Quiénes procedemos del medio rural, y no somos de familias acomodadas, sabemos perfectamente el gran sacrificio que hicieron nuestros padres y abuelos para que pudiéramos estudiar, pagar internados, residencias, colegios mayores, transportes, ropa, etc.
Mis padres, Joaquín y María, se sacrificaron toda la vida para que mi hermano Joaquín, y yo mismo, pudiéramos salir adelante, formarnos y prepararnos para un futuro siempre incierto, etc.
Les doy gracias por ello, y aunque ya están con Dios, siempre les llevaré en mi corazón y en mi cabeza…
Precisamente por ello me ha repugnado y asqueado la actuación realmente genocida del todavía Ministro de Asuntos Sociales, un tal Pablo Iglesias, quien nada más proclamarse el primer estado de alarma (en realidad, de excepción), salió por todas las televisiones haciendo unas declaraciones demagógicas diciendo que se iba a ocupar y preocupar de todos y cada uno de nuestros mayores, que les iban a llevar la comida a sus casas, y en fin, un montón de falsedades, en la mejor línea del comunismo.
Excuso decirlos que era todo mentira.
Nadie se ha preocupado de nuestros mayores, y los internados en residencias -¿o debería decir prisiones de ancianos indefensos?- han sido tratados peor que animales, impidiéndoles todo contacto con el mundo exterior, en ocasiones incluso sin dejarles hablar ni por teléfono, y a las pruebas me remito: más de cien mil personas muertas por la pandemia, la mayoría jubilados e inválidos, es decir pensionados…
Las “residencias de ancianos” han sido auténticos campos de exterminio de nuestros mayores, sin ni siquiera tener el auxilio espiritual de un sacerdote, la mayoría de los cuales han pasado de todo, siguiendo las instrucciones del todavía presidente de la conferencia episcopal, cardenal y arzobispo de Barcelona, Omella.
¡Ahora les extraña que la gente se haya apartado de las iglesias, haya dejado de darles donativos –eso es lo que más les duele-, frecuentado los sacramentos, etc.!
Con su pan se lo coman, que lo tienen bien merecido, y con creces.
El marqués de Galapagar ha sido el ministro más nefasto y pasota del actual gobierno, y cuidado que hay inútiles entre sus veintitrés integrantes.
Es cierto que las competencias sobre las residencias son compartidas con las comunidades autónomas, pero uno esperaba de un ministro y de un ministerio, que nos está costando un ojo de la cara, que hiciera algo por remediar la situación, que coordinara la labor de las autonomías, que visitara las residencias, que organizara sistemas de evacuación inmediata de las personas contagiadas, en definitiva, que se ganara el sueldo.
Pero nada de eso ha sucedido.
Es más, parece que se ha “recreado” en el fallecimiento de miles y miles de ancianos, en residencias totalmente contagiadas e infectadas, pasando de todo, con una cara dura de cemento armado.
Una actuación más propia de un psicópata, que ni sufre ni padece por las desgracias ajenas, que de una persona con humanidad, valores y principios, sean meramente ciudadanos, o de creyente, -en su caso supongo que de ateo- o más bien creyente en el comunismo, que el comunismo y el socialismo son dos grandes “religiones” de los tiempos actuales.
¿Cuántos miles de muertes se hubieran podido evitar si este individuo hubiera hecho su trabajo…?
Evidentemente, no soy adivino, pero supongo que miles, decenas de miles, posiblemente más de la mitad de los fallecidos.
Los ministerios no son palacios donde uno se dedica a intrigar, a dar por el culo, hablando claramente, a nombrar decenas de altos cargos y asesores, a cual más inútil, para vivir todos de la teta pública, sino que son lugares de trabajo, dónde uno tiene que ganarse el sueldo todos los días, como sucede en cualquier empresa privada.
Así es, o, al menos, así debería ser, pues ya vemos lo que sucede en la práctica.
¿Se imaginan ustedes a este tipo, totalmente pasota de cualquier responsabilidad, y sin ninguna formación en materia de gestión pública, ni siquiera experiencia, pues hasta la fecha no ha hecho nada, nada de provecho, quiero decir, presidiendo la comunidad autónoma más rica de España?
No quiero ni pensarlo.
Voy a ver si renuevo el pasaporte, por si acaso…
Ramiro GRAU MORANCHO
Abogado y escritor