Siento decirlo, pero Sánchez cada día me produce más asco y más miedo, a partes iguales.

Y empiezo a entender su admiración por Franco: él, de mayor, quiere ser como él, ejerciendo todo el poder, con unidad y poder y coordinación de funciones, como rezaban las leyes fundamentales del régimen franquista.

En cambio, en el régimen sanchista, impera la búsqueda de la unidad de poder, dentro de la mayor descoordinación de funciones, pues hay dos gobiernos, posiblemente tres: sus lacayos (antes PSOE), los comunistas de Podemos y Sumar y los separatistas y filoterroristas, que solo buscan la destrucción de España.

(Igual que los de Podemos y Sumar, claro).

Somos el único país comunista de Europa, donde no se respeta la propiedad privada, y ya sabemos que el comunismo es una enfermedad contagiosa, que conviene erradicar, antes de que haga metástasis en otras naciones de la UE.

Sánchez, en realidad, solo busca su supervivencia… La suya y la de su mujer, Begoña Gómez.

Nadan, como el corcho, en un lodazal de fango y corrupción, y quieren aprobar, a toda prisa, leyes que les salven de la cárcel.

Sánchez nunca ha sido socialista. El partido en el que milita es el suyo propio, el sanchismo.

Su ideario político es muy simple: yo, yo y yo. Y si sobra algo, para mí.

Ha conseguido desmantelar el Consejo General del Poder Judicial, CGPJ, reducido a dos mitades antagónicas, pero no contento con eso, ahora quiere hacer desaparecer la acción popular, que está definida y reconocida por el artículo 125 de la Constitución, y nombrar jueces a dedo.

Todo ello con efectos retroactivos, para que puedan beneficiarse los procedimientos que se instruyen contra su mujer y su hermano, y algunos que ya están en marcha, o pendientes de presentación judicial, contra él.

Piensa que nombrando él mismo a los jueces que van a juzgarle, o van a juzgar las causas en contra de su entorno familiar, todo putrefacto de corrupción, ninguno de ellos osará atacarles o, simplemente, cumplir con su deber.

Desgraciadamente, la carrera judicial es consciente de que un juez puede ser independiente…, siempre que no aspire a ascender a órganos colegiados, y no digamos a las instancias superiores, pues todo está politizado, y los partidos mayoritarios influyen, y mucho, en los nombramientos de la cúpula judicial.

Con Sánchez, de prosperar su asalto al Poder Judicial (y, desde luego, la “oposición” de Feijóo y la nada, es lo mismo), los jueces pasaran a ser unos empleados públicos más, con toga, puñetas y manguitos, pero poco más…

(Más o menos como los fiscales, dicho sea de paso, y sin ánimo de señalar).

Visto que las instancias nacionales no sirven para nada, pues nos van a hacer caso omiso, y tampoco hay una oposición digna de tal nombre (VOX hace lo que puede, pero no dejar de ser un partido más), hay que denunciar estas tropelías ante los órganos de la Unión Europea, el Consejo de Europa, en todos los medios de comunicación social que podamos, etc.

La sociedad civil debe espabilar de una vez, antes de que sea demasiado tarde, y decir, ¡hasta aquí hemos llegado!

La calle es nuestra.

Y si no lo hacemos, nuestros antepasados desde sus tumbas, y nuestros hijos y nietos, desde el presente y el futuro, nos lo demandarán, y maldecirán nuestra cobardía y pasotismo.

 

Ramiro Grau Morancho

Académico, jurista y escritor

https://www.graueditores.com

Ramiro Grau Morancho