Dos vidas nada paralelas
La muerte de la reina Isabel II ha sumido en el dolor a la gran nación británica…, y a la Comunidad de Madrid, sorprendentemente.
Tal vez el hilo conductor sea la masonería británica, la más importante del mundo, y que la Casa Real dirige, como un auténtico gobierno mundial en la sombra.
Por supuesto, y como corresponde a cualquier persona bien nacida, mi más sentido pésame a sus seres queridos, y al reino hundido de la Gran Bretaña, y recalco lo de hundido…
Este fallecimiento, obvio desde el punto de vista biológico, y todos firmaríamos por poder llegar a los 96 años de edad, nos demuestra que la única igualdad posible es ante la muerte.
¿Y qué piensan los patriotas españoles de tanta sumisión y pleitesía ante una nación que siempre ha sido enemiga de España, y sigue ocupando por la fuerza parte de nuestro territorio, Gibraltar, desde hace más de tres siglos?
¿O que asesinó, a sangre fría, a cientos de soldados argentinos, apenas adolescentes, de reemplazo, incluso después de rendirse, enterrando a una buena parte de ellos vivos…, en las islas Malvinas?
(Excuso decirles que mi corazón está con la gran nación argentina, hermanos y compatriotas, tristemente en manos de saqueadores de los fondos públicos, y traidores, igual que en la España actual).
Esta muerte nos emplaza como nación ante el fallecimiento de don Juan Carlos I, no sabemos cuándo, pues Dios es el señor de la vida, pero en estos momentos “condenado” a pena de destierro por el gobierno socialcomunista, con la anuencia de la Casa Real, o irreal, según se mire.
Isabel II reinó durante más de 70 años, y Juan Carlos I durante 39 años.
En ambos casos, con sus aciertos y errores.
Pero, en el balance general, pesan más los éxitos que los fracasos, en el caso de Isabel II, mientras que de Juan Carlos I, parece que los medios resaltan más sus fracasos, meteduras de pata, líos de faldas, comisiones millonarias por ayudar a empresas españolas a expandir sus negocios en el extranjero, etc.
De cualquier forma, me parece lamentable que se obligue a abdicar, creo que mediante engaños, a un rey, para poner en su lugar a otro, más manejable…, y pasmado.
Juan Carlos I, con sus errores y aciertos, como todo hijo de vecino, es posible que no tuviera poder, pero sí influencia.
De Felipe VI no podemos decir lo mismo…
Ha sido relegado por el gobierno socialcomunista a un papel secundario, más bien terciario, y el presidente del gobierno actúa como si fuera el verdadero Jefe del Estado, pretendiendo confundir a la opinión pública, que es incapaz de discernir, por otra parte, que una cosa es la jefatura del gobierno, temporal y transitoria, y otra la Jefatura del Estado, permanente y atemporal.
De tal forma que los funcionarios públicos, a quien le deben lealtad es al Estado y a la Constitución, no al gobierno de turno.
Cuestión distinta son los enchufados, altos cargos y cargas, personal de confianza, y lameculos en general, que, obviamente, tienen una lealtad perruna hacia quien les da de comer, y muy opíparamente, por cierto, con el dinero de nuestros impuestos.
Golpe de Estado Constitucional.
Ahora, que se está perpetrando un auténtico golpe de estado constitucional, mediante la ocupación y sumisión del Tribunal Constitucional, legislador negativo, para modificar por la vía de hecho, legal, pero ilegítimamente, la Constitución vigente del 78, no estaría de más recordar que el artículo 56 de la Carta Magna, establece que el Rey es el Jefe del Estado, “arbitra y modera el funcionamiento regular de las instituciones…”.
¿Qué está haciendo Felipe VI para parar este golpe de estado constitucional?
Que yo sepa, nada.
Por eso muchos le han bautizado como el rey pasmado.
Carlos III y Felipe VI
Han inaugurado una nueva etapa de las monarquías británica y española, la de los matrimonios desiguales, morganáticos, pero no con plebeyas normales y corrientes, sino con alegres divorciadas, y en nuestro caso, incluso dos veces abortista, según el libro del primo de doña Leticia, la consorte real.
Aunque, en el caso español, más bien parece que Felipe VI sea el consorte…
¿Qué deparará a las monarquías esta nueva moda de casarse con quien quieren, y no con quien deben…?
Pienso que ello supone, sean conscientes de ello, o no, el fin de las monarquías, pues al prescindir de ese halo de misterio que emana de las casas reales, y ver que los reyes tienen los mismos defectos que el común de los mortales, y a veces incluso más, supone la pérdida del prestigio e influencia de la institución.
El pueblo español piensa que si doña Leticia es reina consorte, -y en la práctica, parece que reina efectiva-, ¿por qué no puede serlo mi hija, que es más guapa, y, encima, tiene dos carreras, y no ha abortado ni se ha divorciado nunca…?
Ítem más, ¿qué diferencia hay entre una reina y una plebeya, de toda plebeyez…?
Pues, visto lo visto, absolutamente ninguna.
La consorte del reino hundido de la Gran Bretaña, aporta incluso dos hijos previos al matrimonio real, si bien es cierto que ya están independizados, y que tanto ella como sus hijos, no han protagonizado ningún escándalo, ni dado que hablar, para bien o para mal, no como “nuestra” Leticia, con c, tan aficionada a hacerse notar, y meter la pata hasta el corvejón, por donde pasa.
Termino ya, que la mayoría de la población no es capaz de leer y digerir más de mil palabras seguidas, con una pregunta:
¿Qué pensaría la sociedad española, si Juan Carlos I muere solo y abandonado en el destierro, impuesto por el gobierno socialcomunista, y Leticia, según don Jaime Peñafiel…?
Ramiro Grau Morancho
Académico, jurista y escritor