LA DEFENSA FRENTE A LA DESINFORMACIÓN

La presencia de agentes que difunden información falsa no es un fenómeno nuevo en los procesos electorales. Durante décadas, las campañas han lidiado con todo, desde llamadas anónimas que afirman que las elecciones se han reprogramado, hasta octavillas que se distribuyen masivamente en las que se injuria de forma espantosa a las familias de los candidatos. Pero las mentiras (bulos) y las teorías de la conspiración de Trump, la fuerza viral de las redes sociales y la implicación en el proceso de intrusos extranjeros convirtieron a la desinformación en una amenaza más amplia y profunda para las elecciones de 2020.

Laura Quinn, una ejecutiva progresista veterana que cofundó Catalist, comenzó a estudiar este problema hace algunos años. Lanzó un proyecto secreto, sin nombre o designación especial, sin haberlo sometido previamente al debate público, con el fin de rastrear la desinformación en línea, tratando de descubrir el mejor modo de combatirla. El punto de partida consistía en seguir el rastro de mentiras peligrosas que de otro modo podrían pasar desapercibidas. Después, los investigadores proporcionaban información a los activistas o los medios de comunicación para rastrear las fuentes y exponerlas.

Sin embargo, la conclusión más importante de la investigación de Quinn fue que involucrarse en la lucha a brazo partido contra el contenido tóxico solo contribuía a empeorar el problema. “Cuando te atacan, el instinto es retroceder, gritar, decir: «Esto no es cierto»”, dice Quinn. “Pero cuanto más compromiso obtiene algo, más lo impulsan las plataformas. El algoritmo lee eso como, «Oh, esto es popular; la gente quiere más»”.

La solución, concluyó, era presionar a las plataformas para que hicieran cumplir sus reglas, tanto eliminando contenido o cuentas que difunden desinformación como vigilando de manera más agresiva con carácter previo y general. “Las plataformas tienen políticas contra ciertos tipos de comportamiento maligno, pero no las han hecho cumplir”, dice.

La investigación de Quinn dio munición a los defensores de la necesidad de presionar a las plataformas de redes sociales para que adopten una línea más dura en relación con el control de contenidos. En noviembre de 2019, Mark Zuckerberg invitó a nueve líderes de derechos civiles a cenar en su casa, y una vez allí ellos le advirtieron sobre el peligro de las falsedades relacionadas con las elecciones que ya se estaban extendiendo sin control. “Fue necesario presionar, instar, conversar, intercambiar ideas, todo eso para llegar a un lugar donde terminamos con reglas y cumplimiento más rigurosos”, dice Vanita Gupta, presidenta y directora ejecutiva de la Conferencia de Liderazgo en Derechos Civiles y Humanos, que asistió a la cena y también se reunió con el CEO de Twitter, Jack Dorsey, y otros. (Gupta ha sido nombrada Fiscal General Adjunta por el presidente Biden). “Fue una lucha, pero llegamos al punto en que entendieron el problema. ¿Fue suficiente? Probablemente no. ¿Fue más tarde de lo que queríamos? Sí. Pero era realmente importante, dado el nivel de desinformación oficial, que tuvieran esas reglas en su lugar y estuvieran etiquetando las cosas y eliminándolas “.

Javier Amo Prieto