<No hay país ni pueblo, ni grupo étnico o social, que se salve por separado>

Con esta advertencia se expresa la historiadora uruguaya Mónica Nicoliello en el párrafo final del anteprólogo de su último libro <Indios, españoles y nuestramericanos. Civilizaciones actuales y globalización. La civilización indohispana: imagen y observación de sí misma>

No es un libro al uso, y me atrevo a decir que el desuso no será su fin ¿Por qué?: Es la fortuna de lo único; lo que en un momento histórico es singular, e innova lo conocido en el fondo, en la forma o en ambos. Esta categoría de obras son las que merecerán el calificativo futuro de geniales. En su caso -el campo de la historia de los territorios de nuestra hispanidad- lo es por abordarla desde perspectivas nuevas, ubicándose en ángulos complejos, y tratando lo que observa, con precisión y naturalidad; haciendo comprensible lo que sus ojos vieron, su mente analizó y reformuló, y su pluma o teclado, ¡qué más da!, transcribió con sencilla y atinada prosa.

Nicoliello sabe de la necesidad de que cada pieza del rompecabezas del mundo hispano deje de resistirse y acepte la atracción espontánea existente entre unos y otros, a fin de confluir en el centro del tablero mundial, proyectando una imagen poderosa, que todos juntos seríamos capaces de construir; por eso, nos empuja a redescubrirnos; a que nos reencontremos y reconozcamos, como aquellos dos personajes que el tiempo y las circunstancias separaron: ese fenómeno llamado anagnórisis. Y nos explica, tomando prestado el neologismo de la ecuatoriana Luz Marina Castillo, que la hispanidad va mucho más allá de la idea de mestizaje; en realidad, es un <sinequizaje>, formado por <una interdependencia que vincula los extremos antagónicos>; magnífico planteamiento para reflejar la globalidad de nuestra civilización.

Nos recuerda, siguiendo el concepto del antropólogo mexicano Guillermo Bonfil Batalla, que la Hispanidad es una <civilización negada> sometida a un marcado <control cultural> que ha conseguido invisibilizar, cancelar y oscurecer a una civilización viva, única, otrora orgullosa, ejerciendo sobre ella un sojuzgamiento social, tan inadvertido como presente.

Recordando al gran intelectual mexicano José Vasconcelos y su orgullosa pertenencia a la que denominó <raza cósmica> nuestra historiadora uruguaya afirma que: <Si hubo un encuentro o choque cósmico, lo fue de mundos> y <no es posible pensar mundos sin tiempo ni espacio> y nos lleva a navegar por mapas antiguos y lejanos para concluir: <Era casi imposible que después de siglos, o más bien, milenios de contacto, estos dos extremos, el del Occidente y el Oriente del  mundo conocido, Iberia/Hispania  por un lado, y la India, o Indias, por el otro, no se tocaran en algún momento histórico>

Nosotros; mejor dicho, nuestros antepasados de la Magna Patria, como la definiera el escritor y político uruguayo José Enrique Rodó, fuimos <Cuna de las primeras ciudades libres dotadas de Cartas Pueblas y de la primera revolución urbana y universitaria de la Época Moderna, en varios continentes; de las primeras instituciones democráticas y populares ciudadanas como cabildos y municipios; de la primera ley de ocho horas, nada menos que en 1.593….una sociedad donde las mujeres se desempeñaron en la cátedra universitaria, en el arte, en las armas, en la navegación, adelantazgo y empresas, antes que en el resto de Occidente … que dibujó no sólo los primeros postulanos de todos los mares conocidos y por conocer, para la época, sino los primeros mapamundis …. ; que discutió sobre los derechos humanos, cuando todavía unos pueblos no pensaban a los de otros continentes como humanos, y pasaron siglos antes de que la Humanidad se viera a sí misma como una sola,  aunque eso estuviera dicho en el Génesis> <¿Cómo sería el mundo actual si nosotros, decididos a construir una civilización pacífica, humanista, generadora, en lugar de ser los tomadores de reglas, los que nos sometemos a las decisiones de otros, hubiéramos optado por decidir, soberanamente, en la historia, en la nuestra, y aportar a la Humanidad?… Nuestro futuro, … nuestro tiempo se proyecta sin límites hacia adelante>

Nuestra civilización ha sido tan negada que no sabemos nada o, a lo sumo, muy poco de nosotros. Debemos dar la vuelta a la situación: <conocer nuestra historia real para convertir la experiencia en sabiduría y poder avanzar hacia lo que merecemos ser y somos: un solo pueblo desde México a Tierra del Fuego/ Antártida y desde España/ Sahara Occidental/ Guinea Ecuatorial, a las Filipinas.

Debemos imaginarnos como civilización, por eso <los mapas son fundamentales para llegar a construir, idealmente, la comunidad imaginada>

El nuevo paradigma geopolítico en ciernes pondrá el foco no en los Estados-nación, sino en plataformas civilizatorias. Hay un enorme interés en convencer a los pueblos que las civilizaciones <se estructuran por continentes>, pero no; por mucho que les pese a los <continentalistas> y a los <panamericanistas>, las civilizaciones no son <nociones geográficas>, esto es falsificar las proyecciones transoceánicas de las grandes civilizaciones, y nosotros integramos una de ellas; además, trascendental; sin la cual no se entendería el mundo ni su historia. El problema de la civilización hispana consiste en que no tiene conciencia de sí misma; el día que la tenga, advertirá que se extiende <a través de los cuatro puntos cardinales> del planeta, sin importar accidentes geográficos.

En 1.900, apareció un libro de José Enrique Rodó. Su éxito e influencia fue inversamente proporcional a su tamaño: era una pequeña obra. En ella animaba a los jóvenes hispanoamericanos a sujetar la antorcha de la unidad perdida. La intelectualidad de la américa hispana estaba perpleja y consternada ante la injerencia de EE.UU. en la región, al apoderarse de Cuba y Puerto Rico, además de las Filipinas asiáticas. Las mentes más preclaras comprendieron cuál sería la política futura de EE.UU. ¡Unidad!, fue la consigna. Unidos o sometidos, fue el pensamiento recurrente de una pléyade de pensadores:

<No la veréis vosotros, la América que nosotros soñamos … Pensad en ella, a lo menos; el honor de vuestra historia futura depende de que tengáis constantemente ante los ojos del alma la visión de esa América regenerada … No seréis sus fundadores, quizá, seréis los precursores que inmediatamente la precedan>, puede leerse en el Ariel de Rodó; ese pequeño libro tan influyente entre la juventud de la época.

La necesidad de reunirse, de unirse de nuevo, recorrió la América de Rubén Darío. Hoy, se oculta aquella efervescencia. Quieren hacernos creer que desde 1.825, primero, y 1.898, después, el mundo hispano caminó de espaldas ¡Falso! Hubo iniciativas de enorme importancia que penetraron hasta mediados del siglo XX. Nicoliello nos explica el proceso de centrifugación mental nacido tras el triunfo de los aliados en la II Guerra Mundial y la guerra fría subsiguiente. El venezolano César Zumeta escribía:

<Sólo una gran energía y una perseverancia ejemplar puede salvar a la América del Sur de un protectorado norteamericano>

Aquella generación explicaba cómo en Nueva York se hablaba de unificar el continente americano bajo la bandera de EE.UU. Ese panamericanismo fruto de la doctrina Monroe, que alimentaba un imperialismo de la peor calaña capaz de masacrar a la población civil de Filipinas, hundir en la miseria a Puerto Rico o convertir a Cuba en un falso escaparate, a través de la Habana, mientras el resto de la isla agonizaba en silencio.

<Los asuntos públicos están en manos de una aristocracia del dinero formada por grandes especuladores que organizan trusts y exigen nuevas comarcas donde extender su actividad … Según ellos, es un crimen que nuestras riquezas naturales permanezcan inexplotadas a causa de la pereza y falta de iniciativa que nos suponen>

En 1.900 la Unión Iberoamericana organizó en Madrid el Congreso Social y Económico Hispano-Americano. En él Rafael Altamira presentó un <proyecto de desarrollo social … para intensificar a través de ligas y asociaciones, los vínculos culturales, científicos, pedagógicos, artísticos, literarios, comerciales, industriales, de prensa, entre los pueblos>; sí, nuestros pueblos, los de todos.

Aquella gente notable de ambos lados del Atlántico se horrorizó con el resultado de la guerra de 1.898. Se propuso impulsar mediante subvenciones crediticias <líneas de vapores y tendidos de cables, reorganización del cuerpo consular, admisión de jóvenes iberoamericanos en las Academias militares españolas; supresión de las aduanas terrestres, para empezar entre España y Portugal; revalidación de los títulos profesionales…> Como puede verse, es absolutamente falso que hubiera desaparecido la conciencia de que somos uno. Aquellas personas no eran unos iluminados, ni unos ingenuos, ni unos estúpidos; tenían los pies en la tierra; precisamente por eso, sabían de qué lado estaban, y a qué lado debían confrontar. Por eso, advertían que los del norte promovían un <modelo social> al que llamaron <materialismo utilitario>; como alternativa propusieron un <modelo social virtuoso> basado en las <virtudes humanistas de origen grecolatino y cristiano>

Mónica Nicoliello, uruguaya como Rodó, tomó el relevo de la antorcha que sostuviera su compatriota, sin importarle que, quizá, no vea <esa América regenerada> del Ariel; no importa; entiende la importancia de aceptar su destino, y decidió comprometer su vida a ser uno de los precursores que inmediatamente la precedan. Por eso, ha escrito un libro indispensable para conocernos y entendernos mejor a nosotros mismos como civilización hispana; una forma de cosmovisión que supera la tan manida civilización occidental; por eso nos la negaron, nos la ocultaron; y por eso, también, nos hicieron creer que tras la fragmentación de la unidad política común, nos habíamos dado la espalda.

<Indios, españoles y nuestramericanos. Civilizaciones actuales y globalización. La civilización indohispana: imagen y observación de sí misma>, de Mónica Nicoliello. Editorial, Última Línea.

 

Marcelino Lastra Muñiz

Marcelino Lastra Muñiz