Ando mucho por las calles, ahora más bien las próximas a mi casa, dada mi “afición” a orinar frecuentemente, y está visto que salir a pasear se ha convertido en un deporte de alto riesgo.

De vez en cuando, te adelanta un mozo imberbe en patinete, a una velocidad endiablada, que circula por la acera, a pesar de estar prohibido, que si te golpea puede ocasionarte hasta la muerte…

Pero eso a nadie le importa, empezando por el Ayuntamiento de Zaragoza, la ciudad de mis pecados, donde ver a un policía local por la calle, es casi más difícil que te toque el Gordo de Navidad.

Lo que quiero decir es que muchas personas no andan por su derecha, sino por donde les da la gana.

Yo comprendo que cuando se trata de una persona mayor, en silla de ruedas, con andador o bastón, etc., prefiera ir pegado a las paredes de los edificios, y en esos casos, cualquier persona bien educada, les cede gustosamente su derecha.

Pero cuando se trata, simplemente, de un imbécil que anda por donde le da la gana, es muy lamentable que tengas que apartarte tú, que vas correctamente, para que pase el desaprensivo, mal educado o ignorante de las normas básicas de conducta en la vía pública.

Por no hablar de los que van con el móvil, de repente se paran, y puedes acabar chocando con ellos, o, simplemente, no ven nada más que su móvil, y tienes que apartarte para que no te tiren al suelo… En esos casos me dan ganas de decirles ¡tontolaba!, aunque me aguanto, ante el temor de que me acaben agrediendo, pues muchos van con pintas de alcoholizados, drogados, emporrados o asimilados.

Hace unos días iba yo tranquilamente por la derecha, procurando que no se arrimara demasiado una de esas personas que con el cigarro en la mano, mirando hacia fuera, pueden acabar estropeándote la prenda de abrigo correspondiente, o incluso quemándola, dada la cantidad de chaquetones de productos fácilmente combustibles, cuando venía de frente uno de esos vándalos, con pintas de retrasado, y de veintipocos años.

Yo pensé, como Paco Martínez Soria, que también era aragonés, ¡Pues como no te apartes tú!, y seguí caminando, con paso decidido.

Pues bien, el individuo en cuestión, visto que yo no le cedía el paso, y en lugar de pasarse a su derecha, como era lógico, se bajó de la acera, y pasó por un carril de bicicletas, con el evidente riesgo de ser atropellado por uno de esos vehículos, a los que se suman patinetes y otros adefesios de movilidad urbana…

Una vez que me pasó, le dije, instintivamente, ¡A ver si se entera de que tiene que andar por su derecha!, y me arrepentí al instante, pues pensé que podía acabar agrediéndome, dada su apariencia de bordeline.

Pero el tipo ni se inmuto, y siguió su camino, por el carril de las bicicletas… ¡Todo con tal de no andar por la derecha!

Un amigo, que ha estado recientemente en Madrid, me dice que allí todo el mundo va por su derecha. Supongo que será verdad.

No sé si es que el Ayuntamiento ha hecho campañas al respecto, o la población está más civilizada que la de Zaragoza.

La verdad es que aquí, después de dieciséis años de gobiernos de izquierdas, y de extrema izquierda, la ciudad se ha llenado de gente venida directamente de la selva, del África profunda, o de lugares por donde no pasó Jesucristo, ni siquiera alguno de sus discípulos, y claro, andar con educación, les viene grande.

Yo animo a la señora Alcaldesa de Zaragoza a hacer algo al respecto, fundamentalmente para evitar que salir a la calle sea un deporte de alto riesgo, sobre todo para las personas mayores.

Feliz 2025 y mis mejores deseos de paz, salud y bienestar para todos ustedes, amigos. (Y perdón por ser tan pelmazo).

Y tal vez esta anécdota deba ser elevada a categoría.

Me explico: es bueno ser de derechas, respetar las opiniones, derechos, propiedades e intereses ajenos. Respetar a todo el mundo que merezca ser respetado. Cumplir con nuestros deberes, obligaciones y la palabra dada, y no cambiar de opinión, según tu conveniencia, como Pedro Sánchez.

En definitiva, todo lo que no sucede en la España actual, donde se okupan nuestros pisos y propiedades, se pisotean nuestras opiniones, si no son “políticamente correctas”, es decir, las que ordena el poder a sus furcias mediáticas –hombres y mujeres-, etc.

Y, estamos dejando de ser ciudadanos, para pasar a ser unos simples siervos, esclavos de la gleba y contribuyentes. Sobre todo muy contribuyentes, para que otros puedan malversar -y robar directamente- nuestro dinero.

Esa es la España actual, por desgracia para todos.

 

Ramiro Grau Morancho

Académico, jurista y escritor

https://www.ramirograumorancho.com

Ramiro Grau Morancho