Así, hace ya más o menos un par de semanas que en este país no se habla prácticamente de otra cosa que de Luis Rubiales y del beso de marras a la futbolista de la selección española. No vamos a seguir por ese camino pero sí que vamos a analizar, a raíz de algunas de las reacciones y comentarios que ha suscitado el asunto, el cariz que ha tomado esta sociedad nuestra.
Es curioso ver cómo, a raíz del caso Rubiales, han quedado al descubierto algunos de los tics totalitarios de la sociedad postmoderna, democrática y progresista, al más puro estilo ‘1984’. Hace unos días entrevistaron en la cadena COPE a su tío, Juan Rubiales, otrora jefe de Gabinete de su sobrino Luis en la RFEF. Uno y otro, por razones que no vienen al caso —quien quiera puede ver aquí la entrevista y conocer las razones del entrevistado—, acabaron mal, y su tío Juan ha tenido a bien despacharse a gusto contra su propio sobrino en el programa deportivo de más audiencia de la radio en la franja nocturna. Bien, por lo que aquí nos concierne, el tío de Rubiales dijo dos cosas bastante interesantes: la primera, que «Luis Rubiales es machista, por formación, por cultura, lo es. Probablemente la sociedad española es machista culturalmente»; y la segunda, que «este chico necesita ayuda psicológica y creo que necesita un plan de reeducación social en su relación con las mujeres. […] en el sentido de que es un poco machista, tiene que reeducarse en ese sentido».
He ahí lo interesante. El problema es que Rubiales no piensa adecuadamente, está fuera de lo aceptado –siempre según su tío– y, por tanto, debe ser reeducado, que es lo que hacen los sistemas totalitarios con aquellos ignorantes y/o tozudos que no han visto todavía la luz del progreso, al más puro estilo del Ministerio del Amor orwelliano. ¡Y eso que Rubiales viene de familia socialista! Más aún, ¡es la sociedad a la que hay que reeducar! No, no vamos a defender aquí lo indefendible; Rubiales hizo mal y punto. Pero sí que vamos a denunciar esta obsesión por que todo el mundo piense igual y por castigar y apartar a los que no lo hagan. Se supone que vivimos en una sociedad democrática y progresista que, además, en su deseo de mejorar, nos bombardea constantemente con palabras como libertad, diversidad, libertad de expresión, tolerancia… Obviamente es todo fachada, una mentira. Lo que quieren es un rebaño de inútiles con encefalograma plano que tengan capacidad técnica pero que sean incapaces de razonar más allá de lo necesario para su trabajo. Una cosa es que uno deba aprender de sus errores, cosa necesaria, y otra, muy distinta, es que deba someterse a un «plan de reeducación social» para meterle en vereda.
En distinto grado pero tres cuartos de lo mismo ha pasado con el seleccionador nacional masculino, Luis De la Fuente, que tuvo la osadía de aplaudir a Rubiales cuando éste habló en la asamblea de la RFEF denunciando el «falso feminismo», y también con el de la selección femenina, Vilda, que hizo lo propio. Los comisarios políticos no dejaron de repasar las imágenes tomando nota de quién aplaudía al cafre de Rubiales y, por supuesto, no han dejado de señalarles en los medios de comunicación. Podría parecer Corea del Norte, pero no, es una democracia occidental. El primero, De la Fuente, tuvo que dar cuenta en rueda de prensa de sus aplausos. Puesto a los pies de los caballos, no le ha quedado otra que pedir perdón casi humillándose: «No tengo que dimitir, tengo que pedir perdón. […] Cometí un error humano, pero si pudiera volver atrás no lo cometería. Estoy del lado de la igualdad y el respeto. Todos debemos mejorar en esa materia y en ese proceso estamos. […] Aplaudí por el contexto en el que estaba, nunca había vivido esa situación de estrés emocional. No tengo los conocimientos literarios que tenéis los periodistas, necesité un tiempo para elaborar un comunicado». Este señor se ha visto forzado por la presión social y mediática a pedir perdón por algo por lo que, en realidad, no debería pedir perdón. De no haber mediado tantas críticas lo más probable es que no hubiera hecho ningún comunicado ni se hubiera disculpado. Podría haberse mantenido firme, que ya tiene una edad, y decir que aplaudió porque estaba de acuerdo con la denuncia del «falso feminismo», porque Rubiales es conocido o amigo suyo desde hace tiempo o, sencillamente, porque le salió de los cojones aplaudir. Pero no: se ha sometido a la tiranía de la corrección política. Ya se lo dijo O’Brien, un miembro de la Policía del Pensamiento a Winston Smith, el protagonista de ‘1984’: «lo (…) que debes entender es que el poder se ejerce sobre las personas. Sobre el cuerpo, pero, ante todo, sobre el espíritu». Y ahí tienen a un hombre hecho y derecho mendigando el perdón social por algo que no debería, porque han sometido su espíritu. Peor aún es lo de Jorge Vilda, seleccionador femenino, que va a ser cesado con total seguridad pese a que acaba de ganar el campeonato del mundo.
Y en eso estamos, en proceso de reeducación: feminismo, homosexualismo, diversidad cultural, ecologismo, animalismo, veganismo, cambio climático… Váyanse al carajo, joder. Claro que hay tratar bien a los demás, sean hombres, mujeres, blancos, negros o azules, altos, bajos, gordos y flacos. Claro que hay que procurar, por ejemplo, no contaminar innecesariamente. Pero una cosa es eso, obrar bien, y otra es el lavado de cerebro al que nos quieren someter a base de ideología. Se está volviendo peligroso socialmente el mero hecho de defender verdaderas perogrulladas. Ya sólo falta que venga la Policía del Pensamiento y nos metan en la habitación 101, como al bueno de Winston Smith en ‘1984’, que, tras ser reeducado por O’Brien, salió de allí pensando adecuadamente, y es que, como dice Orwell en este libro, «el sentido común era la peor herejía».
Como diría el Smith genuino, previo al lavado de coco, ¡ABAJO EL GRAN HERMANO!