El pasado domingo volvimos a vivir una cita electoral, esta vez en Cataluña, y otra vez los resultados han sido penosos para los partidos de oposición, que ven cómo Sánchez no sólo no ha muerto como vienen pronosticando desde hace años, sino que no para de crecer, deja heridos por donde va (Podemos, Sumar y ECR) y resucita a quien quiere (BNG, Bildu y Puigdemont).
PP y Vox han vuelto a fracasar no sólo en lo técnico; son incapaces de hacer campañas ilusionantes y/o que den escaños. Han perdido toda esperanza de ser relevantes en la política de algunas regiones; celebran obtener un bajo porcentaje del voto en Cataluña, o peor aún, festejan quedarse como estaban hace cuatro años como si fuera un triunfo. En definitiva, ante unas próximas elecciones generales contra Sánchez y el separatismo, la percepción es calamitosa. Se percibe que ni se entienden entre ellos, y peor aún, que sólo saben ofrecer “gestión, centralidad y firmeza” (Feijoó) o estar a la defensiva y ser sólo “anti” (Abascal).
Y esto último es lo más lamentable: la incapacidad de la oposición para articular, y sobre todo comunicar, un proyecto político alternativo a la deriva federalizante pluriestatal en la que nos encontramos. No hay un plan para detener el “Golpe a la Nación”(concepto de Javier Torrox) en la que estamos inmersos, y lo que es más grave, ni siquiera se cuestiona el marco que permite todo esto. PP y Vox sólo se centran en atacar a Sánchez y éste les sigue pasando por encima. En conclusión, no hay iniciativa política que atraiga a todos aquellos que quieren sumarse a defender a su nación por encima del sistema que se diseñó para romperla, tal y como ya advirtiera Fraga en la votación del proyecto constitucional en el 78, cuando dijo que se votaba entre “España o Democracia”.
La patria se precipita por la pendiente de la desintegración nacional y asombra la falta de visión de los dirigentes políticos de la oposición, pero también de sus intelectuales. Ninguno se atreve a señalar, en los grandes medios de comunicación en los que el PP y Vox tienen influencia, una crítica que salga de los marcos en que el sistema los quiere encerrados: UE, OTAN, Zelensky, Sionismo, Constitución, Transición modélica, juancarlismo, antifranquismo… Y los pocos que se atreven a cuestionar este encuadre son expulsados, censurados o ridiculizados por quienes, a pesar de sus pésimos resultados electorales y de un pobre desempeño político, no hacen ninguna autocrítica. La única solución que nos proponen es que sigamos votándoles a ellos, pero la pregunta que surge es ¿para qué?
Y esto es justamente lo central del asunto: ¿qué quiere la oposición? y ¿por qué son tan malos comunicándolo? ¿por qué no existe un debate público que ilusione a la gran masa de votantes que está en la abstención y que en el caso de Cataluña ha significado 120.000 votos para Alianza Catalana, un partido rupturista con su sistema particular, el del Procés? ¿cómo podremos construir un relato si no se atreven a pensar en un proyecto fuera de la caja? ¿cómo se puede romper ese límite mental constitucional que no deja ver como posibles otras opciones que no mencione la Constitución? ¿cómo se puede articular un relato si antes no hay debate? ¿cómo se puede articular una narrativa atractiva si antes no hay relato? ¿cómo se puede ilusionar si antes no hay ninguno de los pasos previos?
No se puede empezar la casa por el tejado. Es necesario empezar a discutir un proyecto alternativo con cambios estructurales, atreverse a pensar fuera del 78, y lo más importante, ponerlo sobre la mesa del debate público. Sin estas premisas la oposición repetirá lo de siempre: centrarse en la gestión o cambios cosméticos, mientras afianza todo lo conquistado por el PSOE, hasta que el PSOE vuelva a ganar y continúe su camino exactamente donde lo dejaron al perder. La baza de la oposición no puede ser “quitar a Sánchez” o estar a la defensa y ser “antis”. Hemos de exigirles que articulen un proyecto de cambio real y no una apariencia de confrontación.
El problemano es Sánchez; no son los separatistas; tampoco las izquierdas; o los españoles que votan mal. Quizá el problema es que una gran parte de la poblaciónestá acéfala y se la usa sólo como proveedores de escaños. Parece que los ciudadanos no importaran, parece como si sólo interesa los beneficios que puedan aportar a los partidos.
David Sandoval