El campo de batalla no fue el único frente donde se enfrentaron nacionales y republicanos. Estos últimos controlaban el 40 % del producto agrícola, el 80 % del industrial y el 100 % de las reservas de oro del Banco de España. A nivel económico el gobierno frentepopulista disponía de una hegemonía total de recursos. Sin embargo, al finalizar el conflicto bélico, la peseta nacional se había depreciado un 27,7 %, mientras la republicana lo había hecho en un 99,3 %, según los servicios de estudio del Banco de España. Los detentadores de dinero republicano, al final de la guerra se encontraron que su monetario carecía de valor, y no podían pedir su equivalente al nuevo Estado español. ¿Cómo había pasado este hecho inexplicable? será el académico de la historia e ilustre bancario, José Ángel Sánchez Asiaín, quien descubra para la historiografía lo acontecido.

El Director de Servicio de Estudios del Banco de España, José Larraz, había avisado de la importancia de rebajar el precio del dinero republicano por sus detentadores extranjeros, a su vez, el subgobernador del Banco de España, refugiado en zona nacional, Pedro Pan informó de forma secreta del posible uso militar de la masa de moneda republicana, emitidos después del 18 de julio de 1936, que iban atesorando los nacionales en su avance militar, para su uso en el mercado internacional provocando el hundimiento de la cotización de la moneda republicana e imposibilitando las relaciones comerciales del gobierno frentepopulista. Para ello se formó un fondo de papel moneda capturado al enemigo, que sería gestionado por un comité secreto, que daría sus informes mensuales al ministro de Hacienda del gobierno nacional. El presidente del comité fue el coronel José Ungría, jefe del servicio de Información y Policía Militar, que fue alumnos de la Escuela Superior de Guerra de París, siendo de la misma promoción que el famoso general De Gaulle. Otros miembros eran Ángel Gutiérrez, consejero del Banco de España, y Ramón Martínez Artero, diplomático. El dinero del fondo fue utilizado para financiar las redes de inteligencia en suelo francés y de la quinta columna en la retaguardia republicana, a su vez, se consiguieron aparatos modernos de comunicación y valiosas divisas, pagando un 30 % del valor real de la moneda utilizada. A mediados de 1938, por cien pesetas se podían obtener 26,30 francos franceses, pero en febrero de 1939 sólo se podían cambiar por 2,10 francos.

El jefe de Estado Mayor de esta operación monetaria que aniquilará la presencia republicana en la Bolsa de París, será un joven aragonés, especialista en temas de Hacienda, José Larraz, quien en 1938 fue nombrado jefe del Servicio Nacional de Banca y presidente del Comité de Moneda Extranjera, así como director general de Banca, Moneda y Cambio. José Larraz se convirtió en uno de los técnicos más imprescindibles del bando nacional en el campo económico. Había escapado de zona republicana al formar parte de una comisión de compra de armas al extranjero, establecido en Burgos, formó parte al poco tiempo de la Comisión de reconstrucción de Oviedo y de la dirección del Servicio de Estudios del Banco de España, de donde fue fichado en 1938, para encabezar el servicio nacional de Banca, Moneda y Cambio, siendo a la vez, presidente del Comité de Moneda Extranjera. Larraz tenía 34 años en 1938. A pesar de su juventud había sido asesor jurídico de la presidencia del consejo con el general Miguel Primo de Rivera, gerente de la Editorial Católica y comisario nacional del Trigo en el gobierno del segundo Bienio republicano. Su talento será recompensado con el cargo de ministro de Hacienda en el segundo gobierno nacional.

Por el contrario, el bando republicano que disponía de grandes recursos, le perdió su incompetente gestión. Será un hombre el que intenté concentrar el poder para poder gestionar aquellos inmensos recursos, fracasando en el intento. El socialista Juan Negrín fue ministro de Hacienda en el gobierno revolucionario de Largo Caballero, asumiendo en mayo de 1937 la presidencia del gobierno, cuando procedió a dar el poder a los comunistas como únicos capaces de implantar un orden con atisbos de victoria. El 30 de agosto de 1936 se publicó un decreto en el que anunciaba que el Estado se hacía cargo de todas sociedades de crédito, producción o consumo, a través del ministerio de Hacienda. Como ministro intentó centralizar la política económica, asumiendo el control de los carabineros, y por tanto el control de las fronteras, como también del Consejo Levantino unificado de Exportación Agrícola, en manos de la CNT, como lo había estado la frontera catalana. Estos hechos provocarán la miniguerra civil entre anarquistas y comunistas. Negrín apoyará el aniquilamiento de los anarquistas, a favor de la sovietización, como último intento de poner orden. En marzo de 1937, José Díaz, secretario general del PCE hablaba de la necesidad de nacionalizar los grandes sectores económicos y liquidar a los enemigos de la revolución.

El norte republicano funcionó como tres gobiernos independientes y fueron aniquilados por el ejército nacional del Norte. Las colectivizaciones y asesinato de sus gerentes, hundió la producción favoreciendo las requisas en manos de los partidos frentepopulistas que favorecieron el ocultamiento y el mercado negro. El gobierno republicano no tuvo más remedio ante la caída de la producción de los productos tradicionales de exportación, como eran los cítricos, de financiar la guerra con las reservas de oro del Banco de España, que eran las cuartas del mundo. Desde el 13 de septiembre, se fueron trasladando desde Cartagena a Odessa, 510 toneladas de oro en monedas de incalculable valor histórico, quedando agotadas en 1938. Según Antony Beevor, el agregado comercial soviético Artur Stashevski fue quien propuso a Negrín depositar el oro en Moscú para garantizar el flujo regular de armamento a la república. El oro fue expropiado en contra de los consejeros del Banco de España, una entidad privada, aunque dependiente del Estado, que serán sustituidos posteriormente. Las reservas de oro eran la garantía de la convertibilidad de los billetes del Banco.

El decreto del Ministerio de Hacienda del 3 de octubre de 1936, exigió a los españoles que entregasen todo el oro y plata que poseyesen para reponer las reservas, lo que favoreció el ocultamiento, el metal preciado depositario en los bancos fue saqueado y expropiado. La pérdida del oro del Bando de España dejó sin respaldo a la peseta republicana, que se vio inclinada a una inflación creciente, subiendo los precios un 1.500%. Finalmente los frentepopulistas tuvieron que pagar al contado con el oro expropiado, mientras los nacionales consiguieron sus compras a crédito, gracias a su credibilidad, y a la exportación de minerales, por el aumento de la producción.

Publicado en el diario “LA RAZÓN” – 13-12-2021

 

José Luis Orella