SACANDO MUERTOS DE NUESTRAS PLAZAS DE SOBERANÍA. 

El 12 de enero de 1976 las ultimas tropas españolas se retiraban de Villa Cisneros (Provincia del Sáhara) y el 26 de febrero del mismo año salieron los últimos oficiales y administradores españoles de dicho territorio, consumándose por parte de España la ignominiosa retirada del Sáhara por parte de España pactada en Madrid el 14 de noviembre de 1975 a espaldas de un moribundo Francisco Franco, que fallecería 6 días más tarde. Previamente al abandono, en diciembre de 1975, los legionarios recibieron el encargo de desenterrar a los 1800 españoles muertos que se encontraban en el cementerio de El Aaiún y trasladarlos a otros cementerios del territorio nacional.

Tras la entrega de dicho territorio, España aún conserva ciertas plazas de soberanía en el norte de áfrica, como son el peñón de Vélez de la Gomera, el de Alhucemas y las islas Chafarinas, además de múltiples islotes y, como no, las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla (recodemos que Alborán no está incluido, pues pertenece a Almería). Todas estas plazas han sido insistentemente reclamadas por Marruecos desde sus orígenes como país allá por el año 1956.

El pasado 18 de abril, el gobierno de incompetentes que sufrimos en España permitió la entrada de Brahim Gali a nuestro territorio nacional para ser tratado de Covid-19. Este individuo fue uno de los fundadores del grupo terrorista antiespañol Frente Polisario que llevó a cabo 289 atentados terroristas contra españoles entre 1973 y 1986. Lógicamente, tal acto enfadó gravemente a otro de nuestros tradicionales enemigos: Marruecos. Desde ese momento nuestro presidente ha hecho lo imposible para intentar infructuosamente reconciliarse con el Rey moro; recordemos que se ha regalado a Marruecos en los últimos 2 años (en algún caso recientemente) 220 vehículos todo terreno, 36 camiones de personal para el traslado de tropas, 5 lanchas semirrígidas cámaras térmicas y un largo etcétera de material que mejor estarían en manos de nuestras Fuerzas Armadas. Pero, como ejemplo de lo inútil de tal esfuerzo, véase lo ocurrido en relación con la operación «paso del estrecho» de este año, de la que España ha quedado excluida.

El pasado viernes 9 de julio, el Boletín Oficial del Estado, en su página 43323, publicaba un anuncio del General Jefe de la Base Discontinua «Tte. Flomesta» de Melilla en el que se hacía público que el General de Ejército Jefe del Estado Mayor del Ejército había acordado el traslado de los restos mortales de los cementerios de Alhucemas y Vélez de la Gomera al cementerio de la Purísima Concepción de Melilla. Cabe destacar que estas plazas de soberanía únicamente disponen de guarnición militar y que los últimos enterramientos de tales plazas datan de 1923 en el caso de Alhucemas y de 1925 en el caso de Vélez de la Gomera. Ante esta situación cabe preguntarse cuál es el motivo de tal traslado. No puede alegarse que estos cementerios se hayan quedado pequeños, pues nadie ha sido inhumado en los últimos 96 años; tampoco puede argumentarse que sus parcelas sean necesarias para ampliar las instalaciones de los acuartelamientos en una época en la que los efectivos militares se han visto enormemente disminuidos. La comandancia general de Melilla alega que la razón del traslado está en el deterioro de tales cementerios por las condiciones ambientales que han soportado y la actividad sísmica de la zona, que les han puesto en riesgo de derrumbamiento pero, habida cuenta de que se trasladan los restos mortales de un total de 48 españoles ¿realmente no sería más barato reparar los cementerios?

Desconozco si esta última razón será la verdadera, pero espero, de todo corazón, que no se esté planeando una nueva cesión de parte del solar patrio para contentar a nuestro incómodo vecino del sur.

Como dato curioso, los primeros enterramientos de Alhucemas datan de 1741, mientras que los del Peñón de Vélez de la Gomera son de 1864.

 

C.R. Gómez 

C. R. Gómez