Queridos amigos de El Criterio:

Me llamo Carlos, os escribo secretamente desde el país de Guayquemolandia, donde hemos sido privados de libertad toda la familia en un proceso kafkiano que paso a resumir a continuación:

Vinieron primero diciendo que eran personas, que no había derecho a perseguir como delito asuntos relativos a la esfera privada. Esto nos pareció bien, es mas, dijimos – ¿Cómo no nos hemos dado cuenta antes?- no hacen mal a nadie, pues que vivan su vida y “vive y deja vivir”.

Seguidamente pidieron que reconociéramos legalmente sus situaciones, y decían “del hecho al derecho”, y que no podían seguir habitando la vivienda si morían sus amigos. Pues tampoco nos pareció mal, consultábamos con los vecinos y vimos que a la mayoría les parecía bien. Que no se quedaran en la calle era simplemente tener humanidad y una maldad negarlo.

Y bueno, ya habían conseguido a través de los medios, televisión y cine, gran respaldo social, y empezaron a presentarse como un conjunto de letras, ya no pedían las cosas, se volvieron cada vez más exigentes y agresivos . Esta vez pedían el reconocimiento de estatus legal de Matrimonio. Nosotros no entendíamos nada, pero nos vendieron la moto con aquello tan bonito de “ampliar derechos”, y claro si los derechos son buenos, por qué negarnos a su ampliación, pero ya estábamos con la mosca en la oreja. El gobierno de turno les dio lo que pedían como siempre a cambio de votos.

En el siguiente paso, que ya esperábamos con sospecha, pidieron poder adoptar niños, producirlos artificialmente y ser considerados familia en plano de igualdad. Esto ya nos pareció fatal, pero ya era tarde, habíamos estado mirando hacia otro lado mucho tiempo con aquello de que “mientras no me molesten”, y no se podía hacer nada.

Por último intentaron (y consiguieron) introducir en los colegios sus ideas sobre la persona y la sexualidad, lo cual nos afectaba porque nuestros hijos iban al colegio, yo me negué en rotundo y mi mujer estaba escandalizada, y así pasaron de ser una minoría marginada a ser una minoría dominante.

Promulgaron leyes de persecución, nuestros hijos fueron señalados como “enemigos de la diversidad”, toda la familia en bloque fuimos detenidos, se nos dijo que éramos intolerantes y que no podíamos educar a nuestros hijos que serían “víctimas de nuestro odio”. Todos fuimos obligados a hacer cursos de reeducación pero nos negamos, así que nos llevaron  a la cárcel, donde por lo menos estamos juntos y nos apoyamos.

Os escribo estas letras a modo de advertencia, y también pidiendo vuestro apoyo, pues las ONG de los llamados “derechos humanos” y los medios de prensa y televisión han hecho caso omiso de nuestras peticiones, y nula difusión de nuestro caso, teniendo sospecha que en Guayquemolandia hay montones de casos como el nuestro.

Esperando vuestra respuesta se despide desde Guayquemolandia La familia Díaz-Martínez. Gracias por leernos.

 

Teo Gracián

Teo Gracián