Comenzamos el año con una lectura bastante interesante sobre la influencia de la revuelta estudiantil de mayo del 68 en nuestros días. La obra es de Pablo Pérez López, doctor en Historia, catedrático en la Universidad de Navarra, escritor (diez libros en total) y articulista, y viene de la mano de Ediciones Palabra. Es un libro de muy fácil lectura, corto y ameno, y que cumple de sobra con su cometido, defendiendo muy bien el autor su postura. Pérez sostiene que, contrariamente a las apariencias, la revuelta estudiantil sí triunfó, aunque, eso sí, su triunfo fue de efecto retardado.

El autor sitúa los antecedentes del 68 en los EE.UU. post II Guerra Mundial, años de profundo desarrollo tecnológico que cambiaron la vida doméstica con la generalización, allí en primer lugar, de electrodomésticos que hacían la vida más fácil. Sin embargo, seguían existiendo problemas sociales como el racismo y la pobreza, y emergió una corriente descontenta —entre los jóvenes y las minorías ilustradas, principalmente— con el estado de cosas de la sociedad norteamericana, que mantenía que «era preciso encontrar nuevos caminos para salir de un modo de vida hipócrita y vacío». Sin embargo, según nos dice Pérez, esta postura antimaterialista llevó, paradójicamente, a un materialismo más fuerte aún; la supuesta contracultura no fue otra cosa, en el fondo, que un producto capitalista. Pero lo más impactante, lo más profundo y que determinaría lo que pasaría después, fue la actitud: «(…) la palabra estandarte del nuevo pensamiento fue “alternativo”. Y su gesto por antonomasia, la rebeldía», dice el autor. Esta actitud transgresora llevó a un cuestionamiento de la moral imperante y operó el cambio cultural más importante: el de la conducta sexual juvenil.

En esos años 50 se generalizan en EE.UU. dos ideas: la primera, la exaltación de la juventud como tal, del hecho de ser joven; la segunda, la consideración de que vivir bien, en el sentido utópico de alcanzar la perfección a nivel social, es un derecho. Pero el racismo en el país norteamericano estaba todavía muy presente, al igual que la pobreza. Las manifestaciones para acabar con la discriminación racial se generalizaron a principios de los 60, atrayendo a jóvenes blancos idealistas acomodados. Lo que hoy llamaríamos pijoprogres. Todo este clima social y estas ideas emergentes cristalizaron en una revuelta de estudiantes en la universidad californiana de Berkeley.

 

Imagen del mayo del 68 en la universidad de La Sorbona (París). Vaya tres patas pa’ un banco

Mientras tanto, en Europa, una parte de la izquierda, la socialdemócrata alemana de Willy Brandt, se pasa al lado oscuro y abraza el atlantismo y el libre mercado aliándose con los EE.UU., alejándose así de la retórica revolucionaria socialista ortodoxa. Esto provocó las protestas de universitarios de la izquierda más a la izquierda, por así decirlo, que lo vieron como una traición. Estas protestas son el  germen del mayo del 68 francés, sostiene el autor del libro. La revuelta en el país vecino supuso una verdadera tormenta política pero no se impuso, no cristalizó políticamente. De Gaulle supo jugar sus cartas. Sin embargo, la tesis de esta obra es, justamente, que el mayo del 68 venció a la larga. No supuso una victoria política, es verdad, pero influyó de tal manera en la sociedad que cambió la mentalidad y los modos de vida, calando igualmente en izquierdas y derechas. De hecho, el autor matiza que incluso es discutible la derrota política. Lo fue en su momento, ciertamente, pero con los años muchos sesentayochistas ocuparon puestos de poder por toda Europa.

La mentalidad resultante del mayo del 68 es individualista, nihilista, hedonista y caprichosa, hipersexualizada, y pretende convertir en derecho la mera voluntad. Además, es contraria a la idea de autoridad, dinamitando un elemento básico del orden social, y rupturista con el pasado, con la herencia recibida, la «culminación de la modernidad», en palabras de Pérez. Nada de más presente actualidad que esto.

 

De aquellos polvos, estos lodos

La ruptura con el pasado, considerado una carga y una limitación, lleva —conscientemente  no— a la autocomplaciente idea de ser superiores a nuestros mayores, al hombre del ayer, dotando a la mentalidad progresista de su pretendida superioridad moral, tan molesta. Como resultado, ya en el nuevo siglo nació la llamada cultura de la cancelación, que como saben ustedes consiste en la pretensión de dejar sin voz al que ose llevar la contraria a la mugre progresista y en la muerte civil del que saque la pata del tiesto. Un nuevo producto de las universidades norteamericanas irradiado posteriormente a Europa. Y en esas que, en medio de tanta supuesta libertad, nos vemos compelidos a utilizar eufemismos o palabras veladas so pena de que la batería mediática progresista busque nuestra aniquilación civil. ¡Cuántos tabús para tanta libertad!

La obra concluye con unas reflexiones del propio autor totalmente sensatas. Buen trabajo, en definitiva, el que nos presenta Pablo Pérez López. Un libro más que interesante.

 

Lo Rondinaire

Lo Rondinaire