Por el Prof. Javier Barraycoa
Democracia mediática, catódica y apolítica
La nueva lógica espectacular de los medios no sólo no ha sido combatida por la clase política, sino que ésta ha sido la primera en asumir su dinámica. En pocas líneas, Lipovetsky nos resume la situación: “Hipnotizados por los líderes estrella, engañados por los juegos de imágenes personalizadas, por artificios y falsas semejanzas, el pueblo ciudadano se ha transformado en pueblo de espectadores pasivos e irresponsables. La política espectáculo enmascara los problemas de fondo, sustituye los programas por el encanto de la personalidad y entorpece la capacidad de razonamiento y juicio en provecho de las reacciones emocionales y de los sentimientos irracionales de atracción o antipatía. Con la media-política, los ciudadanos se han infantilizado, ya no se comprometen en la vida pública y son alienados y manipulados a través de artilugios e imágenes; la democracia se ha desnaturalizado y pervertido. La política show no se contenta con anestesiar al ciudadano mediante la diversión, transforma incluso los mismos contenidos de la vida política: dado que es preciso dirigirse a un electorado más amplio, los discursos tienden a soslayar los aspectos más controvertidos de sus programas y a buscar una plataforma indolora y satisfactoria para casi todos. Así, tanto el discurso de izquierdas como el de derechas se vuelven cada vez más homogéneos; asistimos a un proceso de uniformización y de neutralización del discurso político”.
La transformación de la democracia en una “construcción mediática” ha llevado a la aparición de empresas estadounidenses como Proserv Inc. o Charismedia. Estas empresas gestionan el “carisma” de los políticos y, en su deficiencia, lo “crean”. La espontaneidad política ha muerto, dejando paso al dominio absoluto de los asesores de imagen y los expertos en marketing. Cada vez es más difícil diferenciar una campaña política de una campaña comercial. Recientemente, Alain de Touraine declaraba a un periódico: “La naturaleza de la oferta política es en gran medida lo que hace que las reivindicaciones sociales sean más firmes o más cambiantes. Si la política nos ofrece opciones claras, nuestras opiniones serán firmes a su vez; si el universo político se asemeja al universo comercial, pasaremos de un candidato a otro con la misma facilidad con que cambiamos de lejía”.
No es fácil imaginar la fuerza de un sistema mediático como en el que actualmente estamos inmersos. Los medios tienen y ejercen la capacidad de “reconstrucción” y “reinterpretación” de la realidad; de controlar una afectividad que son capaces de modular a su antojo; de crear necesidades y satisfacerlas a la vez. Los medios han dejado de ser el “medio” para acceder a la realidad, sino que están en “medio”, impidiendo que podamos alcanzarla. Ya no estamos ante el hecho de simples manipulaciones, sino ante la recreación de una pseudorealidad en la que se nos quiere mantener perpetuamente. Por eso, Marcuse, intuyendo hace décadas la fuerza de los medios, advertía que: “la supresión de todo tipo de anuncios y de todos los medios adoctrinadores de información y diversión sumergiría al individuo en un vacío traumático en el que tendría la oportunidad de sorprenderse y de pensar, de conocerse a sí mismo y a su sociedad”. En la época del triunfo de los medios, quizá sea este el momento de plantearse prescindir de ellos.