Polonia ha sido un país que ha luchado por existir. Su compromiso con la libertad proviene de la época de la libertad dorada, con una monarquía electiva dependiente de la elección de la szlachta (nobleza). Sin embargo, Polonia sobrevivió a 123 años de sometimiento a sus vecinos. El romanticismo que impregnó el siglo XIX tuvo un marcado protagonismo polaco a través de sus revueltas nacionales. Las generaciones jóvenes descubrieron su identidad en la apasionada poesía de sus poetas: Adam Mickiewicz, Juliusz Slowacki, Zygmunt Krasinski y Cyprian Norwid, y en la épica de Henryk Sienkiewicz, primer polaco que recibió el Premio Nobel de Literatura en 1905, por su trilogía ambientada en el período final de la dinastía Vasa, A sangre y fuego (1884), El diluvio (1886) y Un héroe polaco (1888).
El fin de los imperios tras la Primera Guerra Mundial, traerá la restauración del Estado polaco un 11 de septiembre de 1918. El primer objetivo será el difícil engarce de las viejas provincias, y la defensa de las nuevas fronteras. El antiguo revolucionario y posteriormente general de las legiones polacas al servicio de la Triple Alianza, Józef Piłsudski, será el nuevo Jefe de Estado junto al compositor Ignazy Paderewski, como primer ministro, ambos se encontraron al frente de un país por reconstruir.
El fin de la Guerra Mundial y el apoyo al derecho de autodeterminación de los pueblos, por parte del presidente Wilson de los Estados Unidos, favorecieron que los países formantes de la comunidad internacional reconociesen la independencia de Polonia.
Sin embargo, en agosto de 1920 afrontará un nuevo reto con el Milagro del Vístula, donde las tropas bolcheviques de Tujachevski serán derrotadas por una generación de polacos que ganaron sus fronteras a precio de sangre, y donde las mujeres tuvieron un gran protagonismo. La guerra polaco-bolchevique afianzará un patriotismo que había sido mantenido en clandestinidad, por el compromiso de la Iglesia Católica y los intelectuales por la salvaguarda de la cultura polaca.
Por eso tras la Segunda Guerra Mundial y la caída del comunismo que domino al país en 1989. El 11 de noviembre se convirtió en una fiesta nacional que se celebró todos los años desde 1989. Ese día, en toda la extensión de Polonia se adorna con los colores nacionales y se organizan grandes manifestaciones y desfiles en todas las ciudades y pueblos, después de asistir en las iglesias a las misas por la Patria. La Marcha por la Independencia reúne a decenas de miles de polacos, en recuerdo de sus luchas por la libertad. Este año, el alcalde de Varsovia, Rafał Trzaskowski, candidato perdedor de las elecciones presidenciales, ha prohibido por primera vez la marcha, a cuenta del peligro de contagio del Covid-19, a pesar de que no hizo lo propio con las concentraciones violentas a favor del aborto, a las que apoyó.
La fiesta nacional del 11 de noviembre no es un aniversario de carácter político, sino un aniversario histórico, comparable al 2 de mayo en España o al 14 de julio en Francia.