y no puede uno ser exhaustivo, salvo que quieras que tu juzgado o ponencias se conviertan en un almacén de papel sin resolver.

La moda de los secretarios judiciales, ahora letrados, como forma de darles salida a puestos superiores.

Pero claro, un secretario es un buen tramitador, fedatario, sabe mucho derecho procesal, pero suelen ser poco expeditivos, y tampoco son grandes expertos en el derecho sustantivo, la jurisprudencia, etc.

Porque, y creo que por encima de todo, un juez debe tener carácter, personalidad, y capacidad de ponerse el mundo por montera, y tomar las decisiones que su conciencia entienda que son justas, aunque ello le suponga enfrentarse al político de turno, o a todo el régimen sanchista.

¡Gracias a Dios, todavía quedan jueces así en España!

Y es con ellos con los que quieren acabar Pedro Sánchez y su banda.

 

Ramiro Grau Morancho

Académico, jurista y escritor

https://www.ramirograumorancho.com

Ramiro Grau Morancho