Ocurrió entre el año 1997 y 2013. El horror de Rotherham (Inglaterra): las violaciones a 1.400 niñas por individuos musulmanes que fueron silenciadas por la clase política ‘para no parecer racistas’. (LGI/6/8/2024.)
Empezaré diciendo que no tengo palabras para mostrar mi desprecio y repulsa a esta clase política, y no sólo a la clase política de Rotherham. Policía, medios de comunicación, profesores… también lo sabían. Es repugnante.
Dicho esto, intentemos analizar cómo es posible que pasen estas cosas tan horribles. Tenemos que empezar por el contexto. Una ciudad de unos doscientos cincuenta mil habitantes. Un 96% de la población es blanca. La religión más profesada es el cristianismo con un 80%. Con un sistema político democrático, dado que Rotherham pertenece a Inglaterra.
¿Cómo ha sido posible esta repugnancia?
Decía el gran filósofo Kant, que la razón por la que la mayoría de los hombres se mantienen gustosos en la infancia, es la pereza y la cobardía. No se sonrían las mujeres, porque también van incluidas. Y el PP centro centrado.
Reconozco que me da mucho miedo la indignidad. Aunque todo el mundo lo entiende, añadiré que lo indigno, es lo ruin, rastrero, vil, detestable. Las opiniones, especialmente si son mayoritarias, de mis compatriotas (aunque algunos no merecen este noble título) me importan. Aunque sea relativamente. Por ejemplo, yo sé que no soy racista, aunque los gilipollas woke (perdón por la suavidad), afirman que los hombres blancos heterosexuales somos racistas, por definición. Pero, y ahí está el meollo de la cuestión, me importa mucho más mi dignidad que las gilipolleces progresistas. Me importa mucho más que al mirarme al espejo no sienta vergüenza de mí mismo.
Y si yo supiera que niñas o adolescentes, son violadas por musulmanes, y callara, me sentiría tan miserable que no podría resistir. Y denunciaría esta abominación, no porque sea valiente, sino porque no puedo resistir verme a mí mismo como alguien indigno, ruin, miserable.
Un segundo paso a tener en cuenta, en esta repugnante y horrible historia, es la dimensión de la cobardía. Los profesores de ética suelen distinguir entre los hechos supererogatorios y hechos éticamente normales. Pondré un ejemplo.
La moral positiva- la que está vigente en una sociedad, en un momento dado me exige ciertos comportamientos para ser considerado un sujeto moral. Por ejemplo. Voy por la calle y veo a una persona mayor que grita desde una ventana ¡Socorro, fuego! Mi deber moral, mínimo, es avisar a la policía, a los bomberos, etcétera, de que hay un incendio y una persona en peligro.
En cambio, un acto supererogatorio sería entrar en la casa y, con riesgo de mi propia vida, salvar a esta persona en peligro. Este es un acto moral no debido. ¿Por qué no es debido? Porque los actos heroicos no son moralmente exigibles. Se trata de un acto heroico que merece el aplauso y el agradecimiento de la gente decente.
Estas personas de Rotherham -demasiadas- se portaron como despreciables cobardes. Pudo más el miedo a que les llamaran ‘racistas’ a decir la verdad y apechugar con las consecuencias. ¿Qué consecuencias?
Aquí tenemos que introducir un último matiz. Si la consecuencia de decir la verdad fuese la muerte, no sería moralmente obligatorio decir la verdad. Jugarse la vida, en estos y parecidos casos, es propio de héroes y santos. Repito lo de antes. Los actos heroicos no son moralmente exigibles. Pero estas personas de Rotherham no se jugaban la vida. Se jugaban que grupos de fanáticos imbéciles progresistas, les acusaran de racismo. Falsamente. Así que no es excusa válida. No puedo evitar sentir asco por la mayoría de políticos, periodistas, profes, demás fauna progresista y cobardes asimilados de Rotherham. ¿Pasaría aquí?
Lo que este horrible hecho de Rotherham demuestra, es que una sociedad cobarde y que no se respeta a sí misma, puede ser puesta de rodillas por una minoría fanática.
Algo parecido, a lo sucedido en Rotherham, pasa en el resto de Europa. Millones de personas prefieren ser políticamente correctas (por miedo a ser acusados de fachas), antes que personas dignas y decentes. Esta negativa y peligrosa tendencia europea es obra, en gran medida, de la funesta pinza políticamente correcta que controla la UE: socialistas, populares y liberales.
Volviendo a España, ¿soportará la sociedad española -cobardemente- los antidemocráticos ataques del autócrata Sánchez a los jueces, la antidemocrática colonización de las instituciones, amnistía a los golpistas, o el injusto cupo catalán?
Fedea: paso imprescindible para declarar la independencia. Los inspectores de Hacienda dicen que es una pésima idea ceder todas las competencias de recaudación y gestión del 100% de los impuestos a Cataluña.
En defensa de la continuidad de la democracia, espero que los españoles no se comporten como los despreciables vecinos de Rotherham. Y por no parecer de derechas, sigan votando -como súbditos progres- al ‘CaudilloSánchez’.
No quiera ser tan infame como el ‘puto amo’.
Sebastián Urbina