Ni cualquier tiempo pasado fue mejor ni lo mejor está por venir. Como decía Aristóteles: “La virtud del hombre prudente consiste en el término medio”. Me ha parecido oportuno titular de esta forma el presente artículo para destacar algunos aspectos a tener en cuenta en relación con esta etapa educativa, la cual hemos cursado muchas personas de mi generación, para que pueda servir como crítica constructiva de las leyes educativas posteriores a la Ley General de Educación de 1970, que han marcado el devenir y la evolución del sistema educativo español en las últimas décadas.
Eran épocas de veranos en el pueblo, la bici, los abuelos, la paga, la merienda, los cromos… Se podía jugar en la calle, algo que los niños de hoy en día están perdiendo. Lejos de las videoconsolas, los reyes de los juegos eran entonces las chapas, las canicas, el escondite o el balón prisionero. Fuimos felices sin internet, y está claro que valorábamos mucho más los juguetes que teníamos. Algunas series como Érase una vez el hombre o Érase una vez el cuerpo humano sin duda eran mucho más educativas que las existentes hoy en día.
Seguramente somos una de las generaciones más preparadas que ha visto nuestro país, ni tenemos la carencia cultural de las anteriores ni estamos tan podridos de caprichos y tonterías como las actuales.
Pero vayamos a lo que nos interesa, las leyes educativas. La LOGSE de 1990 ha sido una ley ideológica que se fraguó para modelar a los ciudadanos del futuro sin tener en cuenta lo positivo de la anterior, y sin apenas plantearse lo realmente importante, es decir, qué objetivos pretendemos más allá del cambio curricular. Además, tampoco se dejó pasar un tiempo prudencial para comprobar que la ley anterior funcionara. Es por ello que las mismas personas los mismos que se quejan de la LOMCE, y con razón, son los mismos que no cuestionaron la LOGSE cuando se cargó una ley que podía haberse mejorado con la adición de más recursos y que hubiera salido mucho mejor a todos los efectos que el fiasco y el fracaso que supuso la LOGSE.
Los errores planteados en la LOGSE son claramente contundentes:
– En primer lugar los agrupamientos por edades, nunca he comprendido la necesidad de juntar alumnos de 12 años con alumnos de 18 o más.
– En segundo lugar la escolarización hasta los 16 años pudo ser una buena medida pero, ¿qué ocurre con el alumnado de 14 a 16 años a los que no se ofrece ninguna alternativa?
– En tercer lugar, el aumento de asignaturas en la ESO. No es de recibo que los alumnos cursen diez asignaturas cada año. No es ni efectivo ni lógico.
– Por último, la Formación Profesional, que también salió gravemente perjudicada con esta ley. Si bien se ha dotado de profesorado a este cuerpo con un mayor número de plazas, podemos encontrar ejemplos de profesores de electricidad que no saben cambiar una bombilla o de automoción que no saben ni cómo se mira el aceite.
Temas aparte son la disciplina en las aulas y la autoridad del profesorado. Pero ese es asunto para otro artículo. En definitiva, lo que quiero resaltar con este primer artículo de la serie temática que vamos a presentar desde El Criterio, es que la única ley que podría funcionar sería la que permitiera cambiar la sociedad hacia mejor, ya que un alumno es bueno independientemente de la ley con la que estudie.