El exceso de empleados públicos es una carga inasumible sobre la débil economía
Franco gobernaba una España de 35 millones de habitantes con 700.000 funcionarios.
Y sin ordenadores.
La estructura de poder era muy simple: municipios, provincias y gobierno.
Ahora, con mucha informática, y un trato cada vez peor al ciudadano, que tiene que hacerse prácticamente todo, desde la jubilación hasta la declaración de la renta, e incluso la aportación del certificado de defunción…, tenemos más de 3.500.000 de empleados públicos, número en constante aumento, pues hay muchos amiguetes, familiares y correligionarios que enchufar.
Y claro, igual que la necesidad crea el órgano, el órgano crea la necesidad, y esos empleados públicos, para justificar su existencia, exigen numerosos requisitos a los contribuyentes, pues eso es lo que somos, contribuyentes, para cualquier chorrada, desde tener un perro doméstico, un canario o, simplemente respirar…
Como decía Quevedo, solo hace falta que nos cobren por respirar, pero no quiero dar ideas, pues sería una buena forma de exprimirnos aún más, con el manido argumento de que es para mejorar la atmósfera, evitar la contaminación ambiental, y enchufar varios miles más de empleados públicos.
Y hablo de empleados, no de funcionarios, pues para mí el funcionario de verdad es que el que ha aprobado una oposición libre, no amañada, y con tribunales serios, objetivos e imparciales.
Es decir, casi nadie, a día de hoy, pues el funcionario de carrera está empezando a ser una pieza de museo, en vías de extinción.
Hoy en día, lo que sobran y abundan son los ñoquis, expresión argentina que se refiere a los empleados públicos de partido, ingresados por su afiliación a los partidos dominantes en el ámbito correspondiente.
Y tenemos administraciones públicas para aburrir. A las tres anteriormente citadas, que siguen existiendo, se han sumado las comarcas, las veguerías, los gobiernos autonómicos o autonosuyas, pues hacen lo que les da la gana, el gobierno central, las administraciones “independientes”, que de independientes no tienen nada, los organismos autónomos, los patronatos, las fundaciones –cuya única función es fundirse el dinero público-, etc.
Son pesebres dónde pastan tranquilamente las personas cercanas al poder, los ñoquis.
Es lo que don Javier Milei llama “el empleo militante”, es decir personas que deben sus empleos a la política, y a los que se coloca no porque sean necesarios, sino para darles un acomodo, termino también argentino, lo que en España llamamos un enchufe.
¿Y quiénes son esos empleados militantes…?
Pues la mayoría de los altos cargos –más bien altas cargas-, los cientos de miles de asesores, personal eventual, de confianza, y hasta chóferes, que por la boca muere el pez y el político, y es importante que los chóferes sean del partido, o personal de una total lealtad perruna.
En España en general, y en Aragón en particular, tenemos una gran experiencia en ñoquis.
La DGA, llamada pomposamente el Gobierno de Aragón, tiene varios centenares de empleados militantes, igual que las tres diputaciones provinciales, comarcas, ayuntamientos, etc.
¿Se imaginan ustedes el dineral que se podría invertir en el servicio a los ciudadanos-contribuyentes-cabreados si ese dinero se destinara a prestarles algún servicio, o mejorar carreteras, guarderías, residencias de ancianos, aumentar las becas a estudiantes con escasos recursos, etc…?
Calculo, al grosso modo, que en España tenemos más de medio millón de ñoquis o empleados militantes.
Todos ellos con altas retribuciones, que para eso son afines a los partidos en el poder, en sus respectivas administraciones.
¡Y viva la fiesta, hasta que se hunda el Titanic llamado España, que ya está próximo!
Ramiro Grau Morancho
Académico, jurista y escritor