El Día de Andalucía se se ha impuesto por la Junta para que se celebre el 28 de febrero y conmemorar el referéndum del año 1980, que dio autonomía plena a la comunidad andaluza. El próximo 28 de Febrero las instituciones autonómicas andaluzas rendirán su homenaje anual a Blas Infante. ¿Quién era?

El apóstata Blas Infante, que terminó musulmán, y quiso entregar y someter a los andaluces a Marruecos, fue promovido por el PSOE, IU y PPcomo “Padre de la Patria Andaluza”, de forma tan solemne e institucional que incluso quisieron dejar constancia en el Estatuto de autonomía. En efecto, Blas Infante quería entregar Andalucía a la morisma agarena. Lo que equivale a sometera los andaluces y – en este caso sí que es adecuado destacarlo – a las andaluzas, a la Sharía. El apóstata Blas Infante se hizo musulmán el 15 de septiembre de 1924, ante dos testigos que le regalaron una chilaba y una daga, que conservó durante toda su vida. Blas Infante se acercaría a la tumba de Al-Mutamid, último dirigente musulmán de Sevilla antes de su liberación, en Agmhat, lugar cercano a Marrakech. Y es allí cuando Blas Infante hace la Shahada o “testimonio”, que es el medio por el cual un musulmán se reconoce como tal en la comunidad de creyentes (umma), en una pequeña mezquita de Agmhat, adoptando el nombre de Ahmad, que significa “el que pone en acto lo que estaba en potencia”, según el parecer de Ibn Arabí. Los testigos del acto por el que Ahmad Infante se reconocía musulmán fueron dos andalusíes nacidos en Marruecos, y descendientes de moriscos: Omar Dukali y otro de la kabila de Beni-Al-Ahmar. Blas Infante en Agmhat, peregrinó a la tumba de Motamid, conoció a Omar Dukali, descendiente del último Rey moro de Sevilla y testigo de su Shahada, ceremonia pública en la que abrazó el Islam.

Blas Infante, pergeña una doctrina, como indican los textos que recoge Pío Moa en “Una historia chocante”, que en nada desmerece de la de Arana o Prat de la Riba. Blas Infante aspiraba a “vivir en andaluz, percibir en andaluz, ser en andaluz y escribir en andaluz”. No llegó a escribir mucho en ese idioma, pero descubrió que “el lenguaje andaluz tiene sonidos los cuales no pueden ser expresados en letras castellanas. Al alifato, mejor que al español, hay necesidad de acudir para poder encontrar una más exacta representación gráfica de aquellos sonidos”. Estas peculiaridades, “influjos clásicos de una gran cultura pretérita”, obligaban a estudiar la conveniencia de “reconstruir (sic) un alfabeto andaluz”, para separarlo del “español”, aunque entre tanto fuera preciso “valernos de los signos alfabéticos de Castilla”. A juicio de Infante, la historia de la región había sido muy mal contada, debido a intereses bastardos que intentaban disimular su realidad nacional. Andalucía había sido nación en tres ocasiones: la protohistórica Tartessos, la Bética del Imperio Romano y la Al-Ándalus musulmana. Después habían llegado la miseria y la opresión españolas. De aquellos tres momentos, el más interesante para él era el tercero, por más reciente: en la “comprensión” del período andalusí debía descansar la recuperación de la “conciencia andaluza”. De modo parecido a Arana, diseñó para su “nación” un escudo y una bandera, verde y blanca, colores de los Omeyas y los Almohades respectivamente. Ante las burlas y protestas, Infante exclamó:“¡Qué gobierno, qué país! ¡Llegan a sentir alarma ante el flamear de una bandera de inocentes colores, blanca y verde! Le hemos quitado el negro como el duelo después de las batallas y el rojo como el carmín de nuestros sables, y todavía se inquietan”. ¡Un inocente, el buen Infante!, y lo del “carmín de nuestros sables” está sin duda muy logrado. Su fervor por Al-Ándalus le llevó, además de a peregrinar a Marruecos en pos de la tumba del rey de la taifa sevillana Al Motamid, a escribir dramas en honor de él y de Almanzor, enalteciendo las glorias musulmanas.De acuerdo con esas ideas, y remitiéndose al principio de autodeterminación, escribía en un manifiesto el 1 de enero de 1919:

“Sentimos llegar la hora suprema en que habrá de consumarse definitivamente el acabamiento de la vieja España. Declarémonos separatistas de este Estado que, con relación a individuos y pueblos, conculca sin freno los fueros de la justicia y del interés y, sobre todo, los sagrados fueros de la Libertad; de este Estado que nos descalifica ante nuestra propia conciencia y ante la conciencia de los Pueblos extranjeros. Avergoncémonos de haberlo sufrido y condenémoslo al desprecio. Ya no vale resguardar sus miserables intereses con el escudo de la solidaridad o la unidad que dicen nacional”.

(Manifiesto andalucista de Córdoba)
Los escritos de Blas Infante son además de un disparate histórico una traición para los andaluces. Sus auténticos propósitos son entregar y someter los andaluces a Marruecos. Textos como éste son evidencias:

“El pueblo andaluz fue arrojado de su Patria (…) por los reyes españoles y unos moran todavía en hermanos, pero extraños países y otros, los que quedaron y los que volvieron, los jornaleros moriscos que habitan el antiguo solar, son apartados inexorablemente de la tierra que enseñorean aún los conquistadores. Y es preciso unir a unos y otros. Los tiempos cada día serán más propicios. En este aspecto, hay un andalucismo como hay un sionismo. Nosotros tenemos, también, que reconstruir una Sión”.

Pero en lo que hay que tener cuidado y estar prevenido es la forma en que actúa el andalucismo, siguiendo la actitud engañosa y ocultista de Blas Infante, tal como recoge la web de la Liga Morisca de Al-Andalus. Incluso, en 1.931, las Juntas Liberalistas inician una campaña a favor de la construcción de una mezquita en Sevilla “no con ánimo de hacer profesión o confesión de una religión determinada, sino con el objeto de afirmar la libertad y pluralidad religiosas, elementos de síntesis de la historia de Andalucía”. Para ello, elaboran un cuestionario para los lectores: “¿Qué lugar de Sevilla seria el más a propósito (sic) para situar el templo musulmán?. ¿De qué medios pudiéramos valernos para allegar los necesarios recursos?”. Evidentemente, Infante no podía hacer público su dinislámico por las consecuencias profesionales, políticas y familiares que ello le acarrearía, viviendo su Islam en “taqiyya”, practicándolo y viviéndolo en su intimidad, sin hacerlo público, -tal como lo hicieron cientos de miles de moriscos desde la conquista castellana-, excusando, no sin convencimiento, la construcción de la mezquita de Sevilla por motivos de “libertad y pluralidad religiosa”. No hay que confudir Andalucía con Al-Ándalus (الأندلس ), el territorio de la Península Ibérica y de la Septimania bajo poder musulmán durante la Edad Media, entre los años 711 y 1492, y por lo tanto tampoco andaluz con andalusí. Muchos quieren hacer confundir Al-Ándalus con la región andaluza y pretenden una continuidad histórica y social para justificar la autonomía política y administrativa y todos los privilegios que les proporcionan. Otros buscan esa confusión para erradicar las raíces romanas y cristianas de Andalucía para substituirlas por otras contrarias. Al-Ándalus (الأندلس) no es Andalucía, sino el territorio de la Península Ibérica que los islamistas aspiran a subyugar nuevamente. Pero tampoco Al-Ándalus es España. Son conceptos que se refieren al mismo territorio pero encierran cosmovisiones opuestas. Spain, Spanien, Испания, 西班牙, Spagna, Espanha, etc.., sí que es España en lenguaje inglés, alemán, ruso, chino, italiano, portugués, etc… Pero الأندلس (Al-Ándalus) no es la traducción de España en árabe (la traducción es إسبانيا –‘iisbania-), sino el término que los islamistas han usado desde el 711 para definir el proyecto político expansionista de someter a la Sharía a los habitantes de la Península Ibérica, creando un nuevo concepto de nación destruyendo la anterior, basada en la cultura grecolatina y los valores cristianos.
Frente a semejante barbaridad antihistórica existen iniciativas como la del Manifiesto cuyo texto reproducimos a continuación, que quiere reconocer, respondiendo a la realidad, a Fernando III el Santo como el auténtico Padre de Andalucía, que liberó a los ciudadanos béticos de la tiranía de la Sharía, y que volvío a encauzar la historia andaluza en la civilización occidental, de la que fue parte fundadora y preeminente desde los tiempos de Tartessos,  Roma y San Isidoro, y a la que volvió en plenitud con los Reyes Católicos.

 

28-F, CON “EFE” DE FERNANDO
 

Nosotros, andaluces de las actuales provincias de Andalucía, orgullosos de nuestra tierra, de nuestra identidad y de nuestras raíces amamos a nuestra Patria y queremos celebrar nuestro Día de Andalucía ofreciendo este Manifiesto a todas las asociaciones, de la naturaleza que sean (juveniles, culturales, deportivas, sociales,y cualquier otro tipo de colectivos establecidos en nuestra comunidad autónoma, etcétera…), con la sola condición de que sean asociaciones que arraiguen en Andalucía, para que las mismas puedan adherirse a este Manifiesto desde el momento en que lo hacemos público y sin que se clausure bajo ningún plazo establecido.

Redactamos este Manifiesto para expresar pública, libre y voluntariamente que: 

1º. Reconocemos como Padre de Andalucía a Fernando III el Santo, Rey de Castilla, Toledo, León, Galicia, Sevilla, Córdoba, Murcia, Jaén. Siéndolo, en primer lugar, por las cualidades humanas que concurrieron en su personalidad histórica, reconocidas por sus vasallos y enemigos; pues, tal y como reza su epitafio, Fernando III el Santo fue “el más leal, el más verdadero, el más franco, el más esforzado, el más apuesto, el más granado, el más sufrido, el más humilde”. En segundo lugar, es Padre de Andalucía por la proyección histórica de su labor reconquistadora, incuestionable causa de nuestra actual Andalucía (progenitor inmediato de los Reinos de Jaén, Córdoba y Sevilla cuando los reconquistó por su propio brazo; ancestro mediato del resto de provincias hermanas que si no lo tienen como Padre, bien lo podrían tener como Abuelo). La paternidad histórica de Fernando III el Santo no puede rechazarse por ningún andaluz bien nacido; sólo un ignorante podría abjurar de su verdadero origen.

2º. Bajo la égida de la regia figura de Fernando III el Santo fueron felizmente reintegrados a España los territorios españoles que sufrieron siglos de infeliz y terrible esclavitud, sometidos a una cultura extraña y fanática, brutal e invasora que reconocemos como hostil a nuestras libertades y ajena a nuestro propio ser como andaluces.

3º. Por las felices victorias del Rey Fernando III se establecieron en nuestro amado suelo patrio nuestros antepasados; solar que les fue arrebatado mediante una invasión: por la fuerza bruta, cruel y sanguinaria, y por la traición de algunos. Siglos y siglos de tinieblas fueron los que sufrió Andalucía, bajo un poder extraño que la sumergió en la noche más lóbrega y sórdida de la barbarie. Fernando III trajo la luz.

4º. Nos vemos forzados a reclamar la paternidad histórica de Fernando III el Santo, tras haber sido puesta en cuestión por nuestro Parlamento de Andalucía cuando, en 1983, impuso -en el Preámbulo del Estatuto de Autonomía para Andalucía- como “Padre” de la misma a un personaje partidista, que ni representa ni puede representar legítimamente a la totalidad del pueblo andaluz, por mucho que sus partidarios le presupongan una paternidad que dicho personaje –cuyo nombre silenciamos a propósito- no puede tener.

5º. Reclamamos que las autoridades políticas de la Comunidad Autónoma Andaluza reconozcan a Fernando III el Santo como indiscutible y exclusivo Padre de Andalucía. Será así como podrán suturar el abismo que la clase política abrió entre ella y el auténtico pueblo andaluz que dice representar. Para que la distancia que cada vez separa más a la clase política del pensar, el querer y el sentir del pueblo no se agrande más.

Y, para que ello surta efecto, suscribimos este manifiesto, el cual se hará público todos los 28 de Febrero, Día de Andalucía, para que todos los 28 de Febrero, éste como los que estén por venir, se escriban con “F” de Fernando, y no con “F” de Falso.

MM