Lo primero que hay que decir de la “rebelión de las mujeres” en la Iglesia es que ni es una rebelión ni son mujeres cristianas. No se rebelan “las mujeres cristianas”, sino las mismas que llevan en rebeldía desde siempre.
Parece ser que en el encuentro se leerá un manifiesto e iniciativas semejantes también tendrán lugar en otras ciudades españolas. Según las convocantes, alzan la voz y se manifiestan porque: “las mujeres cristianas no somos ajenas al imparable avance del feminismo en la sociedad. Conscientes del férreo, ancestral y exclusivo liderazgo masculino de la Iglesia católica de la que formamos parte, hemos decidido dar un paso hacia adelante y salir a la calle a decir ¡basta ya!”
Bien, ahora sustituimos las palabras “cristianas” e “Iglesia Católica” por “españolas” y “sociedad”, ¿qué nos queda? El manifiesto político feministoide de siempre de la extrema izquierda podemítica y progre. ¿Dónde están ahí las mujeres cristianas? ¿Por qué su objetivo es sólo la Iglesia y no las distintas sectas protestantes que ni mencionan?
Estamos simplemente ante la enésima operación de marketing de la izquierda marxista y podemítica, acostumbrada al uso de organizaciones pantalla sin apenas representatividad a las que se jalean para que parezca que la tienen y hacerse, así, con el predominio de la hegemonía cultural, algo a lo que, tristemente, ya llevamos acostumbrados mucho tiempo. Hasta el morado Podemos de sus consignas revelan a las claras su verdadera intención, que no tiene nada que ver con el Evangelio.
¿Y a qué viene ahora todo esto? ¿Por qué, nuevamente, el objetivo es la Iglesia y ni se nombra a los millares de sectas protestantes que pululan por las Españas?
Parece que la “Progresía” española e internacional están asustadas. Es lógico, tenían muy altas sus expectativas con el reciente sínodo de la Amazonia y el apoyo de la iglesia alemana, contagiada nuevamente del herético y letal “coronavirus” luterano. Se las prometían muy felices: ya veían la ordenación de curas casados, la introducción de “diaconisas” que darían lugar a “sacerdotas” y “obispas” para terminar, claro está, con la aceptación de la homosexualidad en la Iglesia y otras perversiones similares. Pero, contra todo pronóstico, el Papa Francisco se ha plantado, algo que no esperaban, y les ha echado un jarro de agua bien fría en sus más altas y perversas expectativas. No contaban con que la oración de millones de fieles por todo el mundo y el mismísimo Espíritu Santo pudieran inspirar a Su Santidad en la correcta guía de la Iglesia universal. ¿Cómo iban a esperar una intervención divina directa del Espíritu si Dios no existe?
Esto contesta las dos preguntas ¿por qué ahora? y ¿por qué la Iglesia? De sobras es sabido que el último y único baluarte que resta derribar a la Revolución es “la Iglesia de Dios vivo, columna y fundamento de la Verdad” (1Timoteo 3:15). Todavía aguanta a pesar de las duras acometidas y ataques que lleva soportando desde el s.XVI con la primera Revolución moderna, la de los herejes luteranos. ¿Para qué se va a esforzar la “Progresía” con las sectas protestantes? Son las iniciadoras de la Revolución y fueron las primeras en acatar los nuevos dogmas de la izquierda podemítica y progre: ya tienen “pastoras”, “obispas”, casan a homosexuales y ¡vete tú a saber que otras perversas desviaciones dignas del mismísimo Satanás llevan a cabo!
R.V.