¡QUÉ CERCA ESTUVIMOS DE…¡ 

Había un último hito en la mente de Podhorzer: el 6 de enero. El día en que el Congreso se reuniría para certificar el recuento de votos del Colegio Electoral, Trump convocó a sus partidarios a una concentración bajo el lema Save America.

Para su sorpresa, los miles de personas que respondieron a su llamada no se encontraron prácticamente con ningún contramanifestante. Para preservar la seguridad y garantizar que no se les pudiera culpar por ningún altercado o disturbio, la izquierda movilizada estaba “desalentando enérgicamente la contraactividad”, me decía Podhorzer en un mensaje de texto que me envió la mañana del 6 de enero, con un emoticono de dedos cruzados.

Trump se dirigió a la multitud congregada esa tarde, vendiendo la mentira de que los legisladores o el vicepresidente Mike Pence podrían rechazar los votos electorales de los estados. Les dijo que fueran al Capitolio y “lucharan como leones”. Luego regresó a la Casa Blanca mientras asaltaban el edificio. Mientras los legisladores huían temiendo por sus vidas y sus propios partidarios eran tiroteados y pisoteados, Trump elogió a los alborotadores diciendo que eran gente “muy especial” para él [N. del T.: No comments… ¡Viva el cinismo¡].

Fue su último ataque a la democracia y, una vez más, fracasó [N. del T.: para la izquierda progresista sólo hay democracia cuando ellos ganan las elecciones; ¿les suena, no?]. Al retirarse, los activistas por la democracia superaron a sus enemigos [N. del T.: más de lo mismo. No sólo siguen considerándose los defensores natos de la democracia, “modestia aparte”, sino que criminalizan y demonizan a sus adversarios políticos, a los que motejan directamente de “enemigos de la democracia”]. “Ganamos por los pelos, pero honestamente, y ese es un punto importante en la consideración de la gente”, dice Peoples, de la Democracy Defense Coalition. “Algunos tienden a decir que simplemente los votantes lo decidieron y ganó la democracia. Pero es un error pensar que este proceso electoral fue una demostración de fuerza de la democracia. Más bien ha puesto de manifiesto lo vulnerable que es”.

Las asociaciones y organizaciones integrantes de Protect Democracy se han dispersado, siguiendo cada una su propio camino. La Coalición para la Defensa de la Democracia se ha disuelto, aunque la Mesa de Lucha contra la Discriminación sigue viva. Protect Democracy y los defensores del buen gobierno han centrado su atención en reformas urgentes en el Congreso [N. del T.: Tal vez, ¿la supresión del Colegio Electoral para la elección presidencial?; o ¿la ampliación del censo con la naturalización express de unos cuantos milloncejos de inmigrantes ilegales, y la amnistía para todos aquellos que tengan antecedentes penales?]. Los activistas de izquierda están presionando a los nuevos gobernantes del Partido Demócrata, recientemente investidos, para que no se olviden de los votantes gracias a los cuales han llegado a estar donde están, mientras que los grupos de derechos civiles se mantienen alerta contra posibles nuevos ataques al voto [N. del T.: ¿Qué pasa? ¿Están “preparando” ya las elecciones de 2024? ¿O las mid-term de 2022? Si la gente no vota por ellos, o no les vota suficiente gente para mantenerse en el poder, ¿es eso un “ataque al voto”? ¡Aaaah, vale, vale¡ Ya lo pillo, ya lo pillo]. Los líderes empresariales condenaron el asalto del 6 de enero, y algunos dicen que ya no realizarán donaciones a los legisladores que se negaron a certificar la victoria de Biden. Podhorzer y sus aliados continúan manteniendo sus reuniones de Zoom sobre estrategia, valorando el estado de opinión de los electores y desarrollando nuevos mensajes. Y Trump está en Florida, enfrentándose a un segundo proceso de impeachment [N. del T.: Que finalmente también fracasó, por reunir la mayoría suficiente de votos en la Cámara, a pesar de contar con la inestimable colaboración de 7 senadores republicanos, de los que hablaremos próximamente], privado de las cuentas de Twitter y Facebook que usó para conducir a la nación hasta el límite [N. del T.: Más cinismo, los mensajes de Trump llamando a la calma a sus seguidores y tratando de poner fin a la dantesca performance del Capitolio fueron lo primero que censuraron los responsables de las redes sociales].

Mientras trabajaba en la elaboración de este artículo en los meses de noviembre y diciembre, escuché diferentes afirmaciones sobre quién debería recibir el crédito por frustrar el complot de Trump. Los liberales argumentaron que el papel del poder popular de abajo hacia arriba no debe pasarse por alto, en particular las contribuciones de las personas de color y los activistas de base locales. Otros enfatizaron el heroísmo de funcionarios republicanos como Van Langevelde y el secretario de Estado de Georgia, Brad Raffensperger, quienes se enfrentaron a Trump a un costo considerable. La verdad es que probablemente ninguno de los dos hubiera tenido éxito sin el otro. “Es asombroso lo cerca que estuvimosN. del T.: ¿De qué? ¿De perder las elecciones? ¿De que se viniera abajo todo el tinglado, arrastrando al Partido Demócrata por el desagüe de la ignominia?, lo frágil que es todo esto”, dice Timmer, ex director ejecutivo del Partido Republicano de Michigan. “Es como cuando Wile E. Coyote corre por el acantilado: si no miras hacia abajo, no te caes. Nuestra democracia solo sobrevive si todos creemos y no miramos hacia abajo “.

La democracia finalmente triunfó [N. del T.: ¡Ah, vale, ya lo pillo¡ Es como en España. Si gana la izquierda, hay democracia, pero si no, de ninguna manera]. La voluntad del pueblo prevaleció [N. del T.: Sería más correcto decir que las aguas han vuelto a su cauce, que el establishment ha logrado restablecer su control de la situación, con el aparato coreográfico de unas elecciones, cuyo presunto resultado venía “cocinándose” desde hacía más de un año, probablemente durante toda la legislatura, a partir del “revés” de 2016]. Pero viendo las cosas retrospectivamente, es un auténtico disparate que para montar unas elecciones en los Estados Unidos de América haya hecho falta todo esto.

 

THE END

Javier Amo Prieto