Un ayuntamiento cualquiera. En su página web ocupa lugar preferente el apartado dedicado a Igualdad y Diversidad. Un vistazo superficial a los subapartados basta para comprender su contenido: Dirección general de Igualdad y contra la llamada violencia de género; Contra la violencia machista; Observatorio Municipal de Violencia contra las Mujeres; Transversalidad de género, que implica incorporar la perspectiva de género en todas las políticas públicas; Criterios de transversalidad; Uso no sexista del lenguaje escrito, visual o audiovisual; Impacto de género en los proyectos normativos; Presupuestos con enfoque de género; Red de espacios de igualdad; Estructuras estables para el impulso de la transversalidad; Lucha contra la pobreza femenina; Empoderamiento de las mujeres; Atención a las víctimas de la LGTBIfobia; Nada más que feminismo, nada menos que igualdad; Programa de atención integral a las familias LGTBIQ+; Observatorio municipal contra la LGTBIfobia; Unidas contra las violencias machistas; Consejo municipal de las mujeres; Ciudades igualitarias: guía práctica de urbanismo y género; Subvenciones de igualdad… Todo ello, recién cocinado en los núcleos irradiadores, en terminología errejoniana, de Unidas Podemos.

Empezando por la forma, se trata deuna excelente recopilación de los términos inventados en los últimos años, sobre todo en el mundo anglosajón y después traducidos a las demás lenguas del mundo, por el pensamiento llamado progresista. Comenzó con ello la extrema izquierda, vanguardia de toda disolución, lo contagió velozmente a la izquierda en general y hoy son de uso universal. No hace tantos años que la mayoría de la gente se reía de los pedantes que empezaron a hablar de géneros (eso que antes tenían las palabras y ahora, por alguna mágica mutación, tenemos los seres humanos) empoderamientos, transversalidades, heteronormatividades, patriarcados, fobias, etc. Pero pobre del incauto que, empeñado en expresarse con libertad, siga tomándoselos hoy a broma. Una bobada repetida suficiente número de veces se convierte en dogma, y los dogmas acaban produciendo inevitablemente herejes e inquisidores.

En cuanto al fondo, es digna de mención, en primer lugar, la abrumadora presencia de asuntos sexuales, ésos que antes eran de incumbencia de cada uno y que ahora, en estos libérrimos tiempos, han pasado a ser preocupación preferente del omnisciente, omnipotente y omnipresente Estado-mamá en todos sus niveles nacionales, regionales y municipales. Acabarán constitucionalizando el derecho al orgasmo. Y, sin necesidad de perder tiempo explicando lo discutibles que pueden llegar a ser los conceptos aquí tenidos por indiscutibles, el lector podrá imaginar la enorme cantidad de confusiones, contradicciones, disparates, discriminaciones, abusos, corrupciones, injusticias, despilfarros, enchufes y, sobre todo, menosprecios a las mujeres que provoca todo esto. Hasta es probable que haya conocido e incluso sufrido en sus pecadoras carnes alguno de ellos.

Pero lo más importante es que la famosa ideología de género es un invento bastante reciente de la izquierda para avanzar en su proyecto liberticida utilizando a mujeres y homosexuales como peones a sus órdenes. Porque para Ernesto Laclau, su esposa Chantal Mouffe —autores del insoportable pero influyente Hegemonía y estrategia socialista, una de las biblias del marxismo postmoderno— y tantos otros en su misma línea, desaparecida la lucha de clases por la práctica ausencia de clases, «hay que redefinir el proyecto socialista en términos de una radicalización de la democracia; es decir, como articulación de las luchas contra las diferentes formas de subordinación de clase, de sexo, de raza, así como de aquellas otras a las que se oponen los movimientos ecológicos, antinucleares y antiinstitucionales».

Es decir, la estrategia de la izquierda del siglo XXI ha de consistir en avivar —más bien en crear— enfrentamientos entre sectores de la sociedad definidos ya no por su nivel de ingresos, sino «fundamentalmente por su sexo, orientación sexual, raza o consideraciones sobre medio ambiente, energía o alimentación». Sin enfrentamientos, la izquierda no puede prosperar. Por eso cuando no existen, hay que inventarlos.

El caso municipal mencionado es un magnífico ejemplo de implantación de esta estrategia neomarxista de hacer pasar un proyecto político muy concreto por verdades indiscutibles y compartidas por todos.

Ah, se me olvidaba… El ayuntamiento en cuestión es el de Madrid.

 

Jesús Laínz

Jesús Laínz